El Nexus los envuelve como una semilla luminosa. No hay gritos, no hay perseguidores, no hay ley.
Solo ellos.
Dos almas completas. Dos fuegos unidos sin más testigos que el vacío que florece.
Sus pensamientos modelan el aire. Su deseo da forma a los elementos. Un bosque nace en segundos. Ríos de cristal se extienden con su risa. La luna se curva a su amor. En este mundo nuevo, no hay pasado, no hay obligación, no hay castigo.
Kael y ella construyen una dimensión propia, sin nombre, sin límites. Una casa donde los días no terminan, donde los sueños ya no son necesarios porque la realidad es suficiente. Amarse no tiene consecuencia.
Pero el tiempo, incluso aquí, hace preguntas.
A veces, Kael se sienta frente a un lago suspendido en el cielo, y pregunta:
—¿Lo hicimos bien?
Ella le toma la mano.
—Nunca lo sabremos. Pero estamos juntos.
Y eso basta.
Por ahora.