Entre Sueños y Destinos

Capítulo 13: Ecos olvidados

Ethan despertó con un sobresalto.

Su respiración estaba agitada, pero no por miedo ni ansiedad, sino por la sensación opresiva de que algo andaba mal. Miró a su alrededor: su habitación estaba igual, la luz matutina entraba suavemente por la ventana, todo parecía en su sitio.

Y sin embargo, sentía un vacío extraño en su pecho.

Pasó una mano por su rostro, tratando de recordar si algo había cambiado en su sueño… pero no había nada. Solo imágenes inconexas, escenarios sin sentido. Por primera vez en mucho tiempo, su sueño no había alterado la realidad.

Y eso lo inquietaba más que cualquier cambio.

El día transcurrió con normalidad, o al menos eso parecía. Pero Ethan no podía dejar de sentir que algo no encajaba.

En clase, trató de enfocarse en la lección, pero su mente estaba en otra parte. Necesitaba asegurarse de algo.

Durante el receso, se acercó a Daniel y Andrés con una pregunta en mente.

—Oigan, chicos… ¿se acuerdan de Iria?

Ambos lo miraron con confusión.

—¿Iria? —repitió Daniel, frunciendo el ceño—. ¿Quién es esa?

Ethan sintió un escalofrío en la nuca.

—Vamos, seguro la recuerdan. Pelo largo, siempre sonriendo… Creo que solíamos hablar con ella.

Andrés inclinó la cabeza, como si estuviera tratando de recordar algo lejano.

—Mmm… el nombre me suena un poco —murmuró—. Pero no estoy seguro.

Ethan se aferró a esa pequeña chispa de reconocimiento.

—Sí, exacto. Seguro la has visto antes.

Pero en cuanto lo dijo, la expresión de Andrés cambió. Frunció el ceño y se llevó una mano a la cabeza.

—Espera… ¿qué estaba diciendo?

Daniel rió, golpeando a Andrés en el hombro.

—Seguro te lo inventaste. Yo no recuerdo a ninguna Iria.

Andrés se quedó en silencio por un momento antes de encogerse de hombros.

—Sí, tienes razón. No sé por qué me sonaba.

Ethan sintió un nudo formarse en su estómago. No solo no recordaban a Iria, sino que parecía que sus recuerdos se estaban desvaneciendo mientras hablaban.

Algo no estaba bien.

Después de clases, Ethan decidió investigar por su cuenta.

Se dirigió a la biblioteca con pasos rápidos, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza contra su pecho. Tenía que encontrar algo. Tenía que haber una prueba de que Iria existió.

Al entrar, el olor a papel viejo y tinta gastada lo envolvió. Caminó entre los estantes hasta llegar a la sección donde la escuela guardaba los anuarios de años anteriores.

Tomó uno de los libros gruesos y polvorientos, colocándolo sobre una mesa con manos temblorosas. Cada página que pasaba, cada nombre que leía, era como una pequeña puñalada de ansiedad.

Buscó entre las fotos grupales, las listas de estudiantes, las actividades extracurriculares. Nada.

Apretó los dientes y pasó más rápido las hojas, casi desesperado. Su nombre tenía que estar ahí.

Pero no estaba.

Cada página mostraba nombres y rostros familiares, pero ninguno de ellos era Iria. Como si nunca hubiera existido.

Ethan sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No podía ser posible.

Él la recordaba.

Recordaba haber hablado con ella. Recordaba su voz, su risa, su presencia.

Pero en este mundo… no había ni un solo rastro de ella.

Apoyó los codos en la mesa y cerró los ojos, tratando de calmarse. Tal vez estaba buscando en el lugar equivocado.

Cerró el anuario de golpe y lo dejó a un lado con brusquedad. No se rendiría tan fácil.

Se levantó y salió de la biblioteca casi a la carrera.

Tenía que haber más pruebas.

Revisó las listas de asistencia de años anteriores en la oficina administrativa. Nada.

Pasó por los tablones de anuncios con fotos de eventos pasados, excursiones, ferias escolares. Ni una sola imagen de Iria.

Incluso se acercó a un profesor mayor que llevaba años trabajando en la escuela.

—Disculpe… ¿recuerda a una chica llamada Iria? Estudiaba aquí hace un tiempo.

El profesor frunció el ceño, pensativo.

—¿Iria? No me suena. ¿Estás seguro de que era en esta escuela?

Ethan sintió un nudo en la garganta.

—Sí… estoy seguro —murmuró, sintiendo cómo su propia voz temblaba.

El profesor negó con la cabeza.

—Lo siento, muchacho. No recuerdo a nadie con ese nombre.

No había registros. No había fotos. Nadie la recordaba.

Era como si la historia misma la hubiera borrado.

Y lo peor de todo… es que ni siquiera sabía por qué.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, Ethan se sintió agotado.

Había pasado todo el día investigando, preguntando, buscando cualquier prueba de su existencia.

Pero no encontró nada.

Se dejó caer en la cama, mirando el techo. Su cuerpo se sentía pesado, su mente nublada por el cansancio.

Cerró los ojos. Tal vez, en sus sueños, encontraría respuestas.

Pero cuando despertó en su mundo onírico, Iria no estaba allí.

El parque donde siempre la encontraba parecía idéntico a como lo recordaba, pero al mismo tiempo… algo se sentía mal.

Demasiado mal.

El columpio donde solía sentarse se mecía levemente con el viento, como si alguien hubiera estado ahí hacía solo unos segundos. Pero no había huellas en la tierra, ni rastro de su silueta entre los árboles.

Ethan sintió un vacío en el pecho, una sensación de alerta recorriéndole la piel. El sueño estaba equivocado.

Caminó con pasos apresurados, mirando a su alrededor. Buscó en cada rincón, en cada sendero. Su voz resonó en el silencio del parque, llamándola.



#3158 en Fantasía

En el texto hay: fantasia, romance

Editado: 07.04.2025

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