Después del caótico encuentro en el ascensor, Valeria se sintió en el fondo de un pozo. Intentó concentrarse en sus tareas, pero la imagen de Damián, elegante y seguro, la distraía. Se sentía observada y cada pequeño error, como un correo con un error de ortografía, se sentía magnificado. Impresionar a Damián parecía una misión imposible.
Ese día, Damián la llamó a su oficina. Valeria se preparó para una reprimenda. En cambio, él revisaba un informe que ella había preparado. "Este análisis es muy detallado, Valeria. Me gusta cómo abordas los datos," dijo, señalando una tabla. "Solo hay un par de cosas que podríamos pulir, pero en general, es un trabajo prometedor."
Valeria se sintió aliviada. Él no había notado sus errores, o al menos no les dio importancia. Damián le explicó un par de estrategias para mejorar sus gráficos y le sugirió algunas herramientas. "No te preocupes por el café, a todos nos pasa. Lo importante es que tienes un buen ojo para los detalles. Eso es lo que necesitamos aquí," le dijo con una sonrisa. Su apoyo la hizo sentir más segura, como si no estuviera sola en el inmenso y a veces aterrador mundo de la publicidad.
Mientras volvía a su escritorio, se sintió motivada. Damián no era el tirano que había imaginado. Era un mentor, alguien que veía su potencial y la animaba a crecer. Y en ese momento, se dio cuenta de que no necesitaba ser perfecta; solo necesitaba ser ella misma.