Entre Tu Mirada y La Mía

Capítulo 1


Fernando entretenido estaba calculando las variables imprecisas de la nueva subida de impuestos, apostador y mujeriego, era un empresario, centrado en las acciones de la bolsa, y además tenía uno que otro problema con el alcohol, el problema simplemente era que si se pasaba de algunas copas, se ponía un poco pesado. Miembro de la asociación de empresarios de la ciudad, Desde pequeño había soñado con ser lo que era hoy, lo único que el magnate no tenía era, Amor. 
Kiny era una chica dulce de ciudad, se la pasaba con sus amigos para arriba y para abajo, solo le gustaba estar de parranda, aunque con una visión clara de su futuro, llegar a ser un médico, como se lo había prometido a su madre. En varias ocasiones incumplía todas las reglas de la casa, pero lo hacía con inocencia y no con propósitos vagos, los estudios la tenían estresada, nunca antes tuvo tantos exámenes para entrar a la universidad, aprovecho para asistir a una de sus últimas fiestas en mucho tiempo. 
Ese día Fernando, agarro su carro palomera, y se fue a una de las tiendas de hortalizas que tenía en la zona residencial de la ciudad, la primera sucursal que abrió, y que se había convertido en una empresa importante con el pasar de los años. Llego sin avisar a nadie, y el gerente de la tienda, se sorprendió, y salió a recibir a Fernando, el empresario elegante, con uno de sus mejores trajes entro en el local. 
—Señor Hocking —Así era el apellido de la familia de Fernando— es una sorpresa tenerlo por acá, ¿Dígame  en que puedo ayudarlo?
—Solo vine a ver cómo están las instalaciones y a ver las hortalizas. La actitud de Fernando era fría ante los ojos de los empleados para conservar aquel estatus de superioridad, para que ellos no tomaran ninguna libertad. 
—Bueno pase, pase, le diré a los empleados que no  dejen pasar clientes. 
—No —Paro de inmediato al hombre— deje que los clientes entren y compren, quiero ver como atienden a la gente. 
—Si señor como usted diga. 
Pasaron algunos minutos en el local, y unos chicos entraron al local a comprar frutas. 
—¿Kiny que me dices, compramos uvas o melones? —Kiny estaba acompañada de Raúl y Karina, quienes estaban acompañándola para comprar algunas cosas, para preparar el coctel de la fiesta. 
—No sé solo  compremos algo y regresemos rápido, debemos hacer el bendito coctel antes de las nueve de la noche. 
Fernando se quedó viendo a la chica de pelo castaño oscuro, aquella que estaba con los demás muchachos, él se quedó a un lado de las frutas y la vio con disimulo. Se cruzó de brazos y empezó  ignorar el inventario que le estaba dando el gerente. 
—Kiny ya tenemos casi todo solo falta que busques una fruta. Busca una por la parte de allá. —Dijo Raúl mientras iba a la caja para pagar. 
—Voy. —Kiny fue directo a la sección de frutas donde estaban ellos. Buscaba una manzana. La chica busco con avidez entre todas las frutas. 
Fernando vio como la chica se acercaba, se puso un poco nervioso, como si su corazón latiera más rápido de lo normal. De paso estaba en aquella situación tan embarazosa, y el gerente tampoco cooperaba, ya que le dictaba nombres de frutas y hortalizas que ni siquiera sabía que existían. Kiny llego a donde estaba Fernando, ella miro al hombre con elegante ropa, pero no pudo ver bien su cara, pues estaba un poco oscuro. Más tenia facciones que a ella le decía que no era feo. 
Entonces ella estaba centrada en la carga de los compañeros pero no encontraba las manzanas. Busco por todos los lados de los estantes pero no las encontraba. Fernando vio que la chica era bella, que tenía como algunos veinticuatro años a lo mucho, era joven, muy joven para él, que casi rosaba los treinta y siete. Pero tampoco se negó en hablarle, brindándole apoyo en conseguir lo que tanto buscaba con entusiasmo. 
—¿Buscas algo chica? —El empresario quedo como un idiota, claro que buscaba algo, no iba a estar ahí solo para ver al gerente buscando frutas extrañas con forma de órganos del cuerpo humano. Kiny al escuchar la voz del hombre, gruesa y bien entonada, con aquellos toques que le hacían pareces que estaba hablando con un locutor de radio. Se giró de talones y miro a la cara al hombre, pero seguía sin poder distinguir sus facciones de la cara, por la oscuridad.
—Las manzanas— Respondió con su más dulce voz.  
Fernando estaba parado en frente de las manzanas por eso nunca las veía, sin razón el empresario se echó dos pasos para atrás, y miro las manzanas. 
—¿Cuantas necesitas?
—Media docena. —Respondió ella rápidamente. 
Fernando como si fuera una orden busco las seis mejores manzanas de aquel estante. Las más jugosas, rojas y sanas que podían haber en la tienda. Las metió en una bolsa y después se las entregó a la chica, que esperaba con los brazos detrás de su cuerpo. 
—Aquí esta, media docena de manzanas, —Fernando dio unos pasos adelante para darle las manzanas a la chica, y salió de la oscuridad de los estantes. Ella pudo ver el rostro del hombre, y le pareció muy atractivo, ella como pudo recibió la bolsa, pero había quedado muda cuando el hombre salió de esa oscuridad. El hombre era mayor que ella, pero estaba conservado, no tenía arrugas, olía a un perfume caro y con buenos detalles en los ojos, que eran entre grises y marrones. 
—Gracias— dijo con voz quebradiza y mientras volvía rápidamente a la caja para pagar.
—De nada chica —Respondió Fernando. Mientras veía como se alejaba de él. 
Saco un billete de cien dólares, confundiéndolo con uno de diez, y lo puso con rapidez en la caja, tomo una bolsa y metió con rapidez las frutas y hortalizas que habían comprado, y salió como un cohete dispara del local.  Fernando se percató de que la chica no había llevado su cambio. 
Karina estaba preocupada por la actitud de la chica, más cuando los saco a rastras de la tienda. Las bolsas estaban en los brazos del pobre Raúl que cargaba con todo, mientras que Karina desconfiaba de lo que había hecho ella. 
—¿Que te robaste Kiny?
—No me robe nada. 
—¿Entonces porque salimos como corredores de atletismo de la tienda?
—Porque nada. —Karina vio a la cara a Kiny y noto que estaba roja como un tomate. Aprovechando que ella estaba adelante, le agarro las orejas. 
—Oye suelta mis orejas. 
—Tienes las orejas calientes, estas nerviosas ¿dime porque?
—Nada chica nada, hazme caso. —Kiny se negaba a decirle a sus amigos que el hombre del traje era el más atractivo que había visto por ahí y que además le había conectado una sonrisa, que a ella la hizo estremecer. 
—¿Oigan seguro que ninguna de las dos se robó algo? —pregunto Raúl, cansado por cargar las pesadas bolsas. 
—Sí. 
—¿Porque dices eso Raúl? Dijo Karina.
—Porque el hombre de antes, nos está siguiendo. 
A Kiny en ese momento se le paro el corazón y un silencio abrumador entro en la cabeza de la chica. Karina miro a ver si era el mismo hombre, y confirmo que si era el mismo. ¿Qué hacia ese hombre persiguiéndoles? Acaso era un acosador, Kiny impaciente y con el corazón confuso, miro para atrás pensando que era alguien más y que no era el mismo hombre.
—Si es el mismo hombre de antes. —Dijo Karina con las manos en los ojos. 
Kiny miro por necesidad y a la distancia vio una mancha de color gris, el color del traje que usaba el hombre. La chica se volvió a poner como estaba antes de girar y entonces empezó a correr. Avergonzada cerró los ojos, y se puso aún más roja, mientras que Raúl y Karina la perseguían. 
Fernando había visto, que la chica había dejado, un billete de cien, y que la cuenta apenas se cerraba en diez dólares, así que fue a buscar a la chica para regresarle esos cien dólares, que tal vez eran para comprar otras cosas más importantes. El empresario no sabía porque lo estaba haciendo pero esa chica era muy linda, eso era todo lo que sabía. Le hizo varias señales mientras le seguía, mas ellos no entendieron bien y no paraban. En medio de dos minutos de caminata vio que el grupo empezó a correr y la chica desaparecía entre sus ojos. Cosa que él no iba a permitir tan fácilmente. 
—Diablos porque corre. 
Fernando aunque con poca intensidad física, también se puso al trote. Repitiendo en su cochambrosa mente <<Un paso adelante>>  el siguió corriendo con todo lo que tenía, aunque los jóvenes le ganaba por lotes, ellos eran más rápidos, mas Fernando siguió corriendo hasta que se acercó un poco.
—Kiny, ¿porque corremos? ¿Qué te robaste? —Preguntaba Raúl inspirado en su trote con peso. 
—No me robe nada, —Su respiración casi no la dejaba hablar. 
—¿Entonces porque corremos de ese hombre?
—Pues por nada, solo piérdanlo, sepárense y nos vemos en la casa en una hora. 
—Bueno. 
En la próxima encrucijada, los chicos se separaron Karina se fue por la derecha, y Raúl por la izquierda, Kiny se fue por un callejón, pensando que ya había perdido al hombre. Entonces redujo el paso, para descansar un poco por sus pesadas piernas después de aquella carrera, ahora en su mente, pensaba por qué se echó a correr, no era normal en ella, que se escapara de un hombre que le llevaba más de la mitad de su edad.  Se llevó las manos a la rodilla y bajo su cuerpo para descansar sobre la acera. 
<<Diablos, porque lo corro a un hombre mayor que yo, esto no es propio de ti>>
Después, en menos de dos minutos Fernando llegaba detrás de ella, y Kiny volvió a correr, esta vez corría más fuerte que antes, quería perderlo definitivamente, así que uso su juventud para hacer una jugada que la haría ganadora, con algo de agilidad empezó a hacer Parkourt sus movimientos eran agiles y paso dos elevaciones de manera perfecta, Fernando quedo impresionado, al ver como la chica saltaba por las paredes, pero el igual seguía su ritmo aunque un poco más lento que el de ella. 
—Diablos donde aprendió eso, ¿es la chica maravilla o qué? —Una señora que pasaba miro extrañada al empresario. 
Fernando vio que estaba alejándose mucho de él, entonces decidió volver a echarse a correr. La forma física del empresario era muy inestable, nunca salía a correr, mientras que Kiny era rápida como el viento. Todo por un billete de cien. Ahora el empresario pensaba en la negligencia y quedarse el resto del dinero. Pero se sacudió la cabeza con los brazos, pensando en que así no lo habían criado.
Kiny paso por una de las calles más llenas de la ciudad, la persecución se prolongó hasta la plaza central donde ella se sentó a descansar en una de las pequeñas banquitas. 
—Diablos porque le corro a un vejestorio. —Ella suspiro del cansancio— mejor será que me reencuentre con los muchachos y debería inventarme algo para explicar lo de la persecución. ¡Uf! Yo que no pensé que volvería a hacer Parkourt 
—Pues lo haces muy bien. —Fernando interrumpió a la chica apareció por el lado izquierda de la banca y se sentó junto a la chica. 
Kiny se sorprendió tanto que casi se le salen los ojos por la cuenca. Ella inmediatamente se puso en posición de defensa, como si el hombre la viniera a robar. 
—¿Qué pero cómo? —Dijo ella. 
—Fácil, gire a la izquierda, cuando pensabas que me habías perdido solo estaba dando la vuelta. —Giño el ojo derecho. 
—Pero, pero, pero —Hablo tan rápido que él pensaba que la chica era tartamuda.—  fueron como seis kilómetros. 
—Tres para ser exactos. Corrigió Fernando. 
Ella se asombró, a menos que fuera deportista no podría saber los kilómetros que habían corrido. Pero ella lo miro más detalladamente y la panza de conductor de maquinaria pesada decía lo contrario, además estaba tan sudado que su traje venia empapado. Kiny se ruborizo, se puso roja, mas Fernando no se dio cuenta que era por culpa suya, ya que pensaba que era culpa de la persecución. 
—¿Porque no te detuviste cuando te hice señales afuera de la tienda? Refuto Fernando.
—No es que. —Ella no sabía que decir—. La verdad pensaba que eras uno de esos corruptos que me iba a cobrar de más. —Fernando rio.
—Cómo crees, yo no soy así. Soy muy justo en los negocios.
—No me vas a revisar para ver si no te robe algo. 
—No. 
—¿Porque?
—Me basta con tu palabra.
—Pero puedo mentir. 
—Sí, pero mi abuela decía, que si una mujer linda te dice algo, eso es y tú ya dijiste que no. 
Como ese hombre podía ser tan relajado, como si nada pasara, o es que ella le estaba dando demasiada importancia a las cosas. Estaba roja, mucho Kiny parecía un tomate, pero nunca lo dejo ver, estaba seguro que si dejaba ver que estaba nerviosa el hombre que estaba delante de ella empezaría a pensar cosas raras. 
—¿Y para que me seguiste? —Dijo ella en su tono más cortante.
—O si verdad, se me había olvidado. Fernando de entre su traje saco un billete de cien— Toma tu compra era de diez, dejaste en la tienda un billete de cien. No vine a cobrarte de más, vine a entregarte lo que es tuyo. 
La chica vio el billete, no lo creía, su cara de impresión se plasmó con las hojas de cerezo que caían al suelo, estaba confusa, en primera instancia no le creyó, era imposible, el billete de cien no podía haberlo dejado en la mesa de la tienda. Debía estar en su billetera.
—No yo tengo mi dinero aquí. —Mostro la cartera— Debes estar equivocado. 
—No para nada, justo después de que saliste con las manzanas dejaste este billete. —El hombre era rígido en su postura no daba lugar para perder. Era un duelo de aptitudes incomprendidas. 
—Pero déjame ver. —Ella busco entre sus cosas— No puede ser. —Afirmo Kiny con asombro. 
—Lo vez no es mentira. 
—Si cierto deje el billete de cien. 
—Tómalo, vine exclusivamente para dártelo y vaya que me ha costado. —Fernando se acercó a ella con el billete en la mano. Otra victoria para el empresario, nunca perdía, siempre se salía con la suya. 
 <<Muérete Tragarme tierra, vete al Valhala. >> eran los pensamientos de la chica, quedo como una completa estúpida enfrente de aquel hombre de mundo. Era guapo elegante y debía tener pasta, cuando cargaba un traje tan fino. Incluso sudado él se veía de maravillas y si no fuera por aquella barriga un poco llena, podría ser el hombre perfecto para una mujer, ahora comprobaba que también era atento y legal, un hombre justo, que más podía pedir, o que más podía esconder aquel  hombre maduro que estaba detrás de la chica. Pero debía haber algo más, para la chica le pareció extraño que la persiguiera por la ciudad solo para entregarle un billete de cien. 
Claro era un hombre bueno, pero todos los sentimientos y cosas tienen otra cara, otro lado que no se podía ver, aunque Kiny vio la verdad en los ojos de aquel hombre, no podía confiar en él. Además ni sabía su nombre, cosa que no le importaba para nada, ahora lo que quería era salir de aquella embarazosa situación. O es que le colapso de pensamientos por la que pasaba le nublaba la mente, y por eso se produjo un instante de silencio. 
—Gracias, —Dijo ella con algo de timidez y con la voz quebrada. No lo podía mirar a los ojos ella se moría de vergüenza. Rápidamente para solucionarlo, Kiny se llevó las manos a la cabeza y se arregló un poco más sin que él lo notara, se sentó como una señorita en la banca, con las piernas y brazos cruzadas y la espalda recta, deslumbrando aquel aire de grandeza en la que se engrandece cualquier mujer al ser cortejada. 
Las cosas no eran lo mismo para el hombre, estaba en silencio, tal vez la chica estaba incomoda, muchas cosas podría pensar de un extraño que se le acerca solo para darle dinero, aunque fuera justificado, ahora solo se preocupaba en que ella de quien aún no sabía el nombre estuviera cómoda. Se veía fresca y relajada, con un leve rubor en los pómulos, su postura era recta, como la de una modelo, y un aire de grandeza la recorría de pies a cabeza, él podría creerse que era la mujer más bella del mundo, lo único que se lo impidió, fueron los vaqueros desajustados que llevaba puesto, ese vaquero la hacía ver inmadura y en ocasiones una hippie. 
Fernando deslizo el billete hasta las manos de la chica, y se lo dio justo en las palmas de sus manos, la chica estaba cálida y había un leve sudor en sus manos, las manos de la chica eran dulces, así las definió, eran una mezcla entre una almohada y una nube suaves y blancas donde cualquiera podía perderse por el resto de su vida, las cosa era que ese contacto solo duro unos segundos, amargando al empresario, él quería pasar toda la vida así. Pero las cosas no son siempre como  uno quiere y pasando por alto varias cosas imagino la vida perfecta al lado de ese chica con la cata sucia. Un poco desarreglada pero que con un poco de esfuerzo sería la más bonita de la ciudad. 
Kiny sintió las manos cálidas del hombre, y no le disgusto tenerlas encima, hasta fantaseo un poco con esos dedos paseando por algunas partes de su cuerpo. Dibujándola con agiles y placenteros movimientos. Pero eran patrañas un hombre de esa categoría estaba fuera de su alcance, y seguro estaba casado, pero aun así le causaba muchos sentimientos encontrados, y como porque se ponía nerviosa con solo el acto de presencia. No se lo podía negar las cosas para ella con ese hombre se estaban poniendo extrañas. 
—Pero ¿dime porque te diste el lujo de  venir desde la tienda hasta acá solo para darme un billete? debes ser un hombre ocupado. —El se rasco la cabeza.
—Pues sí, pero si los necesitaba para algo más importante. 
—Bueno me estas regresando la pregunta. 
—No pero es que debes tener mejores cosas que hacer que solo comprar fruta. 
—Pues sí. —Titubeo. 
—Entonces si necesitabas el dinero para otra cosa que fuera de mayor importancia como una medicina o comprar otra cosa por el estilo no la ibas a tener. —A Fernando no le gustaba dar explicaciones.
—Pero saliste de tu rutina solo por esto. —Mostro el billete. 
—Aunque parece poco, si lo necesitabas para algo mayor ibas a estar en apuros al no tenerlos. 
—Buen punto pero… —Kiny se quedó sin argumentos.  
—Se lo que intentas decir, pero no soy así, no soy tan mala persona, aunque la gente me vea solo como un empresario que tiene dinero, pero es que el dinero no lo compra todo en la vida. 
Ahora a Kiny le agradaba verlo hablar, esas palabras y la confianza con la que las decía, volvían al hombre mucho más atractivo. El hombre se había convertido en un sueño para ella, las cosas se desbloquearon. O fue que el rio caldo de la chica se abrió, o simplemente era el calor de la plaza mezclándose con los efectos de una clara deshidratación. Algo paso en el cuerpo de la chica, mas después de esa declaración las cosas cambiaron dentro de ella. tal vez el hombre le hablo con tanta sinceridad que su corazón no pudo resistirse y creando un efecto mariposa en la mente de la chica, causo un desastre total dentro de ella. Kiny tampoco podía definir lo que sentía, o lo que él le hacía sentir, era extraño como si no conociera sus límites, era precioso y a la misma vez raro, como un morbo por lo desconocido, anqué le parecía desconocido, como el resto del mundo.
—Oye chica y porque no estas con tus amigos, con los que venias de la tienda. —Fernando rompió todo silencio. 
A Kiny se le había olvidado por completo que debía encontrarse con Karina y Raúl, ya debían estar preocupados. Ella debía salir de ahí como un rayo para llegar a encontrarse con sus amigos. Kiny se levantó de la banquita rápidamente, y se despidió del hombre con una señal. Metió la cartera de nuevo en sus pantalones y salió corriendo. 
—Otra vez —dijo el hombre.
—Adiós empresario.  —Grito ella con un aire de felicidad. 
—¿Cómo te llamas? —Kiny paro de correr y dio un giro de talones, y puso sus manos en la boca, viéndolo a la distancia, donde aguardaba bajo la sombra de un árbol, grito con todas sus fuerzas. 
—Me llamo Kiny. —Y después salió corriendo. 
 




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