¿Qué si me gusta ser ángel guardián? Es complicado.
Cuidar a una persona estando cerca muchas veces llega a hacer difícil y no lo hacemos bien, por lo que cuidar a una persona desde una Terminal y una pequeña oficina, es mucho peor.
Cuando me nombraron ángel guardián me sentí muy feliz. Sin embargo, cuando nació mi pequeña Ana, me asuste demasiado. Desde que ella abrió los ojos, mi misión inicio. Estuve ahí, fue increíble ver a la bebita que tendría que cuidar por el resto de su vida. Al igual que sus padres me dio nervios, temor y preocupación. Los tres éramos nuevos en esto, ellos como padres y yo como guardián. Así como ellos, no quería fallarle a esa personita que acababa de nacer.
Estuve a su lado en su primer llanto, su primera sonrisa, su primera palabra, su primer paso, su primera caída... En fin, siempre estuve ahí.
Sus primeros diez años fueron los mejores. Risas, llantos, jugar con muñecas, su inmensa imaginación, su locura, sus berrinches, el dolor de estómago por tanto reír. La protegí de esas pesadillas por las noches, la salve de todo peligro y la llene de mucha felicidad.
Verla crecer era parte de mi preocupación y fue a partir de los doce años cuando todo se salió de control. La separación de sus padres, el fallecimiento de su abuela y la pubertad.
Esas tres cosas solo fueron una parte.
Por las noches Ana lloraba constantemente, yo bajaba y me sentaba a su lado. Sabía que no podía verme y mucho menos escucharme; sin embargo, en su oído siempre le susurra que todo estaría bien, que tal vez se sentía sola, pero que yo estaba a su lado y nunca la dejaría. Me dolía mucho ver las lágrimas que recorrían por sus mejillas, me dolía más no poder hacer nada para evitarlo.
En su cumpleaños número diecisiete, fue cuando me di cuenta de que me había enamorado de ella. Ya no era la niña que amaba vestir a sus muñecas y tampoco era la adolescente fanática de una saga de vampiros, tenía a mis ojos a una chica madura, soñadora, risueña y muy hermosa.
Al principio estaba consciente de lo mal que era eso, yo no podía estar enamorado de mi ángel, me sentía sucio. Cuando pasaron tres meses, ya no había nada que me hiciera olvidar ese sentimiento. Al checar su futuro me salieron tres futuros posibles. En los primeros dos apareció el mismo chico, fue el tercero que casi hacia que mis alas se quedaran sin plumas, yo formaba parte de ese futuro.
Hable con Cristopher, le conté todo y se sorprendió, al igual que yo, no esperaba que eso fuera suceder. Desde ese día empezaron los problemas, uno de muchos fue con el ángel guardián del chico que aparecía en el futuro de Ana y que se convertiría en el amor de su vida.
Lo que todo lo arruino fue el accidente.
Pase medio año a su lado, esos días no los cambiaría por nada. Nunca llegue a imaginar que llegaría a despertar a su lado, que sentiría su calor y sus labios. Siempre lo diré, Ana ha sido uno de mis más grandes amores. Gracias a ella me di cuenta de todos los errores que había cometido y nunca podre agradecerle por haberme rescatado, por mi cabeza aún se viene el recuerdo de mi ropa y mis alas oscuras, aun siento el miedo que me produjo ese lugar.
Es cierto, al final no pude continuar siendo futbolista y no logre ser un chef muy reconocido, pero ser ángel guardián es un regalo que el Cielo pudo darme.
Y si bien, ese tercer futuro no ocurrió, verla feliz es lo que alimenta mi alma. Ambos sabemos que nuestras almas siempre estarán conectadas y habrá otra oportunidad en la que se unirán.
Ella es mi ángel guardián, la dueña de mi alma y mi corazón.