La conversación en la terraza había reajustado su órbita. Los días siguientes, la dinámica en la oficina se transformó. Ya no era solo la asistente torpe y el jefe distante; eran dos profesionales con una química innegable y una nueva directriz autoimpuesta: límites.
Valeria se sumergió en el trabajo con una concentración renovada. El informe de Damián, aquel que había marcado el final de su enfrentamiento, resultó ser un desafío estimulante. Se quedó hasta tarde, trazando estrategias y sugiriendo ángulos innovadores. Quería demostrarle que era mucho más que la chica del café derramado y el baile improvisado.
Una noche, cerca de las ocho, Damián apareció por la puerta de su cubículo. Ella estaba rodeada de hojas impresas y tazas vacías.
"Deberías irte a casa, Valeria," le dijo, su voz suave, pero con un matiz de preocupación.
Ella levantó la mirada, sorprendida. "Ya casi termino con las proyecciones de la Campaña Lira. Necesito asegurarme de que los datos de mercado respalden la propuesta que hicimos."
Damián se acercó a su escritorio, pero se detuvo, manteniendo una distancia prudente: el límite invisible. Se apoyó contra el marco de la puerta. "Vi tu presentación preliminar. Es brillante. Has identificado tres puntos ciegos en la segmentación que a nadie más se le ocurrieron."
Valeria sintió un rubor de orgullo. "Gracias. Me centré en el análisis cualitativo; creo que ahí está el verdadero potencial de esa marca."
"Exacto," asintió él, sus ojos castaños fijos en los de ella. "Esa es la diferencia entre presentar un informe y presentar una visión." Él dudó un instante, y luego, rompiendo el límite solo por una fracción de segundo, se acercó para señalar un gráfico en la pantalla. "Aquí, esta proyección. Si la ajustas con los datos demográficos de la última semana, el potencial de retorno se dispara."
Valeria se inclinó ligeramente, siguiendo el movimiento de su dedo. El calor de su presencia era una distracción deliciosa. Durante diez minutos, se sumergieron en el informe, hablando el lenguaje rápido y apasionado de los estrategas. La barrera profesional se hizo invisible; solo existían ideas, datos y la chispa intelectual que compartían.
"Lo tienes," dijo Damián, retirándose rápidamente, como si se hubiera quemado. Carraspeó. "Deberías tomarte la noche libre. Mañana hablaremos con más calma sobre el enfoque final."
"De acuerdo, Damián," respondió Valeria, recogiendo sus cosas.
Mientras se ponía el abrigo, Lucas pasó por el pasillo. Lo notó, y ella supo que él también los había notado a ellos. Las cejas de Lucas se levantaron en un gesto de interrogación que ella ignoró. Los rumores no habían desaparecido; simplemente se habían transformado en una expectación silenciosa.
A la mañana siguiente, Lucas no pudo contenerse. "Trabajando hasta tarde con el jefe, ¿eh? Te dije que la Campaña Damián iba a ser intensa."
Valeria se mordió la lengua. "Es solo trabajo, Lucas. Estamos a tope con el proyecto Lira."
"Claro, el proyecto Lira," bromeó él, con un guiño. "Pero en serio, te ves diferente. Más centrada. O quizás solo más... tensa."
"Solo estoy concentrada," insistió Valeria.
Más tarde, en la sala de juntas, ocurrió un momento crucial. Durante una reunión con el equipo de arte, Damián hizo una sugerencia basada en una idea que Valeria le había mencionado en privado la noche anterior. Ella se sintió validada, pero también incómoda. Al terminar, Damián la detuvo:
"Valeria, necesito que esta semana viajemos a la sede de Lira en Boston. Es crucial que tú presentes la estrategia que desarrollaste."
Valeria sintió un vuelco en el estómago. "Boston... ¿Cuándo?"
"Pasado mañana. Serán solo dos días, pero tendremos que volar juntos," dijo Damián, y por primera vez en días, sus ojos reflejaron un conflicto evidente. Él se había propuesto establecer límites, y viajar juntos los pondría a prueba de una manera que la oficina nunca podría. "Sé que esto complica las cosas, dados... los rumores. Pero no voy a sacrificar la mejor estrategia solo para evitar habladurías. Tu presentación es la clave del éxito."
Valeria respiró hondo. Este era el punto de no retorno. Aceptar significaba desafiar todos los límites que habían establecido, exponiéndose a sí misma y a Damián a una tensión aún mayor. Pero rechazarlo significaba renunciar a la oportunidad de su vida.
"Acepto. Estaré lista," dijo ella, la voz firme. Sabía que el viaje no solo era por negocios; era la prueba de fuego para su relación.