Capítulo 7
Dominic
Era sábado, y para mi suerte no tenía ninguna reunión pendiente. El clima estaba agradable, de esos días en los que uno no sabe si salir a caminar o quedarse viendo fútbol sin moverse del sofá. Elegí lo segundo. Me acomodé en la sala con una cerveza fría y un partido de la Premier en la pantalla. Ni siquiera era mi equipo, pero necesitaba desconectar.
La casa estaba extrañamente silenciosa hasta que escuché la puerta trasera abrirse con un leve chirrido. Bailey fue el primero en aparecer, con su andar ligero y lengua afuera, seguido por Livie, que traía una mochila colgando de un hombro y una botella de agua medio vacía en la mano.
—Hey —saludó, pasando frente al sofá. Llevaba un short deportivo y una camiseta sin mangas, y el cabello recogido en un moño algo desordenado que de alguna forma se le veía bien.
—Hola —respondí, sin apartar la vista de la pantalla, pero consciente de su presencia.
Livie dejó la mochila en una esquina, Bailey se tumbó junto a la mesa de centro y ella se dirigió a la cocina. Escuché cómo abría la nevera, cómo servía agua. Luego, regresó y se quedó de pie detrás del sofá.
—¿Fútbol? —preguntó.
—Sí.
—¿Es importante?
—Depende para quién. —Me giré ligeramente hacia ella—. ¿Vas a juzgarme por disfrutar de cosas simples?
Ella sonrió.
—Para nada. Solo me sorprende que no estés viendo un documental sobre estrategias de inversión a largo plazo o algo así.
—Eso es para los lunes —respondí, y noté cómo sus labios se curvaban un poco más.
Livie rodeó el sofá y se sentó en la alfombra, cerca de Bailey, estirando las piernas.
—¿Puedo hacer ruido o el fútbol exige silencio absoluto?
—Mientras no cantes, estás bien.
Ella rió. Esa risa... no era escandalosa ni falsa. Era ligera, honesta. De las que no interrumpen, pero se quedan.
—Entonces te vas a perder de mi show principal —dijo, y comenzó a tararear algo que sonaba sospechosamente a Adele.
La miré de reojo, fingiendo molestia. Pero ella no se detuvo. Se recostó hacia atrás, usó a Bailey de almohada y comenzó a mover los pies como si estuviera en la playa.
—¿Siempre tienes esta energía un sábado? —pregunté.
—Solo cuando duermo bien y desayuno waffles —respondió con orgullo.
Me reí entre dientes.
—¿Y ese entusiasmo natural viene de serie o lo cultivas con meditación matutina?
—No medito. Lo intenté una vez y terminé haciendo una lista mental de compras. Me rendí.
Volví mi atención a la pantalla, pero no del todo. La notaba. No podía evitarlo. Había algo en su manera de estar en una habitación que te hacía notar su presencia aunque no hiciera nada extraordinario. Era como... ruido de fondo agradable.
—¿Qué hacías antes de venir aquí? —pregunté.
—¿Te refieres a mi vida entera o solo a esta mañana?
—Sorpréndeme.
Livie se sentó con las piernas cruzadas.
—Vivía con mis padres en un departamento cerca de la universidad. Estudiaba, trabajaba algunas horas como asistente de investigación, entrenaba a Bailey, y salía con mis amigas. Cosas normales. Y ahora estoy aquí, como vecina tuya, perdiendo juegos de mesa y compartiendo galletas con tu hermana.
—Técnicamente, tú ganaste el juego de mesa.
—Técnicamente, tú fuiste un pésimo guía.
—Te di una pista brillante.
—Brillantemente confusa.
Le lancé una almohada. Ella la esquivó con un gesto dramático y luego me la devolvió directo al pecho.
—Estás mejorando —comenté.
—Soy una amenaza en constante evolución.
Durante un rato, el silencio volvió. Livie se recostó de nuevo junto a Bailey y yo seguí con el partido, aunque ya me costaba más concentrarme. Había algo en esa escena —ella, su tranquilidad juguetona, su forma de hablar sin forzar— que empezaba a ser difícil de ignorar.
—¿Te gusta vivir aquí? —le pregunté de pronto.
—Sí. Es... diferente. Al principio pensaba que todos eran demasiado organizados, como si existiera una agenda invisible de cómo ser vecino. Pero es bonito. Hay paz. Y hay gente buena. Como Mía.
—¿Y yo?
Ella giró la cabeza hacia mí, con una ceja alzada.
—Tú eres... interesante.
—¿Eso es un cumplido o una observación clínica?
—Depende de cómo reacciones a la próxima pista en nuestro próximo juego de mesa.
Sonreí. No sabía exactamente qué lugar ocupaba Livie en todo este escenario, pero sí sabía que no era como las demás amigas de Mía. Había algo más.Un tipo distinto de ruido de fondo. El tipo que uno no quiere apagar.