Entre tu Corazón y el Mío Libro 2

Capítulo 26. Tres días

 22 de octubre de 2019

Día dos sin alas. Día uno con la loca de Martha.

Sandra nos encerró en un cuarto blanco. Solo hay dos camas, una mesa, dos sillas, un juego de mesa y un espejo. Esta habitación es “Anti-dones” por lo que no podemos atravesar la pared o usar magia para poder salir. Lo único que nos permitieron ingresar son nuestras tabletas, nos quitaron nuestras mochilas mágicas.

Llevamos aquí veinte minutos, Martha está enfrente de mi sentada en la cama y yo estoy sentado en la otra. Ya vamos para los quince minutos de lanzarnos una mirada asesina, si dejo de verla se va a burlar de mí por haberme ganado en el juego, yo lo hare si ella quita su mirada primero.

Pasan los minutos y termino ganando. Cada minuto se me hace eterno, no deberían de hacerles esto a los ángeles, es un sufrimiento.

Me levanto de la cama y comienzo a caminar de un lado hacia el otro. En mi mente estoy cantando para intentar que el tiempo se vaya rápido, tengo que cantar como veinte álbumes para lograr setenta y dos horas. Quiero llorar de la desesperación.

─¿Quieres parar de hacer eso? Me desespera verte caminar de esa forma ─hace una bomba con su goma de mascar y la explota, odio que hagan eso.

Me detengo y regreso a la cama porque yo quiero, no porque ella me lo ordene.

─¿Sabes qué? No pienso pasar setenta y dos horas contigo. ¿Quieren que arreglemos nuestros problemas? Está bien. ¿Por qué no empezamos haciendo una presentación de los dos y así nos conocemos mejor? ─le propongo.

No es que quiera conocerla, deseo que el lugar que le asignen sea al otro extremo de la oficina para no tener que volver a verla. Si quieren que nos llevemos mejor puede que conocernos sea un avance, está muy claro que ella y yo nunca nos agradaremos al cien por ciento.

─¿Una presentación como las que haces el primer día de clases? ─hace una cara de desagrado─. Eso es muy infantil.

─¿Entonces que propones? Se supone que nos encerraron aquí para que arreglemos nuestras diferencias y dado a que ninguno de los dos piensa disculparse por lo sucedido, al menos debemos pretender que vamos a intentar ser “amigos” ─hago comillas con los dedos.

¿Ser amigo de Martha? No, gracias. Amigos como ella y Bryan para que quiero enemigos.

─Está bien, pero en vez de una presentación opino que sean preguntas. No pienso delatar una autobiografía.

─Como sea. Tú empiezas.

Temo por cómo vaya a terminar esto. Los dos somos explosivos, me sorprende que llevemos media hora sin insultarnos.

─¿Qué fue lo que le paso a tus alas? Lo pregunto por curiosidad, no para burlarme de ti.

Ese va a hacer un problema, cualquier pregunta que hagamos no vamos a saber si es por curiosidad o como burla. Ya no me parece buena idea está dinámica.

─Probé un protector de alas. El ángel inventor conecto mal unos cables y el plástico se incendió junto a mis alas.

Se lleva una mano a la boca, está claro que intenta aguantarse la risa.

─Vaya, pensé que se te habían quemado por los cigarrillos que sueles fumar de vez en cuando.

Me quedo atónito. ¿Pero… cómo? Solo he fumado tres veces y a escondidas de todos. Martín y el ángel que me vende los cigarrillos son los únicos que saben que fumo. No me sorprendería saber que la odiosa me espía.

─¿Acaso me espías?

─¿Qué? ¡No! Bueno… solo una vez ─confiesa. Sus mejillas se tiñen de rojo─. Si vas a romper las reglas al menos deberías hacerlo bien, dos veces llegaste apestando a tabaco.

─¿A sí? Tú también deberías de tener cuidado, a veces desde mi lugar me llegaba el olor a licor.

Su boca forma una gran “O”. Al parecer ella y yo tenemos al mismo contacto que nos contrabandea cosas prohibidas. Una vez la vi empinándose la botella de licor. El Supremo debe de estar muy decepcionado por nuestros actos.

─Es tú turno ─señala con algo de enojo.

─¿Cómo es que llegaste a la Terminal?

Siempre lo he querido saber. No me imagino como es que termino aquí.

─Problemas con la bebida. Los jóvenes siempre ignoramos las advertencias de “no conducir en estado de ebriedad”.

No me lo esperaba. Los accidentes automovilísticos son unas de las causas más comunes por la que los ángeles terminamos aquí. Los autos junto al alcohol son una trampa mortal.

─Tú turno.

─¿Por qué tomaste un descanso del fútbol cuando era tu mejor momento?

─¿Mi mejor momento? Yo no lo creo, antes de mi descanso tuve pésimos partidos ─recargo la espalda en la pared. Aun me duele, pero no quiero ponerme la crema enfrente de ella─. Una de las razones fue por eso, porque no estaba jugando bien y me sentía cansado. La otra es porque quería estar en la cocina.

─¿La cocina?

─No muchos lo supieron, pero yo trabaje por dos meses en un restaurante. Aparte de ser futbolista yo siempre soñé con ser chef. Amo la cocina desde que tengo uso de razón.




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