Entre Tú Stand y El Mío

Capítulo 12

Al caer el otro día Sindy se levantó con apresurados ánimos para ir a la tienda, no sin antes darle un beso en la frente a Sander que aún estaba dormido. El chico se levantaba tarde, para que no se confunda dejo una nota y una carta en la mesilla de la mesa. Después fue rápidamente a la tienda. Cuando llego al centro comercial se dio cuenta que estaba muy desarreglada, cosa que no pudo hacer por falta de tiempo. Ahora aprovecho el cubículo del baño de la tienda para después maquillarse. Después de maquillada se dejó caer en la silla para empezar a rellenar formularios retrasados por el día de ayer. Entonces no tardó mucho en presentarse una calamidad.
—Vicente. —El chico había entrado a la tienda y traía consigo una corona y una banda—. ¿Qué es esto?
—Te busque ayer pero no estabas. Te nombraron la reina de la fiesta. 
—¿Qué?
—Si como escuchas. Eres la reina. —<<Lo que me  faltaba>>pensó Sindy en el momento.
—Pero Vicente estoy lesionada.
—¿De que hablas Sindy?
—Si me lesione el tobillo ayer.—Sindy levanto el pie un poco para que viera la venda.
—Una esguince—Tenia un ojo medico el físico culturista.
—Si eso dijo el doctor.
—Espero que te mejores rápido.
—Siento no poder ir.
—Tranquila—Lo dijo con un tono gentil—.Oh entonces nos quedamos sin reina. — Dijo con tono melancólico.  
—No pues yo podría ser la reina pero solo iría por unas pocas horas.—<<Ahora que estoy diciendo>>
—Sería maravilloso, pero estas lesionad mejor que no.  
—No espera. Si puedo moverme un poco vez. —Sindy dio varios saltitos pequeños en la misma zona. 
—Entonces parece que si iras.
—Sí.  —Dijo con hipocresía y una sonrisa falsa<<No>> pensó al mismo tiempo en su mente, pensando que era la idiota del año. Porque no podía ser más mala.
—Entonces te dejo las cosas por acá.
Vicente dejo las cosas en la mesa, y después se fue a la su stand perdiéndose entre el resto de tiendas, Sindy por su parte puso los brazos y cabeza en la mesa. <<Estoy acabada>> pensó sin ánimos. Enseguida en el mismo instante sonó su celular. Ella busco en su bolsillo y lo puso en la mesa después de eso vio el mensaje. 
—Hola querida Sindy. Tu Madre está bien. Vengo para decirte que haremos una fiesta a finales de verano, debes venir va a estar toda la familia. Tienes que traer a tu desconocido novio. Te queremos mucho hasta luego. 
Sindy se volvió a derrumbar sobre la mesa de la recepción. Aunque en realidad estaba destinada a ir a la fiesta por obligación ahora debía contarle a Sander que debían ir a esa fiesta de verano de su familia. Pero como llamándolo con la mente el chico apareció en el stand con una sonrisa monstruosa. Tan característica de siempre. 
—Hola Sindy. —Sindy puso una sonrisa en la cara para calamar aquel momento engañoso.
—Hola Sander. Si leíste la nota que te deje en la casa.
—Sí. —Sonrió con parsimonia. El chico traía una maleta pequeña del tamaño de un almuerzo en la mano aunque quería como esconderla entre sus piernas pero no pudo porque la chica lo vio enseguida y se dio cuenta de lo que traía, Sander era malo para esconder cosas o decir mentiras—. Te traje el desayuno.
—¡No! ¿Enserio? —Claro la chica nunca había sido galardonada con un desayuno preparado para ella. Sino que siempre hacia su almuerzo o comía en la cafetería que era más factible—. ¿De  verdad? —Sindy en portentoso animo se puso roja.
—Si es verdad lo hice para ti, ya que saliste muy temprano de la casa y no habías desayunado. 
Sindy no sabía que responder, se interesaba y preocupaba mucho por la chica, en realidad mucho. Sander no era como el resto de los hombres, debía ser porque no era de la misma edad de Sindy. Aunque ella no era una vieja pero tampoco tenía los quince años de vida. A sus 33 mantenía su forma aunque no iba al gimnasio y su vida era poco agitada. Cosa que a las mujeres le costaba. Será que así era su benevolencia hacia ella que le causaba que se preocupara por ella, o era lastima. Claro al verla con ojos llenos de lastima, de una pobre mujer que a los 33 estaba sola y solterona sin hijos y con una rentable empresa de cosméticos que daba muchos frutos debía ser un blanco fácil. No patrañas Sander había demostrado que no era así, además era dueño de una gigantesca empresa textil, que le iba a importar el dinero. 
—Toma se va a enfriar come ahora que está caliente. —Sander se echó dos pasos adelante y puso la mochila en la mesa. Ahora Sindy mantenía el silencio por dentro, pensaba en que las cosas eran inciertas, la sala de su stand se dividía en dos por la mitad, en la parte izquierda veía a un demonio que la estaba engañando con falsedad y reflejaba en sus ojos la locura. Mientras que en otro veía tal vez el hombre de su vida. Ahora la chica debía de decidir entre esas dos opciones para poder quedarse, con el infierno o el paraíso. Trago saliva en un momento y apretó los dientes con firmeza. 
—Voy a  comer —Dijo decida. Tomo la mochila la destapo y saco la taza llena de comida deliciosa, eligió el hombre, pasando por encima de su pasado—.¿Sander ya comiste?
—Si novia. 
—Ok novio. 
Sindy comió con lentitud disfrutando aquel manjar echo para ella, la verdad era como una moneda de oro aquel muchacho que le había caído del cielo, aunque en su pensamientos, vagaba una pregunta, los músculos de Sander no eran tan grandes, pero tenía algo de que enorgullecerse. Los ojos eran demasiado blancos y su piel poco quemada.<<¿cuantos años tendrá?>> era aquella icónica pregunta.  Mientras comía a mordiscos veía la silueta de Sander, —Este estaba entretenido en su celular buscando calzados de moda, de la competencia— <<28>> fue la primera impresión de la chica. <<No menor>> siguió pensando <<O menos>> su mente colapsaba en indecisiones. 
Sindy termino de comer pero no haría la pregunta que estaba deseando salir de su boca. Ahora ella debía descubrirlo por sus propios medios. Aunque las preguntas eran abundantes como las goteras de agua que caían en su ventana en un día lluvioso. 
—Sander —Sindy se recordó de la fiesta y rápidamente lo llamo con voz de alarma pego un brinco del asiento y se puso en pie con agilidad. Sander se impresiono hasta el punto que Sander soltó el teléfono pensando que le había pasado algo. 
—¿Que paso Sindy?—Sindy al ver la cara de preocupación de Sander quiso reír, pero se mordió la lengua aunque en su cara una mueca se dejaba ver. 
—No nada.
—Ah —Se quería volver a sentar.
—No espera. Si hay algo.
—¿Qué es?
—Mis padres llamaron esta mañana
—¿Si que dijeron?
—Debemos ir antes de que termine el verano nos tienen una fiesta.
—Oh. ¿Entonces qué haremos?
—No lo sé—Sindy tampoco sabía qué hacer, estaba en las dudas.
—Ya sé —Dijo Sander chocando sus puños entre si—. Compra un bikini. Iremos a la playa. 
—¿Qué?—A Sindy no parecía gustarle la idea. Y lo que era una mueca de felicidad se convirtió en una arruga de desagrado.
—Si como lo escuchas. Iremos a la playa. 
—¿Estás loco y los negocios? 
—Cálmate yo me encargare de eso, le diré a mi socio que mande a alguien para que los cuide. 
—No lo sé. Sindy se rasco la cabeza. 
—Mira si estamos fingiendo —A Sander le dolía esa palabra— ser novios, debemos de tener pruebas, algo que mostrarles a nuestros padres. ¿No? —Sindy afirmo con la cabeza—. Entonces que mejor excusas de que nos conocimos en una playa. Pero para ello necesitamos fotos, y esas fotos las vamos a tomar en la playa. —Sindy quedo impresionada la verdad tenía razón lo que decía el chico. 
—¿Es necesario el bikini?
—Si estamos en una playa no puedes ir en vaqueros.—Aunque Sander insistía porque quería ver el cuerpo de su chica.
—Bueno pero será algo tapado. 
—Eso no importa solo tiene que ser un bikini. Oye vengo después tengo que trabajar. 
Cumpliendo lo que decía Sander salió por la puerta y se desvaneció de la vista de Sindy por un rato. Aunque ella sabía que tal vez volviera a la casa en la noche, y con gusto volvería a dormir con ella en el sofá. Bajo al cuarto piso, en donde encontró algunos trajes de baño en promoción recién llegados desde América, hasta el olor era americano. Divago entre algo más abierto y alguna que otra cosa muy tapada, al final no pudo decidir nada y subió de nuevo indignada al piso cinco. 
Natalia estaba esperándola con los brazos cruzados en el stand, movía las piernas para arriba y para abajo como una niña de dos años. Cuando vio a Sindy se levantó de la silla. Y como si fuera a preguntar algo abrió la boca, más en un segundo la cerró y se quedó callada. 
—¿Que paso ahora Nathalia?
—¿Cómo te fue con Sander?—Sindy sonrió.
—Sí. Pues tengo que ir a la playa con él. —Nathalia soltó un grito  parecido a un chillido de un gato. 
—¿Cuéntamelo todo?
—Nathalia no creas nada que no es, lo hago por mis padres. 
—No. 
—Sí. —Nathalia parecía ser inclemente—. Tiene que ser por ti, no por tus padres. 
—Lo hago solo para que me dejen en paz. No por que sienta algo por ese muchacho. Entiende puedo ser su hermana mayor. 
—Ay tu pones muchos obstáculos. —Nathalia parecido disgustarse por aquellas palabras de Sindy y salió del stand con orgullo inmediatamente sin decir ninguna otra palabra. Sindy no trato de detenerla, solo miraba al piso con fijeza. Ella sabía que cuando se le quietara el enfado ella volvería. Solo serían unos días ella lo sabía de antemano. Después volvería con una sonrisa, así había sido siempre. 
Ahora ella estaba decidida a comprometer su amistad por aquel momento de paz, ¿Qué estaba en su alma? Quería estar sola de antemano, pero no por toda la vida. 
Sindy tomo su cartera y les dio el resto del día, a las chicas, llamo a Mariana y mando las cosas del traje de reina para su condominio. Pero ella no se montó en el auto, sino que se quería quedar en el centro de la ciudad un poco más. Aunque mariana se quejó por hacer semejante cosa en su estado actual. Pero la ignoro por completo. Camino sola por las calles portentosas y llenas de la ciudad. Llego hasta un pequeño parque, no era lo más bonito de la ciudad pero era tranquilo. Lo único que necesitaba para seguir. 
Soñando aquellos momentos de felicidad que creía en los cuales estaría para su edad, pero no todo se había convertido en una faena. La perfecta boda con el hombre apuesto y educado con algún título debajo de su brazo, o simplemente un príncipe. Sindy se sentó en una silla distante en la lejanía del parque, un árbol le cubría el sol no le daba directamente. Entonces puso su cartera a un lado de ella y recostó la espalda en la banca. Empezó a recordar su adolescencia. Su vida los últimos cinco años, desde que tenía conciencia propia de las cosas que no había olvidado. Aunque nunca se olvidaba del momento en que llego su primer cargamento desde china. Estaba retrasado y parecía que la habían estafado. Pero llego al final muy tarde pero era mejor. Así pudo empezar su mini empresa. 
Así paso el resto del día, divagando entre recuerdos hasta que se hizo tarde y decidió volver al edificio. Para no mojarse, parecía que una tormenta se venía. Tomo un  taxi llego rápido a la casa, subió por elevador, se quitó el chaquetón que traía y lo lanzo a un lado, estaba cansada y de una brinco se lanzó al mueble sintiendo cosas inexplicadas y con ganas de dormir. Pero no lo pudo hacer, casi en el mismo instante tres toques en su puerta retumbaron en la sala haciéndola levantarse. Pensó que tal vez era Sander. Abrió la puerta y… 
—¿Tu?—Dijo asombrada. 
 




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