Entre Tu Mundo y el Mío

✨Capítulo 1

No encajo, pero brillo

Miranya

Dicen que los pasillos de esta escuela están hechos de mármol importado.
Que cada piedra pulida refleja la imagen de quienes caminan sobre ella como si fueran algo más que estudiantes: herederos, futuros CEO, políticos en pañales.
Y, sin embargo, cuando camino por ahí, no es mi reflejo el que más resalta.
Son sus miradas.
Susurros mal disimulados.
Juzgan sin saber cuánto he tenido que pelear para estar aquí.

Me llamo Miranya Duarte, tengo dieciséis años y no vengo de una familia con apellidos de revista. Mi beca no fue un regalo: fue sudor, lágrimas y noches en vela.
Y cada paso que doy dentro de esta escuela es una forma de decir: aquí estoy, aunque no me quieran aquí.

Mi cuerpo ocupa más espacio del que están acostumbrados.
Mis curvas, mis caderas, mis piernas gruesas y mi busto firme parecen molestar a quienes no soportan que una chica como yo no quiera encajar… y, aun así, resalte.

Pero me amo.
Y me respeto.
Porque mis padres me enseñaron que el espejo más importante no es el del baño ni el de la sociedad, sino el que uno lleva dentro.
Y el mío no me traiciona.

Paso junto a un grupo de porristas.
Me miran.
Ríen bajito.
Una de ellas —Luciana, creo— susurra algo a la otra. No me detengo. No me rompo. Estoy acostumbrada.
En cambio, sujeto con más fuerza mis libros y levanto el mentón.
No encajo, pero brillo. Y eso les duele.

Y entonces, lo veo.
Sair Montenegro

Capitán del equipo de fútbol americano.
Hijo de una familia de empresarios.
Prometido de Sofía Álvarez, la perfección embotellada.
Es alto, de espalda ancha, con el tipo de sonrisa que hace que el aire en los pasillos se enrarezca.
Y lo odio un poco por eso.
Por lo fácil que parece ser su vida. Por lo mucho que se parece a lo que juré no desear.

Pero cuando lo miro —sin querer, sin planearlo—
él ya me está mirando.

No es como otras veces.
Hoy, su mirada no es casual.
No es un desliz.
Es firme.
Directa.
Como si buscara algo.

Mi corazón da un pequeño salto.
Innecesario.
Tonto.
Involuntario.

Desvío la vista al instante.
No. No él. No ahora. No nunca.

Pero, aunque no quiera admitirlo…
hay algo en esa mirada que no se me va.
Como si me hubiera tocado la piel sin acercarse.
Como si, por un segundo, no fuéramos tan distintos.

Pero sé la verdad.
Él es Montenegro.
Y yo soy Duarte.
Él vive en un mundo de cristal.
Y yo vengo de uno construido a base de cicatrices.

Y aunque nuestros ojos se crucen mil veces…
yo no pienso dejar que lo que siento se convierta en algo más.
Porque en su mundo, chicas como yo no terminan con chicos como él.
Terminan rotas.




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