Estaba de camino a la casa donde me harán una entrevista de trabajo para saber si soy apta para cuidar a una niña de condición especial y a la que su padre por el estrés de su trabajo no puede atender debidamente. Fue curiosa la forma en la que supe de este trabajo y es que una mujer de edad avanzada y elegante se me acercó en el supermercado cuando me encontraba hablando por teléfono con mi hermano sobre mi idea de trabajar de medio tiempo. Ella le ofreció un trabajo que puede adaptarse a mi horario de la universidad y espero que el pago sea aceptable.
Pero a juzgar por la fachada externa de esta gran casa el hombre padre de la niña gana realmente bien como para permitirse vivir en el barrio más privilegiado de Canadá. Tomé fuerzas y toqué el timbre de la gran casa. Tras unos segundos esperando, la misma mujer que me recomendó el trabajo es quien me abre la puerta.
La casa por dentro es aún más alucinante y ni hablar con los lujos que tienen estás personas. Techos altos de madera, paredes de un coral brillante y en un rincón de la gran sala de estar estaba un piano de cola negra, igual había una chimenea encendida con varios portarretratos encima.
—Ya la madre de mi jefe baja a recibirla. —. La elegante mujer se hace a un lado del sofá, mientras que yo estoy sentada a la espera.
Todo era mucho lujo y muy cuidado, sentía miedo de tocar algo y ensuciarlo con mis manos.
Bueno, de pronto por las largas escaleras baja una elegante mujer de hermosos cabellos rubios y con un vestido de gala azulado eléctrico acompañada de un hombre unos cuantos años más joven que ella.
—Bienvenida, yo soy la madre de Ciro Baker.
¿Baker? El apellido me suena pero decido ignorarlo.
—Yo soy Lena James.
Ella estrecha su mano con la mía y ambos tomamos asiento, incluido el hombre extraño que no me quita la mirada de encima.
—¿Tienes experiencia como niñera? ¿Has cuidado de niños antes? En tu currículum no lo encontré. —. Ella tenía en sus manos una carpeta que antes estaba sobre la mesita de centro en medio de nosotras.
—Es mi primera vez cuidando a una niña y pequeña. Pero me siento capacitada para el trabajo y estoy dispuesta a todo con tal me den el trabajo.
Ella me observa estudiando mis palabras y gestos y yo lo único que podía hacer era pedirle a Dios que me dé el trabajo y la confianza.
—Le hablaré de ti a mi hijo mayor y será él quien tenga la última palabra. De igual modo… puedes quedarte y ayudar a Dorothea, tomaré en cuenta tu desempeño de hoy.
Llevaba más de media hora sacando del desordenado closet de camisas del señor de la casa un montón de camisas arrugadas que primero deben ser lavadas. Aún llevaban impregnadas el perfume masculino del hombre. La habitación principal pertenecía al Señor Baker, era una alcoba espaciosa con un ventanal exageradamente grande que daba la mejor vista a un gran jardín trasero cercado. La cama era matrimonial forrada en sábanas de seda japonesa azul marino, el edredón grueso y calentito. Su baño parecía una habitación extra por lo grande que era, había una bañera en el centro, una ducha grande y dos tocadores grandes con su propios lavamanos y espejo.
Al cabo de un instante traía encima una cesta con más de quince camisas que lavar y planchar para después ordenar. Al paso me detengo en la habitación de la menor de los Baker quedando casi ciega por la cantidad de colores pasteles que tenía la alcoba. Era igual de grande que la de su papá, su cama era preciosa ya que estaba hecha en forma de castillo de princesas, sus sábanas rosadas y un montón de muñecas sueltas por todo el suelo a medio vestir.
Suspiré ya cansada.
—Y apenas son las once. —. Me recordé a mi misma viendo el reloj de la niña.
Me dispuse en limpiar su cuarto, cambiar sus sábanas por unas nuevas y ordenar, y vestir, a las muñecas. Abrí el closet de la niña viendo que solo vestía vestidos de muñequita americana con zapatos de charol muy lustrados, eran preciosos. En su pequeño tocador habían distintos lazos de diferentes colores y con diferentes tipos de pedrería. Media hora más tarde paso a la habitación del segundo de los hermanos.
Todo era de un azul marino igual a la principal, solo que está tenía decoraciones en blancos. Su cama era igual de grande forradas con sábanas de color esmeralda brillante y sus fundas también. El escritorio estaba ordenado y su laptop debidamente guardada en su forro, la cama estaba tendida y su ropa doblada. No había nada que limpiar aquí, el chico debe ser muy ordenado. Lo único que hice fue cerrar la ventana y correr sus cortinas, limpiar el suelo y cuando estaba por salir algo hizo eco en la habitación.
Temerosa me quedo helada con mi mano en la perilla, giré temblorosa mi rostro a un lado viendo como una libreta estaba tirada en el suelo, ligeramente abierta con una extraña brisa moviendo sus hojas.
—¿Hola?. —. Llamé y como era de esperarse, nadie respondió.
Tomé aquella libreta entre mis manos y dando vistazos en ambos lados comencé a leer lo que había escrito.
Querida yo.
Tal vez cuando leas esto aún no emprendes el viaje más turbulento de toda nuestra vida dónde amaremos, reiremos y lloráremos pero dónde también nos conoceremos a nosotras mismas.
Probablemente aún no sepas de lo que estoy hablando o a quien me estoy refiriendo solo quiero que sepas que todo será temporal. Aquella que tú creías que sería tu vida no lo es. Y recuerda; todo está escrito en la línea del tiempo, en el destino, en tu libro de vida.
Cuando pase no te asustes, solo recuerda que eres fuerte y podrás contra todo.
Atentamente, tú.
¿Tu?, ¿Yo?, ¿Qué demonios acabo de leer?.
Frunciendo el ceño devuelvo el libro a una estantería de dónde supongo debió caer para continuar con mis labores.
—Que pérdida de tiempo. —. Bufé dándole una última revisada a la habitación para hacer el ademán de salir.
Editado: 04.08.2025