Entre tu Corazón y el Mío Libro 2

Capítulo 21. Ángel llorón

Inicio de la misión

05 de septiembre de 2002

─Ten un primer contacto con ella ─sugiere Cristopher.        

Miro todos los botones, pero no me atrevo a tocar ninguno. El botón uno es para los peligros, el dos para despertar, el tres es para los sueños…. No, ese es el seis, el tres es para la comunicación. Oh dios, estoy muy nervioso. ¿Qué se supone que tengo que hacer?

─Creo que se me olvido todo, no sé qué hacer ─confieso, Cristopher se queda atónico.

─No, no. Son los nervios, practicaste dos semanas cómo funciona todo el equipo ─masajea mis hombros─. Tranquilo, no va a pasar nada, los dos sabemos que puedes hacerlo. Recuerda que no lograras escuchar lo que dicen allá abajo si no logras comunicarte con tu ángel. Enfócate en Ana.

Me pongo a tararear una canción para que los nervios se me vayan, es lo que solía hacer cuando me ponía nervioso antes de salir a la cancha. Sin dejar de cantar presiono uno de los botones, en la pantalla me aparecen todas las maneras de comunicación para que elija una.

¿Debería bajar a la Tierra? No, puedo asustarla. Los bebes y los niños pequeños al tener una alma pura tienen la capacidad de vernos. Lo adecuado es que le envié una pluma. O claro, no puedo hacerlo porque no tengo alas.

«Tranquilo, no te desesperes y no te estreses».

Es que tampoco le puedo enviar una estrella porque tiene los ojos cerrados y los bebés solo ven formas y sombras. Esto es un caos y apenas lleva veinte minutos de haber nacido. Para poder escuchar sus pensamientos y lo que pasa a su alrededor necesito comunicarme con ella.

Cierro los ojos y me paso las manos por el cabello de una manera desesperante. Al abrirlos me encuentro con la mirada de Bryan desde su lugar, me mira con una cara divertida y eso me hace enojar, parece que le divierte ver mi nerviosismo y mi inexperiencia.

─Ignóralo, no vale la pena ─dice Cristopher, le hago caso y regreso mi mirada a mi ángel.

Una enfermera entra a la habitación y toma a Ana en brazos, está la lleva a los cuneros.

Pasa una hora.

Dos horas.

Cinco horas.

Y sigo sin comunicarme con mi ángel.

¿Por qué me cuesta mucho hacer una cosa tan sencilla?

Solo la veo dormir, mueve sus labios de una manera muy tierna. Esta niña me da mucha ternura, incluso hasta me dan ganas de tener un bebé; sé que es imposible, pero me gustaría saber que se siente cargar en brazos a una criaturita que lleva tu sangre y que en algún futuro te dirá “Papá”. Me da sentimiento solo de pensarlo.

─¡Dios mío! ─grita Martín detrás de mí haciendo que media oficina se asuste─. ¿Esa pequeña bolita es quien creo que es? ─se acerca a la pantalla─. Que ternurita.

─Ella es Ana, mi ángel.

─Tu misión ya inició. ¿Cómo te sientes? ─toma asiento en la silla vacía que está a lado de mí.

─La verdad no sé cómo explicar lo que siento. Llevo casi seis horas sentado aquí y no he logrado comunicarme con ella. Tengo que hacerlo para poder formar un vínculo entre ella y yo y lo más importante, para poder escuchar sus pensamientos.

─¿Los bebés piensan? ─arruga la frente.

─No al principio, pero necesito escuchar a las personas de su alrededor. En mi cabeza escuchare todo lo que ella escucha.

─Que locura, ya está me dan ganas de ser un ángel guardián.

Sería algo maravilloso los dos mejores amigos convertidos en guardianes.

A lo lejos veo como Bryan se levanta y se dirige a mi lugar. Mentalmente ruego para que no venga hacia acá, no le tengo miedo, pero sé que solo vendrá a dejar malas vibras y a atormentarme. 

─Felicidades por el nacimiento de tu ángel ─se cruza de brazos─. Una vez te lo dije y te lo vuelvo a repetir, espero que te tomes enserio este trabajo. Ser guardián es algo sagrado, por lo que te pido que no vayas hacer locuras ─dice eso ultimo mirando a Martín.

─Bryan, sé que desde del bachillerato no nos hemos llevado bien, ¿no crees que es momento de cambiar eso? Nos estaremos viendo muy seguido y puede haber la posibilidad de que nuestros ángeles se conozcan y sean amigos. ¿Qué te parece si comenzamos desde cero? ─me pongo de pie y estiro mi mano para que la estreche, no lo hace, a cambio se empieza a reír.

─Eres muy gracioso, pero lo pensare ─bajo la mano─. Por ahora solo preocúpate por saber cómo comunicarte con tu ángel. Nos estaremos viendo.

Finge una sonrisa y se da la vuelta para regresar a su lugar. Yo que trato de ser amable y él no es capaz de al menos estrecharme la mano, ese chico sí que debe odiarme.

Me vuelvo a sentar sin quitarle la mirada de encima.

─¿Por qué nos odia tanto? ─pregunta Martín echándole un vistazo a los botones─. Que yo recuerde nunca le hicimos nada.

─Cada vez que lo veo me pregunto lo mismo. En el fútbol era él el que ponía en mi contra a todos los del equipo, les ordenaba que me ignoraran y que me empujaran. En todo caso soy yo el que debería odiarlo y no lo odio, tan solo no me agrada.




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