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Aurora recargo el tanque hasta el tope de gasolina con los litros que trajo Fernando y el amable empleado de la gasolinera, ahora tenía suficiente para terminar el viaje con éxito. El empleado después de hacer una revisión de la mini camioneta se fue de nuevo a su puesto de trabajo dejando a la pareja allí.
—Gracias.—Dijo Aurora.
—No me agradezcas. Ahora tenemos que ir a donde están las tumbas. —Ella afirmo con la cabeza.
—Y después iremos a la playa. —Intervino Michelle.
—Calla, ahora no vamos a ninguna playa. —Repico Aurora reprimiendo a Michelle.
Fernando parecía interesarle el viaje.
—¿Playa?—pregunto Fernando.
—Si es solo una idea tonta de ir a la playa de rio.
—Bueno es que tampoco es que sea tonta, las playas de la capital son muy buenas. —El afirmo con rotundidad.
—Si pero primero debemos llevarte a casa.
—Si pero luego podemos ir juntos a la playa. Ya que queda cerca de mi casa.
—Si.—Grito Michelle
—Aun no me he decidido, así que no se emocionen. —Aurora sonrió con intriga sospechosa.
—¡Ja!
Fernando estaba bien, ahora quedaba a mano con la chica, ella lo salvo una vez, y el la rescato también, quedaban completamente parejos, Fernando el resto del viaje observo por la ventanilla, los bastos prados de grama, parecían un valle italiano por donde había recorrido en caballo algunos años antes, cuando no pensaba ni siquiera en conocer a ninguno de ellos. Sonrió con parsimonia viendo aquel hermoso paisaje mientras llegaban a la casa donde estaban las tumbas de la familia de Aurora, ya faltaba poco para volver a la ciudad.
—Casi llegamos.—Alarmo Aurora.
El terreno había cambiado, ahora los prados se convertían en leves colinas, con algo de altura, y una cabaña se veía a lo lejos. Llegando a una parte del camino, en la carretera se interpuso un portón grande, era la entrada a la cabaña.
—Enseguida vuelvo.—Aurora bajo de carro y metió las llaves oxidadas en el viejo candado para abrir el vertiginoso y pesado portón, poco después lo abrió, volvió a subir al auto, y metió el carro para volver a cerrar el portón.—Ya llegamos.
Aurora termino el viaje estacionándose en un patio amplio con muchos árboles alrededor. En un empotrado de piedra en el piso, con una fuente bellísima en el centro del patio, la casa era de dos plantas, abajo tenia algunos ventanales y un corredor ancho mientras que arriba era más reducido y solo habían algunas ventanas pequeñas. Era una vista bonita.
—Esta es la casa Fernando.
—Es linda. —Afirmo él.
—¿Tú lo crees?—Volvió a afirmar— Bueno eres el primero que lo dice. O el primero que viene aquí en realidad.
—¿No traes a tus amigos?—Fernando contemplaba la vista de la que se había convertido en una casa tan exótica.
—Nunca la destruirían.
—¡Ja! ¿Así de malo son?
—Algo. —Aurora Hizo una leve pausa—. Michelle sube las cosas a los cuartos.
—Si.—La pequeña hizo caso a lo que estaba diciendo.
—Veo que la casa es espaciosa debes sentirte insegura cuando está sola aquí.
—No para nada, aunque este sola, eso me hace sentir segura, nadie más viene aquí, es lo me emociona. No estar en contacto con tantos seres humanos, es como vaciar la tasa que está repleta de problemas y más problemas. Ven vamos a donde están las tumbas.
—Enserio, ¿está bien que yo vaya?
—Si claro.
Enseguida ambos bajaron de la camioneta y Fernando siguió a Aurora por un sendero repletos de hojas de los arboles caídas al suelo por el cambio de temporada, así caminaron hasta pasar la casa por detrás y llegar a un pequeño campito, estaba debajo de la casa, ubicado a los pies de una colina, había que bajar un poco para poder acceder a él.
—Aquí es—Señalo ella a un pequeña puertecilla de metal.
—Oh sí que parece un sepulcro. Pero es lindo.
Habían rocas y también algunas lapidas, el espacio entre cada lapida era de algunos dos metros de largo, y encima del pequeño cementerio que albergaba apenas a diez lapidas, había un árbol, que por efecto de la naturaleza había sido doblado por la mitad, haciendo que el troco quedara para un lado, y para el otro las ramas repletas de hojas para el otro.
—Este lugar me parece familiar, en donde he visto antes algo así.—Musito Fernando muy bajito.
—Bueno, aquí están las tumbas por parte de mi padre, todos los integrantes de su familia, están debajo de nuestros pies.
—Si lo puedo ver.
—Traeré la cerveza para vertirla en donde está la tumba de mi padre.
—Bueno te esperare aquí.
Fernando espero a que la chica regresara con la bebida, estaba claro que estaba completamente viendo lo más profundo de las chicas, era la parte en donde muchos no llegaban, pero dadas las condiciones estaba claro que la chica le tenía confianza, el empresario tampoco era insensible, el pequeño cementerio le había partido el corazón, no corrían las lágrimas porque no quería hacerlo, pero recordaba lo duro que era para alguien perder a un ser querido, aunque sabiendo que a el lo pudieran estar velando en su casa, pensando que todos lo daban por muerto, claro aunque no era el caso, pero sentía la llama de la desolación en su corazón, mas al ver aquel pequeño valle dela muerte.
—Volví.—La chica fue muy rápido. Y pesco a Fernando sacudiendo el epitafio de algunas lapidas. La chica la verlo guardo silencio.
—Oh lo siento solo me deje llevar.
—No importa está bien. Traje la cerveza.
—Ok, saldré del cementerio para que estés asolas con tu padre, estaré en la colina por si me necesitas, —Él se acercó a aurora y puso su mano en el hombro—Toma el tiempo que quieras nadie te está apurando.—Lo decía por el.— bien estaré por allá.
—Bueno.—Fue lo único que Dijo Aurora.
Fernando subió hasta la parte donde la colina estaba más próxima a la casa, desde allí se sentó en una piedra, a ver lo que hacía Aurora, pendiente de cualquier cosa que pasara. Vio como la chica vertió la cerveza sentada al frente de una de sus tumbas, mientras que parecía secarse algunas lágrimas que caían por su cachete, poco después se levantó y pareció que dijo algo, cerró la puerta del pequeño cementerio y subió hasta donde estaba el caminando paulatinamente. Así poco a poco se fue acercando a Fernando con aires de tristeza pero también de desahogo, la brisa hacia mover sus cabellos finos. Completamente los aires eran de melancolía.
—Volvamos a casa.—Aurora musito sin quererlo.
—Bueno.—Fernando escucho perfectamente mientras la seguía a casa.
Más tarde entraron a casa, cuando lo hicieron cenaron un delicioso platillo que preparo aurora, más tarde quedaron dormidos.
El día de mañana llego rápidamente, tanto que ni tiempo de despedirse de la casa, les dio, pero al cabo de las tres de la tarde, pusieron rumbo a la ciudad como había dicho aurora ahora solo faltaba entregar a Fernando en su casa, para que la aventura terminara.
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