Entre tú & yo

Capítulo 14: Quédate por favor

No esperaba pasar mi fin de semana de este modo. Para nada.

Había estado pensando en organizar una salida a comer, invitaría a Kitana y por supuesto a Max e incluso había considerado la idea de pasar la invitación a Alfredo, no obstante; mis planes no salieron como quería. En lugar de encontrarme preparándome para la cena, he estado encerrada en mi departamento vigilando mi celular por si una llamada de Max aparecía en la pantalla.

Pero eso no sucedió.

También había estado tentada muchas veces en ser yo quien lo llamara, pero… es… difícil. El enojo que siento no desaparece, tan solo es opacado por la preocupación que siento. Estoy preocupada porque no he sabido de él en todo el sábado y, además, me siento como un completo asno al desperdiciar un día entero cuando él se marcha el lunes.

Se va… de nuevo. Mejor será que deje de darle vueltas al asunto pues la opresión en mi pecho amenaza con aparecer.

Apago el televisor. El programa español que he estado viendo por las últimas horas no ha sido para nada bueno. O quizá sí lo era, pero no le presté atención. Me pongo de pie y voy a la cocina. Son las nueve de la noche y no he cenado así que, para calmar el ardor de mi estómago, como una manzana verde junto a un vaso con agua.

Es curioso ver que, cuando realmente quiero seguir una dieta; no lo logro y ahora que ese no es mi objetivo, puedo pasarme el día comiendo como un presidiario o… como una víctima de secuestro.

Reviso una vez más el celular. Nada.

¿Está molesto? ¿Él? ¿Es en serio? Creo que la única que tiene derecho a estar enojada soy yo, además no hice nada para que Max se porte de esa manera. Él me mintió y yo sólo recalqué lo obvio, que él miente perfectamente. Es un espía, lo entrenaron para eso.

Ahora mismo mi enfurecimiento está aumentando por lo que si pensaba llamarlo para arreglar las cosas… No chica, ya no.

Acompañada de mi vieja laptop, me dirijo hacia el comedor. Se necesita de varios minutos y de unos cuantos certeros golpes para que el cacharro encienda, y cuando al fin lo hace, la pantalla se torna morada.

¡La mala suerte me persigue!

Muevo despacio la pantalla hasta lograr la inclinación apropiada para que los colores de la pantalla regresen a la normalidad. Listo.

Si no pienso llamar a Max y, al parecer; él tampoco a mí, entonces distraeré a mi mente de la situación y aprovecharé para encontrar la información que me falta. Abro el navegador y escribo una sola palabra: Australia.

Lo primero que leo no es alentador. En letras grandes y negras aparece la diferencia horaria. ¡Dieciséis horas! Dieciséis horas por delante…

- Espera… espera… - Me digo, tomando calmadas respiraciones. – Ni siquiera sé a qué parte de Australia Max irá.

Voy a la cocina por otro vaso de agua. Me siento frente a la laptop y comienzo a leer, abro varias pestañas e incluso veo videos sobre latinos viviendo allá.

Decido parar cuando el dolor en mi espalda baja se hace insoportable. He estado casi dos horas con la mirada fija a la pantalla, pero he leído bastante. Resulta ser que Australia tiene trece zonas horarias y las horas de diferencia con mi país dependen de en qué zona de Australia se encuentre Max; lo cual no lo sé aún, pero en promedio hay una diferencia de trece horas. Ese ha sido el dato más relevante que he hallado. También descubrí que las calles son de vías contrarias ya que debes manejar por la izquierda ¡Ah! Y el volante está del otro lado.

Cuando suelto el tercer bostezo, me levanto de la incómoda silla y me dirijo al cuarto sobando mi adolorido trasero. Me meto en la cama soltando un suspiro. El silencio y la oscuridad se tornan pesados, muy… intensos e insoportables. Salgo de la cama en busca de mi celular.

Y por si se lo preguntaban… No, no hay ninguna llamada perdida.

Conecto los auriculares y vuelvo a perderme entre las sábanas. Subo el volumen lo suficiente para callar mis propios pensamientos. No quiero revivir la pelea en mi cabeza, tampoco debo engañarme imaginando distintas escenas en las que Max y yo nos arreglamos.

¡Él tiene la culpa! ¿Verdad que sí?

Me destapo y estiro mi mano hacia el suelo. Rápidamente encuentro al panda y lo levanto hasta acomodarlo contra mi pecho.

- Max tiene la culpa. – Murmuro – Tú estás de mi lado ¿Cierto?

Muevo la cabeza del panda de forma afirmativa. Me acurruco con el peluche que resulta ser mi único aliado en esta pelea.

 

***

 

Está decidido. Iré a su apartamento.

Pasé gran parte de la noche cavilando del tema a pesar de la música rondando en mis oídos. Llegué a la conclusión de que comportarnos como tontos no solucionaría el problema, tan solo lo empeoraría y mucho más cuando era el último día de Max aquí.

No tenía muy bien pensado lo que haría, sólo tenía determinado ir. Iría a verlo, no cambiaría de parecer.

Es por eso mismo que el domingo me levanté a las nueve de la mañana, me salté la hora de la ducha, me vestí con una camiseta, unos jeans con unas sandalias de calle, tomé mi bolso y salí de casa. Me cruzo de brazos a la vez que tiemblo del frío.




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