Entre tú y yo

Sin Enredos

Capítulo 10
Dominic

Escuchar conversaciones ajenas no es algo que suela hacer, pero tampoco era mi culpa que la puerta estuviera abierta y que las risas de Mía se colaran hasta el porche trasero. Cerré el libro que fingía leer y me quedé quieto, como si moverme hiciera que ellas me notaran.

—...no sé, simplemente me bloqueé —dijo Livie, su voz con ese dejo suave que tenía cuando estaba nerviosa.

—¡Pero si el chico era lindo! —respondió Mía, entre risas— Te sacó a bailar, y luego se quedó ahí parado... ¡esperando!

—Exacto. Esperando. Y yo como idiota mirando a todos lados menos a él. No supe qué hacer. Fue horrible.

Hubo un silencio breve, y luego Livie volvió a hablar, más bajo:

—Nunca he sabido coquetear bien. Me pongo nerviosa. Siempre siento que estoy actuando. Como si fuera un idioma que los demás dominan y yo no.

No sé por qué me quedé escuchando. Tal vez por lo distinta que sonaba a las chicas que suelen rodearme. Tal vez porque, en esa inseguridad, había algo genuino que no esperaba encontrar en ella. O tal vez porque, en el fondo, me pareció... encantadora.

Y fue entonces cuando una idea ridícula me cruzó por la cabeza.

Horas más tarde, cuando Mía se fue a hacer una videollamada con sus compañeros de clase y Livie se quedó sola en el patio, aproveché para acercarme.

—¿Sigues frustrada por lo del chico en la fiesta? —le pregunté, saliendo con las manos en los bolsillos.

Ella giró hacia mí, sorprendida.

—¿Escuchaste todo?

—La puerta estaba abierto. Digamos que fue una filtración involuntaria.

—Genial —murmuró, bajando la mirada, claramente incómoda.

—Relájate. No me voy a burlar. De hecho… quería proponerte algo.

Alzó una ceja.

—¿Proponerme qué?

—Podría ayudarte. Con el asunto de los chicos.

Livie frunció el ceño, desconcertada.

—¿Ayudarme cómo?

—Entrenamiento. Como un curso intensivo de coqueteo, pero sin los clichés. Solo práctica, sin presión. Tú te sueltas. Yo te doy consejos. Como un simulador, sin consecuencias reales.

Ella me miró como si intentara descifrar si hablaba en serio.

—¿Tú me vas a enseñar a coquetear?

—No soy tan arrogante, pero tengo experiencia. Y tú dijiste que no sabías cómo actuar cuando alguien te gusta. Esto puede ser... útil.

—¿Y qué ganas tú con esto?

Me encogí de hombros.

—Diversión. Un experimento social. Y la satisfacción de saber que fui un buen samaritano.

Ella dudó unos segundos, y luego sonrió, ladeando la cabeza.

—Tiene que haber reglas. Si vamos a hacer esto, nada raro.

—Claro —respondí, alzando las manos—. Reglas. ¿Cuáles?

—Uno: no se vale confundir las cosas. Esto es un juego. Solo amigos.

—Perfecto —dije—. Dos: cuando uno quiera parar, se para. Sin dramas.

Ella asintió.

—Y tres: esto no sale de nosotros dos. Mía no tiene por qué enterarse de todo lo que te enseñe.

—Trato.

Chocamos los meñiques como si tuviéramos doce años, y ella soltó una risa nerviosa.

—¿Entonces qué, ya empezamos?

—Claro —le dije, apoyándome en la barra con aire casual—. Vamos. Haz como si me vieras en una fiesta. Te gusto. ¿Qué dices?

Livie me miró como si acabara de pedirle que saltara de un avión sin paracaídas. Se enderezó, se cruzó de brazos, y luego, lentamente, se acercó un paso.

—Hola —dijo, fingiendo seguridad—. ¿Eres nuevo por aquí?

—Fatal —respondí, reprimiendo una sonrisa—. Suena como si fueras un personaje de telenovela. Prueba otra vez. Natural. Como tú.

Ella rodó los ojos y exhaló hondo.

—Está bien. Solo dame unos días. Lo lograré.

Y mientras salía de la cocina con un leve rubor en las mejillas, no pude evitar pensar que quizá esta “ayuda” terminaría siendo más complicada de lo que esperaba. Pero también más interesante.

Y quizás, si lo manejaba bien, esto solo quedaría como una anécdota graciosa. Un recuerdo divertido.

Nada más.

O al menos… eso creía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.