Entre tu Corazón y el Mío Libro 2

Capítulo 42. Ángel Caído

02 de diciembre de 2020

Mis manos ya no soportan más. Es inútil estar aferrado a la rama y a la mano de Ana, haga lo que haga voy a caer. En mis pies siento el aire caliente, varias voces me llaman y una energía tira de mí.

Alonso… te estamos esperando…

Sé que tengo que abrir los dedos, sé que tengo que soltar su mano y sé que tengo que dejarlos. Una parte de mí le pide al Supremo que venga y me salve, otra quiere ya terminar con esto. Tal vez allá abajo no es tan malo, tal vez me esperan mejores cosas… Ay, por favor, ¿a quién quiero engañar? Sé perfectamente lo que me espera.

─Nunca te lo dije directamente, pero debes de saber que te amo con toda mi alma. Los besos que nos llegamos a dar hicieron que una parte de mi alma reviviera. Ser tu ángel guardián fue lo mejor que he hecho en mis dos vidas. Contigo viví más que cuando estaba vivo. Lamento decirte esto tan tarde. Gracias por haber sido parte de mí, no me olvides y no te pongas triste, no soportaría saber que lloras por mí.

─Alonso…

─Eso es todo, Ana. ─No dejo que continúe hablando, no quiero hacer esto más difícil de lo que ya es─. Te amo, mi pequeña.

─Y yo a ti.

Lo que hace no me lo esperaba, se inclina un poco y junta sus labios con los míos. Con ese beso me iré feliz, no necesito nada más. Ese beso siempre lo recordare, mis labios lo acaban de tatuar junto a los demás.

La veo por última vez. Quiero tener en mi mente su recuerdo. Veo sus ojos, su nariz, sus mejillas, sus labios, sus cejas, sus orejas, su alocado cabello… Cada parte de ella la guardo en mi cabeza, es el único lugar que me queda… mi corazón fue el perdedor en esta guerra llamada amor.

La primera mano que quiero soltar es la de Ana, es la más difícil ya que ella se aferra a mí con todas sus fuerzas. Me da miedo que termine llevándomela conmigo, si eso llegara a pasar nunca me lo perdonaría.

─Déjame ir ─le suplico.

─No, no voy a dejarte.

─Ana, tienes que dejarme ir. Ya no hay una solución, todo se acabó.

─No me hagas esto, por favor. Te necesito, te quiero conmigo.

Una de sus lágrimas cae en mis labios. Ya no puedo resistir más, ya no puedo. El infierno me espera.

─Estaré bien, cumpliré mi sentencia. Confió en que Cristopher te ayudara a buscar un nuevo camino y sé qué Juan Pablo cuidara de ti, él te ama.

─¡Quítenla de ahí! ─grita uno de los caídos.

Veo que se acerca, tengo que hacer algo antes de que le haga daño. Y pensar que todo comenzó por la idea de querer proteger y cuidar a una personita. Lo más seguro es que yo no nací para ser guardián, yo nací para ser un caído y ya llego la ahora de serlo.

─No me olvides.

Cierro los ojos y con el dolor de mi alma suelto la rama y luego su mano. Me voy de espaldas dentro del pozo. La velocidad a la que voy cayendo es sorprendente, conforme más bajo más caliente de siente el ambiente y el espacio va disminuyendo. Me golpeo con las paredes y voy girando sin sentido. Estoy entrando en desesperación.

Al golpearme contra un duro suelo comprendo que he llegado a mi destino. Por el golpe me toma varios segundos formular de la idea de intentar ponerme de pie. Las piernas me tiemblan y todo gira a mí alrededor. Me caigo un par de veces, pero sigo luchando hasta que logro estabilidad.

Observo mí alrededor. El suelo es muy rocoso e inestable, por todos lados hay volcanes activos y truenos y bolas de fuego son lanzados cada tres segundos. El cielo es rojo con toques anaranjados y negros.

Este lugar no tiene nada que ver con la Terminal B, es todo lo opuesto. Huele fatal y lo único que se escucha son explosiones y lamentos. Hay ángeles con alas negras en todas partes, unos están peleando y otros ya están tirados en el suelo retorciéndose de dolor o gritando por el fuego que los está quemando.

A pocos metros de mi hay un ángel tirado en el suelo, voy corriendo para intentar ayudarlo. Lo tomo de las manos, pero este se estremece y se hace bolita para intentar protegerse. Me ve a los ojos mostrándome todo el miedo que tiene, los cierra y se pone a llorar.

─Hey, tranquilo ─me pongo de cuclillas e intento volver a tomar sus manos, este se da la vuelta dándome la espalda. Ya entiendo porque esta así, alguien le arranco las alas─. No pasa nada, no voy a hacerte daño. ¿Cómo puedo ayudarte?

Mi pregunta lo sorprende y abre los ojos. El pobre está temblando, me mira pensando en sí debería o no confiar en mí. Le tomo las manos y le abro los dedos, con cuidado intento sentarlo. De la espalda le sale un líquido negro, es similar al que me salía en las heridas cuando me rascaba.

─Me llamo Alonso, acabo de llegar. ¿Cuál es tu nombre? ─aprieta los labios─. No pasa nada, confía en mí.

─Li… Liaaaam.

─Liam, es un placer.

Levanta su mano temblorosa y señala detrás de mí. Al voltear me llevo el peor susto de mi vida. Enseguida me levanto y me pongo delante de Liam para así protegerlo, él sigue sin soltar una de mis manos.

─¿No que no querías ser un monstruo? ─se burla el otro Alonso─. Solo mírate, eres todo un caído, pero en unas horas serás mucho mejor. Juntos vamos a ser muy poderosos, vamos a derrotar al Supremo y seremos los reyes de todo esto ─extiende los brazos, justo se escucha una fuerte explosión que hace retumbar todo el suelo─. Pero antes de poseer tu cuerpo, te hare pagar por todos los dolores de cabeza que me provocaste. ¡Caídos! ─chasquea los dos.




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