Desde que nos encontramos en sueños, el mundo real se ha vuelto más... inestable.
Los vientos de mi dimensión comenzaron a traer ecos de otras realidades. Fragmentos de voces, olores que no pertenecen aquí, y luces que aparecen por un instante y luego desaparecen como si se avergonzaran de existir. Los sabios comenzaron a murmurar que los velos entre mundos estaban debilitándose.
Pero yo sabía la verdad.
Cada vez que Kael y yo soñábamos juntos, una parte de su esencia se filtraba en mi mundo… y una parte de mí se anidaba en el suyo.
Una noche, mientras soñábamos bajo un cielo que llovía pétalos de luna, Kael me dijo algo que me cambió:
—Hay una profecía en mi mundo… —susurró— sobre dos seres destinados a amar, pero prohibidos de encontrarse. Se dice que si alguna vez logran tocarse en vigilia, el tejido de las dimensiones colapsará. Pero si lo hacen en el momento correcto… pueden unir los mundos sin destruirlos.
Mi corazón se agitó.
—¿Y cómo sabremos cuál es ese momento correcto?
Kael desvió la mirada.
—Aún no lo sabemos. Pero hay señales. Y ya están comenzando.