Dicen que hay sueños tan vívidos que se sienten más reales que el mundo que habitamos al despertar.
Y hay amores que, aun sin haber comenzado, ya llevan siglos latiendo.
En un rincón del tejido del universo, donde la magia no es un mito, sino un idioma que lo impregna todo, dos almas nacieron separadas por la distancia de lo imposible. Una habitaba un reino de bosques que cantaban con la lluvia y estrellas que se movían al compás de los suspiros. La otra, entre torres de sabiduría antigua, con hechizos tan poderosos que podían detener la historia... pero no el corazón.
Ninguna de las dos sabía que, al tocar el reflejo de una estrella en la noche adecuada, alterarían el destino de mundos enteros.
No fue el tiempo quien los unió.
Ni el azar.
Fue el error. Un gesto impulsivo. Un acto de compasión que jamás debió suceder.
Desde entonces, solo se vieron en sueños.
Separados por dimensiones, unidos por algo más fuerte que la lógica: la certeza silenciosa de que ya se habían amado antes de haberse encontrado.
Y así comenzó la historia de una elección.
No entre el bien y el mal.
Sino entre el amor... y el universo.
Porque a veces, para unir lo que nunca debió tocarse,
hay que estar dispuesto a olvidarlo todo...
para recordarlo de nuevo, desde el principio.