Entre teclas y Café

Cap. 10: El dulce sabor del éxito

La presentación ante los ejecutivos de Lira fue un torbellino de adrenalina y precisión. Valeria, con Damián a su lado, dirigió la sala con una calma que ni ella misma sabía que poseía. Su conocimiento de la segmentación del mercado era inquebrantable; sus argumentos, sólidos como una roca. Cada diapositiva era un golpe de gracia, cada respuesta a las preguntas capciosas de los ejecutivos era un triunfo.

​Cuando el principal ejecutivo de Lira se levantó, no lo hizo para interrogar, sino para estrechar la mano de Damián. "Su equipo ha superado nuestras expectativas, Damián. Especialmente la señorita Valeria. Su enfoque es exactamente lo que la marca necesita para este año."

​Valeria sintió que las rodillas le temblaban. La tensión acumulada se liberó en una ola de euforia.

​Al salir de la sala de reuniones, Damián se detuvo en el pasillo. La luz de la ventana bañaba su rostro en un resplandor dorado. La profesionalidad se desvaneció, dejando solo el brillo de su orgullo.

​"Lo hicimos, Valeria. Ganamos. Lo hiciste. Eres increíble," dijo Damián, sin poder contener su entusiasmo. Antes de que ella pudiera responder, la tomó de los hombros y la acercó en un abrazo fugaz pero cargado de emoción. Fue un gesto rápido, pero en ese momento, en ese pasillo silencioso, se sintió como un secreto compartido.

​"Tú fuiste quien me dio la oportunidad," murmuró Valeria, todavía sin aliento.

​"Tú fuiste quien se la ganó," replicó él, su voz baja y ronca. "Ahora, vamos a celebrar. Cancelé nuestros vuelos de vuelta; volvemos mañana al mediodía. Hoy, Boston es nuestro."

​Esa noche, la celebración no fue grandiosa, sino íntima. Damián la llevó a un bar de jazz oculto en Beacon Hill, un lugar con luz tenue, paredes de ladrillo y el sonido melancólico de un saxofón. Sentados en una esquina tranquila, la conversación fluyó libremente, sin la presión de la oficina o de los límites autoimpuestos.

​"¿Por qué el jazz?" preguntó Valeria, bebiendo un sorbo de un cóctel exótico.

​Damián sonrió. "Es el único género que me permite despejarme por completo. Es improvisación y estructura a la vez. Como la vida, ¿no crees? Tienes una base, pero el solo es completamente libre."

​Valeria lo miró, fascinada. "Nunca te había visto tan relajado. En la oficina, siempre eres la estructura."

​"Tú me has enseñado un poco de improvisación," admitió él, con una mirada profunda. "Me hiciste romper la monotonía de ser solo 'el jefe'. Te hiciste indispensable, Valeria, no solo en el trabajo."

​La confesión colgó en el aire, densa y prometedora. Él había cruzado la línea, no con un beso, sino con palabras que definían su relación en términos personales.

​"Y tú me has enseñado que la ambición no tiene que ser fría," respondió Valeria. "Me has dado la confianza para enfrentarme a una sala llena de tiburones. Este éxito es nuestro."

​Mientras hablaban, Damián recibió una llamada. Su rostro se ensombreció de inmediato. Se disculpó y se alejó para tomarla. Valeria observó cómo su expresión cambiaba, volviendo al ejecutivo tenso de la oficina. Cuando regresó, la alegría se había ido.

​"Lo siento, es de la oficina," dijo, su voz tensa. "Parece que la presentación de hoy, aunque fue un éxito, ha levantado algo de polvo en la central. Me necesitan de vuelta antes. Tenemos que tomar el primer vuelo de la mañana."

​Valeria sintió un escalofrío. El 'polvo en la central' solo podía significar una cosa: los rumores y su viaje juntos habían llegado a los oídos equivocados, probablemente de algún ejecutivo rival o superior celoso. La realidad de su situación golpeó con fuerza.

​"¿Hay algún problema, Damián?" preguntó ella, la preocupación nublando su euforia.

​"No es tu problema, Valeria. Es mío. Y voy a manejarlo," aseguró, aunque su mano agarraba el vaso con demasiada fuerza. "Pero necesito que entiendas algo. A partir de ahora, de vuelta en la agencia, volvemos a ser jefe y empleada. No me preguntes por lo que escuches. Por tu bien, necesito que te mantengas completamente al margen de cualquier problema que esto me cause."

​La declaración fue un balde de agua fría. La noche íntima se disolvió en una urgente necesidad de autoconservación. Valeria asintió, aunque el miedo y la decepción se arremolinaban en su estómago. El éxito tenía un precio, y la sombra de la agencia ya se cernía sobre ellos. El sabor del triunfo se había vuelto amargo.




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