El estudio se cubría por una penumbra provocada por la aparente oscuridad del exterior. Los rayos de luz estaban ausentes por las altas horas de la noche. Todas las telas estaban en su almacén, las sillas en sus escritorios y las luces apagadas, bueno, excepto una, que aún permanecía caliente en un rincón del estudio.
Ji-iu se terminaba de colocar la bufanda, observando el destello de luz que aún yacía encendido. Se aferró al bolso que tenía colgado al hombro y se encaminó hacia ese rincón.
Cuando pasó la columna que no le dejaba divisar el origen de la luz, se asombró al ver a la única cabellera rubia que trabajaba en el lugar.
Se preguntaba por qué el jovencito aún se encontraba allí, sentado en su escritorio, realizando lo que parecían ser bocetos. Al estar a su lado, no quiso perturbarlo, por lo concentrado que lucía. Además, parecía que no había notado su nueva compañía.
Después de un par de segundos, el joven se reincorporó en la silla y estiró los brazos al cielo.
—¿No crees que es muy tarde para seguir trabajando? Solo quedo yo.
—¡Ahh! —exclamó, soltando un pequeño grito mientras se llevaba las manos al pecho—. Ji-iu-shi… —Se frotó los ojos y miró su reloj—. Perdí la noción del tiempo, disculpe.
Ella sonrió levemente.
—¿Quién se disculpa por trabajar de más? Bueno… ¿y qué estabas haciendo? Veo que tienes manchas de carboncillo en todas tus manos. ¿En la universidad no te dijeron que eso podía manchar el papel?
—Ah, sí… —dijo, viendo el boceto en el que había estado trabajando.
—Tranquilo, no es un reproche. Míralo como un consejo de tu superior.
Aún con la mirada clavada en su boceto, Liam dijo:
—Es un boceto, no es nada importante.
—A ver, déjamelo ver.
Liam, con manos temblorosas, le pasó el boceto casi terminado.
Ji-iu hizo una mueca y se puso una mano en la barbilla. Luego extendió el papel para verlo desde otro ángulo. Emitió una pequeña risa.
—Es muy europeo. —Miró a Liam, y al verlo un poco desalentado, quiso corregir su comentario—. No digo que esté mal, es solo que no va con tu estilo de vestir ni con lo que normalmente hacemos aquí. Pero me gusta. Si esto es solo un boceto, ¿cómo sería una colección completa? Tienes talento, muchacho. —Al ver la sonrisa que se había instalado en el rostro de Liam, se alegró de haber decidido ser más sincera, aunque hubiese adornado un poco su opinión—. ¿Cómo harías la pañoleta?
—Cortaría un cuadrado de seda blanca, crema o hueso. Luego haría los bordes y los decorados… estaba pensando en pintarlos con acuarela textil o algo que me dé un acabado suave y difuminado.
—Tienes visión. ¿Así es con todo lo que diseñas?
—Algo así, pero por lo general no dibujo algo que no sepa cómo hacer. Aunque hace un par de meses dibujé algo, y hasta tuve que pedir ayuda a mi profesora, yo ya graduado.
—Debes haber entablado una bonita relación profesor-alumno para tener la confianza de pedirle ayuda.
—Sí.
—Debería irme, y deberías hacer lo mismo.
—Ah, sí. —Liam se levantó de su asiento y empezó a echar sus cosas en el portafolio.
—¿Te espero? —preguntó Ji-iu.
—No, no hace falta. Cuídese.
—Que tengas buen fin de semana.
—Gracias. Adiós.
—Adiós —dijo, dándose la vuelta y desapareciendo en la oscuridad del salón.
El domingo, muy temprano en la mañana, sonó la alarma del celular de Liam. Una pequeña melodía para nada estresante, según él.
El rubio, aún adormilado, estiró el brazo para agarrar el celular que reposaba en la mesita de noche. Apagó la alarma y se puso las pantuflas. No tuvo necesidad de encender la luz porque ya tenía programado que se encendieran con la alarma.
Abrió la puerta de su cuarto y caminó hasta el baño del apartamento. Debía bañarse, sobre todo por el lugar en el que, horas más tarde, se encontraría.
Al salir del baño, con una toalla atada a la cintura, vio a su hermano y a Mason (un amigo de la infancia —personas con las que vivía— preparando el desayuno en la cocina.
—Liam, ¿seguro que no quieres ir solo? Solo me levanto un domingo a las cinco de la mañana porque eres mi hermanito.
—Mira si me piden una foto. ¿Sería bueno salir con todas mis cosas porque mi hermano no me quiso acompañar?
—Está bien, señor celebridad —dijo su hermano con tono sarcástico.
—¿Vas a querer frijoles o solo huevo revuelto? —preguntó Mason mientras batía cosas en un bowl.
—¡Te recomiendo que comas bien! —dijo Liam antes de cerrar la puerta de su cuarto.
—Ya oíste al niño. Dame tocino, los frijoles me hacen mal.
—Está bien.
Liam, en su cuarto, se puso una camisa y un short del mismo color. Se sentó en su tocador y buscó una imagen de referencia que ya tenía guardada en la galería de su celular.
Llevaba dos semanas practicando el maquillaje que debía hacerse: debía enfatizar los pómulos, las cejas y los ojos. Había nacido con una nariz recta y fina, por lo que casi nunca necesitaba un buen contour en esa zona, pero por otro lado tenía rasgos suaves, y en la mayoría de maquillajes masculinos para cosplays se necesitaban facciones más marcadas. Se preparó la piel y se aplicó la base como solía hacerlo.
El maquillaje era del personaje favorito de su juego preferido. Llevaba meses planeando cuál sería el momento especial para usar el cosplay completo. Y pensó: “¿Qué mejor momento que una comicon en el país de origen del juego?”
Cuando terminó el maquillaje, se miró al espejo, convencido de su trabajo, y comenzó a estilizarse el cabello con una plancha y un cepillo.
Por otro lado, Bentley y Mason tenían una conversación algo reflexiva en la cocina.
—No hagas esa cara —le dijo Mason mientras limpiaba un poco de espinaca.
—Es que me siento como una niñera.
—Sabes que tus padres te dejaron quedarte para cuidar “a su niño preciado”.
Bentley se quedó en silencio, tomando un sorbo de su café.
Editado: 14.08.2025