El aeropuerto de Logan en Boston era un remolino de gente, un caos organizado que hacía que la pequeña burbuja en la que Valeria y Damián viajaron pareciera aún más irreal. El vuelo había sido un ejercicio de tensión controlada: Damián inmerso en su laptop, Valeria revisando sus notas, y entre ellos, el silencio vibrante de lo no dicho. Al bajar del taxi en el elegante hotel, Valeria se sintió abrumada.
"Este es un viaje de negocios, Valeria," le recordó Damián con una voz baja y uniforme mientras entraban al lobby. "Necesitamos enfocarnos. Mañana es la presentación más importante de la temporada."
"Lo sé, Damián. Mis notas están perfectas," respondió ella, sintiendo una punzada de frustración. Quería que él la viera como una colega competente, no como un riesgo que necesitaba contención constante.
Sus habitaciones estaban separadas por una suite común donde tenían programado repasar el pitch. Al entrar, Valeria dejó caer su maleta y se permitió un momento para respirar. La habitación era moderna, con una vista espectacular del río Charles.
Una hora después, se reunieron en la sala de estar de la suite. Damián vestía unos pantalones de chándal grises y una camiseta oscura, un atuendo que lo hacía parecer más joven y, peligrosamente, más accesible.
"Empecemos por el inicio. Quiero que lo ejecutes exactamente como lo harás mañana," ordenó Damián, encendiendo el proyector.
Valeria comenzó. Su voz, inicialmente temblorosa, ganó confianza a medida que se adentraba en la estrategia de segmentación que ella había ideado. Hablaba con pasión sobre el análisis cualitativo, sobre los insights que solo ella había detectado. Damián, sentado en el sofá, la escuchaba sin interrumpir, con una mirada de concentración que la hacía sentir validada.
Al terminar, el silencio se extendió.
"Fantástico. Lo tienes," dijo Damián, con una nota de asombro en su voz. "Tu comprensión de la marca Lira es excepcional. Has superado mis expectativas, Valeria."
"Gracias," murmuró ella, sintiendo el calor de su halago.
Damián se levantó. "Ahora, la parte de las preguntas. Tienes que estar lista para cualquier cosa."
La simulación duró dos horas más. Damián se convirtió en el cliente más difícil, cuestionando cada presupuesto, cada dato. El debate se volvió intenso, pero puramente intelectual. Valeria se defendió con argumentos sólidos, disfrutando la adrenalina de ser desafiada por una mente tan aguda.
Cuando terminaron, ambos estaban exhaustos.
"Creo que ya es suficiente por hoy," dijo Damián, frotándose la nuca. "Mañana lo harás muy bien."
Valeria se dirigió a su habitación, pero él la detuvo con un suave: "Espera, Valeria."
Se giró. Él se había acercado a una mesa y sostenía dos copas de vino. "Hay un pequeño restaurante italiano cerca. ¿Quieres cenar algo antes de colapsar?"
Ella vaciló. Esto era peligroso, esto era cruzar la línea que habían dibujado. Pero era solo una cena, y después de todo el trabajo, lo merecían. "Me encantaría, Damián. Pero no hablemos de trabajo."
La cena fue sorprendentemente ligera. Hablaron sobre sus vidas antes de la publicidad. Damián le contó sobre sus inicios, un joven ambicioso que había sacrificado todo por la agencia. Valeria le habló de su sueño de viajar por Sudamérica y de su obsesión por coleccionar libros de primera edición. Por primera vez, se sentía cómoda y relajada en su presencia. Él no era solo su jefe; era un hombre con pasiones y arrepentimientos.
"¿Qué pasó en la fiesta, Damián?" se atrevió a preguntar Valeria mientras terminaban el vino. "Cuando te fuiste, ¿realmente fue solo la llamada o... te asustaste de mí?"
Damián dejó la copa sobre la mesa y la miró directamente. "No me asusté de ti, Valeria. Me asusté de mí. De lo rápido que me hiciste sentir. Lo que siento por ti no es algo que pueda controlar o manejar en una reunión de negocios." Su voz era profunda, honesta. "Eres una distracción brillante, y ahora, mi principal socia en este proyecto. Y eso es lo que complica todo. No quiero arriesgar tu carrera por un impulso."
Valeria sintió que el corazón le daba un vuelco. "No voy a arriesgar mi carrera por una cena," respondió, con una sonrisa tensa, intentando aligerar el momento.
"No," dijo Damián, inclinándose ligeramente sobre la mesa, su mirada inquebrantable. "Pero yo sí arriesgaría mucho más por ti."
El peso de esas palabras cayó entre ellos, denso y cargado de futuro. Valeria se levantó, incapaz de sostener la intensidad del momento.
"Será mejor que volvamos. Mañana tenemos una presentación," dijo Valeria, usando la presentación como su salvavidas.
De regreso al hotel, el ascensor se sintió pequeño y sofocante. Al llegar a la suite, se detuvieron en la puerta de sus respectivas habitaciones. Damián se inclinó, no para besarla, sino para colocar su mano suavemente sobre el brazo de ella.
"Valeria," susurró. "Duerme bien. Y no te preocupes. Mañana conquistaremos Boston."
Al cerrar la puerta, Valeria se recargó en ella, sintiendo el eco de su tacto. No habían roto ninguna regla profesional. Pero habían roto todas las reglas personales. Sabía que después de esta noche, ya no había vuelta atrás.