Lucian caminaba sin rumbo fijo.
Era uno de esos días donde el cuerpo se mueve, pero la mente está en otro plano.
Desde que vio a la chica de la bufanda azul en la ventana, algo en él se había activado.
No era deseo.
No era nostalgia.
Era reconocimiento sin contexto.
Pasó frente a una plaza pequeña, donde dos chicas hablaban senta
das en el borde de una fuente.
No prestaba atención.
Hasta que una de ellas dijo:
—Elira me dijo que ese lugar tenía algo especial, como si el aire guardara secretos.
Lucian se detuvo.
No por la frase.
Por el nombre.
Elira.
El sonido le golpeó el pecho.
Como si lo hubiera escuchado antes.
Como si lo hubiera pronunciado en sueños.
Como si el nombre tuviera raíces en su alma.
Se giró lentamente.
No conocía a las chicas.
No sabía si debía acercarse.
Pero se quedó ahí, a unos metros, fingiendo mirar su celular, mientras escuchaba.
—Ella siempre habla de símbolos, de rituales, de cosas que parecen locas pero tienen sentido —dijo la otra chica—. Me mostró una bufanda azul que usa desde niña. Dice que es su amuleto.
Lucian sintió que el mundo se detenía.
Bufanda azul.
Nombre extraño.
Sensación de déjà vu.
“¿Elira?”
El nombre resonaba como un eco antiguo.
Como si lo hubiera dicho en otra vida.
No se acercó.
No interrumpió.
Pero esa noche, escribió en su cuaderno:
“Hoy escuché su nombre. Elira.
No sé cómo lo sé.
Pero sé que es ella.
La del sueño.
La de la bufanda.
La que me mira como si supiera algo que yo olvidé.”
Mientras tanto, Elira estaba en su habitación, rodeada de libros, dibujos, y notas.
Había empezado a investigar sobre sueños compartidos, sobre almas que se reconocen antes de hablar.
Encontró un texto antiguo que decía:
“Cuando dos almas se buscan, el mundo se encarga de cruzarlas.
Primero en sueños.
Luego en símbolos.
Finalmente, en palabras.”
Escribió en su libreta:
“Siento que alguien me está buscando.
No sé si es él.
Pero cada vez que uso mi bufanda, el aire cambia.
Como si alguien me recordara.”
Esa noche, Elira soñó con una biblioteca.
La misma que había aparecido antes.
Pero esta vez, había una figura más clara.
Un chico con ojos que parecían conocerla.
En la mesa, había una nota escrita a mano:
“Elira. Te he estado soñando.”
Despertó con el corazón acelerado.
Miró su bufanda, colgada en la silla.
La tomó.
La envolvió en su cuello.
Y salió a caminar.
Lucian también salió esa mañana.
No sabía por qué.
Solo sabía que tenía que volver a la plaza.
Elira caminaba por la misma calle.
Pasó frente a la fuente.
Las chicas ya no estaban.
Pero el aire tenía algo distinto.
Lucian la vio desde lejos.
Bufanda azul.
Paso firme.
Mirada profunda.
No se acercó.
No aún.
Pero supo que el universo estaba preparando el momento.
“Cuando escuche su voz, sabré que es ella.”
Elira se detuvo frente a una librería.
Miró el escaparate.
Un libro azul.
Título: “El nombre que detiene el tiempo.”
Sonrió.
Como si el universo le respondiera.