El aire aún olía a la brisa de la azotea.
Ethan despertó de golpe, incorporándose en la cama con la respiración agitada. Su corazón latía con fuerza. Su mente todavía flotaba entre el sueño y la realidad, como si aún pudiera sentir el viento rozándole la piel, como si aún pudiera ver su sonrisa.
"Me lo prometiste la última vez que nos vimos."
Las palabras de la chica seguían resonando en su cabeza.
Llevó una mano a su pecho, tratando de calmar el temblor en sus dedos. No entendía qué estaba sintiendo, pero era algo profundo, algo que iba más allá del miedo o la confusión.
Era la sensación de haber olvidado algo importante.
Se obligó a respirar hondo. Era solo un sueño.
Pero entonces, su mirada cayó sobre su escritorio.
Y vio algo que no debería estar ahí.
Sobre la superficie, entre sus cosas, había una fotografía.
La tomó con cuidado, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Era una imagen de su infancia, en algún parque que no recordaba con claridad. Pero lo que más le perturbó fue la presencia de una persona junto a él.
Una niña de su edad.
Su rostro estaba borroso, como si el tiempo lo hubiera desdibujado, pero podía ver su silueta claramente. La forma en que se paraba junto a él, la manera en que su mano parecía a punto de alcanzarlo…
Algo dentro de Ethan le dijo que ella no debería estar ahí.
"No… esta foto no existía antes."
Sus dedos temblaron al sostenerla. Cada vez era más difícil negar lo que estaba pasando.
El sonido de un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—Ethan, baja a desayunar —llamó su padre desde el otro lado.
Ethan tardó en responder. Aún estaba atrapado en la sensación de vacío.
Bajó con la mente dispersa, sin poder quitarse la imagen de la fotografía de la cabeza. Se sentó a la mesa, tomando una tostada sin mucho interés.
—Dormiste mucho —comentó su padre, revisando algo en su teléfono—. Eso es raro en ti.
—Supongo… que estaba más cansado de lo que pensaba —murmuró Ethan.
Su padre sonrió de lado.
—Bueno, después de todo, siempre solías escaparte a ese parque de niño.
Ethan se detuvo.
—¿Qué?
—Sí, ibas con… —su padre frunció el ceño, como si intentara recordar un nombre—. Bueno, no importa. El punto es que tenías la costumbre de desaparecer por horas cuando eras pequeño.
Ethan dejó lentamente la tostada sobre el plato.
Nunca recordaba haber hecho eso.
Pero su padre hablaba con total naturalidad, como si fuera un hecho innegable.
El aire se sintió más denso de repente.
"Si sigo soñando… ¿qué más va a cambiar?"
Volvió a su habitación con una sensación pesada en el pecho. Era demasiado.
Los cambios estaban ahí. No podía negarlo más.
Abrió su cuaderno, el que había usado para anotar sus recuerdos originales, y leyó su propia letra con desesperación.
Los nombres de sus amigos.
Los momentos importantes.
Su antiguo amor.
Todo seguía ahí. Pero ahora… parecía más lejano.
Su teléfono vibró de repente, sacándolo de su espiral de pensamientos.
Era un mensaje.
Sin remitente.
Lo abrió con un nudo en el estómago.
"¿Recuerdas ahora?"
Ethan sintió que su cuerpo se tensaba.
Pero antes de que pudiera procesar el mensaje, una imagen borrosa explotó en su mente.
No era el sueño.
No era algo nuevo.
Era un recuerdo.
Él, de niño, corriendo por el parque.
Una mano aferrada a la suya.
Ella.
No podía ver su rostro. No podía recordar su nombre.
Pero el sentimiento estaba ahí.
La calidez. La risa. La promesa.
Ethan abrió los ojos con el corazón acelerado.
No podía huir de esto.
Y si quería respuestas…
Tendría que volver a dormir