Entre Tu Mundo y el Mío

✨ Capítulo 5

No te confundas

Miranya Duarte

No podía concentrarme.
El resumen de macroeconomía estaba abierto en mi computadora desde hacía media hora y yo seguía en la misma línea.
Una y otra vez.

“Una empresa sin ética es una mansión construida sobre barro.”

Ni siquiera sabía por qué escribí eso en el informe.
Pero él… lo notó.
Lo leyó.
Y lo recordó.

Cerré la pantalla de golpe, como si pudiera apagar también el pensamiento que me venía persiguiendo desde la biblioteca.

—¿Estás bien? —preguntó Amalia, sentada al otro lado de mi cama con su cuaderno en las piernas y un lápiz en la boca.

—Sí. No —suspiré—. No lo sé.

Ella me miró sin juzgar, pero con esa expresión que me conoce mejor que nadie.

—¿Esto tiene nombre y apellido?

No dije nada.

—Empieza con "S" y termina con "air Montenegro", ¿verdad?

Me cubrí el rostro con las manos.
Ella se rió, pero no fue una risa divertida. Fue más como una alarma con música de fondo.

—Miranya, por favor dime que no estás cayendo por ese imbécil.

—No estoy cayendo —mentí—. Solo… hablamos. Un poco.

Amalia dejó el lápiz a un lado.

—¿Y?

—Y fue raro.
Fue… distinto.
No me trató como si yo fuera una intrusa. No se burló. Me escuchó. Hasta dijo que le gustó algo que escribí.
—¡Claro! Porque así empieza el guion, amiga —replicó ella, cruzando los brazos—. Te observa, se muestra “distinto”, se aparta de los demás, te hace sentir especial… y cuando ya te tiene enganchada, vuelve a su mundo como si nada.
—No creo que sea así —murmuré.

—¿Y tú crees que va a arriesgar su reputación por ti? ¿Por una becada? ¿Con Sofía mirándolo desde su trono de cristal?

Eso dolió.
No por cómo lo dijo.
Sino porque sabía que tenía razón.

—Yo no estoy esperando nada. Solo fue una conversación —dije bajito, bajísimo.

—¿Y por qué lo sigues pensando? —preguntó.
Su tono ya no era duro. Era suave, triste, leal.
—Mira, Mir… no te estoy diciendo que no vales. Tú vales más que todas las porristas juntas.
Pero esa gente… juega con otra moneda.
Con reglas que no están hechas para chicas como nosotras.

Me quedé callada.
Amalia nunca me hablaba así si no era importante.

—Te estoy diciendo esto porque te amo como hermana.
Y porque me dolería más verte rota por alguien que solo se sintió vacío por un rato.

Mis ojos se nublaron un poco.
No por tristeza.
Sino por la verdad.

Me levanté, me acerqué a ella y apoyé mi cabeza en su hombro.

—No voy a dejar que me rompa —susurré.

—Más te vale. Porque si lo hace, juro que voy y le rompo yo algo.

Ambas reímos, y por unos minutos todo pareció más simple.

Pero en el fondo de mí…
algo seguía latiendo.

No era enamoramiento.
No era ilusión.

Era esa maldita duda:
¿Qué pasaría si esta vez… no fuera un juego?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.