Entre tú & yo

Capítulo 17: Septiembre

El primer mes de mi estancia en la ASIS trascurrió tan deprisa que por poco no noto el cambio de mes y es que el tiempo aquí parece llevar otro rumbo. Estoy consciente de que eso es imposible, está claro que para mí los minutos vuelan porque me la paso encerrado en este lugar; en esta jaula de oro. Sin embargo, no puedo quejarme, no cuando he aprendido tanto en tan sólo cuatro semanas.

Todos esperábamos recibir entrenamiento en idiomas, eso es un clásico en toda agencia de espionaje; lo que sí me sorprendió fue que dentro del programa se incluyera el educarnos en lenguaje de señas. Creo que fui el único quien se preguntó el por qué debíamos aprender ese tipo de lenguaje y esa misma curiosidad me empujó a buscar a una de las asesoras para sacarle información. Luego de unos días de conversar con ella y de pretender interés por su vida fuera de la agencia, finalmente me dio lo que realmente buscaba.

Dentro del programa se incluye entrenamiento para buceador de combate” Había dicho “Deben dominar el lenguaje de señas para que así puedan comunicarse entre ustedes bajo el mar”.

¿Buceador de combate? ¡Eso es perfecto! Será una estrellita dorada en nuestro currículum que llamará la atención de todas las organizaciones de inteligencia extranjera.

Quería tanto comenzar ya con el tema del buceo que me empeñé en aprender la dactilología al derecho y al revés, incluso, le pedía a Murakami que practicara conmigo cuando nuestra jornada del día terminaba. El japonés accedía porque compartía conmigo el interés por aprender el lenguaje de señas y además porque yo era el único de la habitación que hablaba su idioma natal. Murakami entendía y leía el inglés, pero el hablarlo le resultaba complicado y eso explicaba porque permanecía callado todo el tiempo.

¿Cuál era su nombre? Ya lo olvidé.

Cierro la llave y salgo de la ducha temblando. Hay agua caliente disponible, pero prefiero la fría. Tengo apenas ocho minutos para vestirme y salir corriendo al comedor antes de que cierren sus puertas. Antes ya me había pasado el quedarme sin desayuno por dormir otros minutos y era un sufrimiento soportar tres horas seguidas de clase sin un gramo de comida en el estómago.

Siete minutos.

Me pongo el jean y una camisa de deporte verde. Me calzo los mismos zapatos que he usado toda la semana y me seco el cabello con movimientos frenético de la toalla. Salgo de mi cuarto, pero al instante regreso al recordar mi celular.

Bien, hay un mensaje de Luisa.

“¡Hola mi vida! ¿Cómo van las cosas allá? De seguro ahora estás muy ocupado o estás durmiendo ¡No lo sé! Aun me confundo con eso de la diferencia horaria, ya sabes cómo soy. En fin, no hemos hablado en varias semanas y es parte por mi culpa, he estado liada en el trabajo y he salido tardísimo. Odio a mi jefe, pero a ti te amo y te extraño xo

“¿Mi vida?” Pienso con una sonrisa. Muy de repente Luisa me llama así.

Mierda, solo me quedan cinco minutos.

Lo siento por estar ausente estas semanas, la culpa también es mía. He pasado de una clase a otra, mi cansancio mental es de otro nivel. En cuanto llegues del trabajo, envíame un mensaje para llamarte”.

Pongo el teléfono en el bolsillo del jean y salgo de mi cuarto. En cuanto estuve a punto de cruzar la puerta hacia el área de los pasillos, uno de mis compañeros ingresaba. Es unas pulgadas más alto que yo ¿Cómo no? Si es ruso. Todos los agentes rusos que he conocido tienen el mismo fenotipo: Cabellera rubia, piel pálida, ojos de colores claros, altos y delgados…

Aunque este tal Mashkov tiene una barba negra que contrasta con sus cejas y cabellera.

- Полет быстрый старый ястреб (Vuela rápido viejo halcón) – Murmura.

Pasa por mi lado, mordisqueando un palillo para dientes. Avanza hasta dejarse caer en uno de los muebles del recibidor.

- Ты думаешь, я не понимаю, что ты шепчешь? (¿Crees que no entiendo lo que susurras?)

Invierto la mitad de uno de los minutos que me quedan para ver cómo el movimiento del palillo se detiene por el pasmo. ¿En serio este sujeto creía que nadie hablaba su idioma?

¡Cuatro minutos!

Corro por los pasillos iluminados por pequeños reflectores. Son las seis de la mañana y no hay luz natural y lo que se observa por el techo de vidrio es el cielo oscuro con unos cuantos puntos brillantes. Me encuentro con algunos agentes que regresan del comedor. Sus miradas no son optimistas al verme correr para alcanzar tan siquiera un pedazo de pan.

Entré al ascensor quedando atrapado por las puertas. Aquello no dolió, lo que sí me lastimó fue ver la puerta del comedor cerrada en cuanto llegué al nivel. Tuve que tragarme mi ira y regresar por donde vine. Apreté los puños y cerré mis ojos. ¿Qué comería ahora? En media hora debía estar en el otro edificio para comenzar con la rutina de mi día, pero no puedo concentrarme en mis deberes cuando el estómago me arde del hambre. Mi única opción es esperar siete horas hasta el almuerzo.

Las puertas del ascensor se abren mostrándome una vez más el laberinto de pasillos. Me dirijo hacia mi habitación con el ardor llegándome a la garganta al caer en cuenta que el ruso acaba de ganar.

Los pasillos se llenan de los pasos de los agentes que ahora caminan a la otra torre. Me dirigen cortas miradas al notar que voy en sentido contrario, pero su atención en mí no dura mucho. Es una pérdida de tiempo fijarse en lo que hacen los demás cuando hay asuntos más relevantes esperando.




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