Hay cosas que no se dicen. Cosas que arden en silencio.
Miradas que rozan la piel sin tocarla.
Y deseos que, aunque se nieguen, se sienten como verdad.
Siempre pensé que lo tendría todo.
Una vida planeada, una novia perfecta, un apellido que abre puertas antes de que yo siquiera, toque la manija.
Pero entonces la vi.
No por primera vez, sino como si fuera la primera vez que miraba de verdad.
Caminaba con los libros abrazados al pecho, su cabello castaño cayéndole como una cortina de seguridad, su espalda recta, sus pasos firmes.
No me miró. Jamás lo hace.
Y tal vez por eso… no he podido dejar de mirarla yo.
Porque ella no me necesita.
Y eso, para alguien como yo, es lo más adictivo que existe.
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Editado: 14.08.2025