Capítulo 12
Dom
No voy a romantizarlo: el primer beso fue práctico. Y punto. Como cerrar un trato con un apretón de manos, pero con más labios y algo de tensión contenida. Livie y yo éramos dos personas probando una teoría, no más. Eso me repetí.
Pero claro, el problema con las teorías es que a veces los resultados no salen como esperas.
Desde entonces, nuestras “prácticas” comenzaron a mutar. Al principio solo eran clases en tono de juego: cómo sostener la mirada, cuándo acercarse, cómo responder a coqueteos sutiles. Luego llegaron los videos compartidos, las bromas internas, y los mensajes nocturnos que nada tenían que ver con el tema. Y aún así, seguimos llamándolo ensayo.
Hasta que llegó ese viernes en el parque.
El plan era practicar interacciones en un ambiente abierto, menos controlado. Había gente alrededor, perros corriendo, niños gritando, pero en medio de todo eso, ella y yo estábamos sentados bajo un árbol como si el resto del mundo no hiciera ruido. Llevaba una camiseta ancha, unos pantalones anchos, el cabello recogido de cualquier forma. Nada particularmente provocador. Pero aun así… algo en su naturalidad me desconcertaba más que cualquier vestido ceñido.
—¿Te pasa algo? —me preguntó, después de que me quedé viéndola más de la cuenta.
Negué, rascándome la nuca. —No. Solo pensaba en... esto.
—¿Esto?
—Sí. Las clases. Las reglas. Todo.
Ella frunció un poco los labios, como si no supiera si debía reír o preocuparse.
—¿Y? ¿Quieres renunciar?
—No —dije rápido—. Solo me pregunto si todavía estamos fingiendo.
Livie bajó la mirada por un segundo. Luego la volvió a alzar, más seria.
—Yo… no sé. Me gusta estar contigo. Pero no quiero complicar las cosas.
Era una frase honesta. Directa.
Me incliné hacia ella, más cerca de lo que era prudente.
—¿Porque las complicaria somos dos adultos pasando bien juntos? —pregunté.
—¿Eso no rompería las reglas?
—Tal vez —susurré.
Ella me sostuvo la mirada, pero no avanzó. No se acercó. Solo esperó.
Así que fui yo el que cerró la distancia. Lento. Sin presión. Le di tiempo para echarse atrás, pero no lo hizo.
Nuestros labios se encontraron de nuevo, y esta vez fue distinto. Más firme. Más presente. No era un beso técnico, ni uno casual. Fue uno que decía "estamos cruzando una línea, y lo sabemos". No había lugar para risas incómodas ni para fingir que no significaba nada.
Cuando nos separamos, ella dejó escapar una pequeña exhalación. Como si hubiera contenido el aire todo el tiempo.
—¿Eso fue parte de la lección? —preguntó, con voz baja.
—Si tú quieres —respondí, sin dramatismo.
Livie desvió la mirada, sonriendo apenas. El rubor en sus mejillas la delataba, pero no dijo nada más. Y yo tampoco. No era necesario.
Después de eso, siguieron más “prácticas”. Algunas en mi auto, otras en su sala. Besos largos, silencios densos, miradas que duraban más de lo necesario. Pero no hablamos de lo que estábamos haciendo. Ni de lo que podía venir después. Era mejor así.
Porque, en el fondo, yo sí sabía lo que quería: que no se complicara.
Livie era dulce, sí. Hermosa también. Pero era la mejor amiga de mi hermana menor. No buscaba algo serio. No tenía tiempo ni cabeza para enamorarme de nadie, y mucho menos de alguien como ella. Solo necesitaba una distracción. Algo ligero. Sin dramas.
Y si Livie estaba de acuerdo con eso… entonces estábamos bien.