Entre tú & yo

Capítulo 20: Una voz en el teléfono

- ¡¿Otra vez permiso?! – Grita mi jefe con voz arisca – Mijita se ha estado yendo de la oficina muy temprano ¡No está cumpliendo con sus horas laborales caramba!

- Pero estoy cumpliendo con mi trabajo, ya he terminado todo por hoy – Me aclaro la garganta y empleo un tono de voz más sumiso -.  Por favor, le pido esto para no tener que salir sola tarde en la noche. Es muy peligroso.

No sólo es peligroso, también altera mis nervios.

- Para eso están los taxis mijita – Responde resoplando. Empleé todo mi autocontrol para no mostrarle el dedo -. Entienda no puedo darle más permisos, después sus compañeros creerán que tiene un trato preferencial.

No estaba de humor para rogarle y sabía que eso era exactamente lo que este viejillo morboso quería.

- Está bien – Susurro. Giro sobre mis talones y salgo de su oficina.

Ahora tendré que recurrir a mi plan B: Kitana y su carro. Lo menos que quiero es molestarla. Antes de llamarla, me detengo a mirar mi celular pensando en mis opciones. Podría ir en taxi a pesar de que la idea de viajar con un desconocido no me agrada para nada.

- ¿En qué piensas Luisa? – Pregunta Daniela – Estás pensativa.

- Sólo pienso en… - Murmuro – que necesito un carro.

- ¿Manejas?

- Algo así.

- Hey, toma – Daniela me lanza unas pequeñas revistas que terminan en el suelo debido a mi torpeza y falta de reflejos -. Estoy vendiendo ropa por catálogo, échale una mirada.

No soy de las que compras en revistas, pero como no tengo nada más que hacer…

- ¿Saldrás hoy? – Pregunta.

- No, no – Respondo mientras ojeo la página de blusas. No están mal, hay muchos modelos -. Iré a casa, sólo quiero dormir.

- ¿Dormir un viernes por la noche? – Ríe y desvía su mirada del computador hacia mí – Cuando tenía tu edad, que no fue hace mucho eh, todos los sábados salía con Manuel. Él me llevaba a comer unas brochetas deliciosas cerca del museo central ¿Qué hay de tu novio? ¿Qué es lo…?

- ¿Cuánto cuesta esta blusa? – Le interrumpo antes de que continúe - ¿En qué tallas tienes?

Funciona. Daniela empuja su silla, deslizándose hacia mí.

- ¿Cuál?

Termino comprando una blusa formal sin mangas, perfecta para usarla en la oficina. Daniela, contenta por la venta que hizo, regresa a su lugar a seguir parloteando.

- Te la traeré tan pronto como la consiga – Dice sonriendo - ¿sabes? La tela es buena, yo misma me compré una blusa similar y hoy iba a usarla. Iba a ir al cine con mi esposo e hija, pero el plan cambió.

- ¿Ah sí? Qué pena… - Murmuro mientras paso las páginas.

- Sí, ahora mi esposo sólo me vendrá a recoger – Dice encogiéndose de hombros - ¿Quieres que te llevemos?

- ¡Sí! – Grito con demasiado entusiasmo – Pero si te causo algún inconveniente…

- ¡Para nada!

En agradecimiento, escojo un par de sandalias de la revista.

Unos minutos más tarde las dos salimos del edificio hablando acerca de la próxima fiesta de cumpleaños de Carlos. Es costumbre celebrarlos en la oficina y Daniela es la encargada de recolectar dinero para la compra de la respectiva torta. Aquello me recuerda que el cumpleaños de Kitana se acerca, debo empezar a pensar qué regalarle.

Sigo a Daniela por el amplio estacionamiento hasta que ella se detiene frente a un compacto auto rojo del cual sale un alto y fornido hombre de tez oscura.

- Hola amore mío – Lo saluda ella.

- ¿Cómo estás mi vida? – E intercambian un rápido beso.

Aunque me siento un poco incómoda por la situación, no soy capaz de apartar la mirada de ellos. Al separarse, ambos sonreían. Se los ve tan enamorados que hasta a mí me hicieron sonreír y me pareció una caricia muy tierna cuando Daniela le tocó la pequeña barriga a su esposo mientras lo besaba.

- Te presento a Luisa, una compañera del trabajo.

- ¡Oh hola! – Me saluda con una enorme sonrisa, similar al de su esposa, extendiéndome la mano.

- Es un placer – Contesto.

- Le dije a Luisa que podíamos llevarla a casa.

- ¡Claro, por supuesto! – Interrumpe y rápidamente me abre la puerta del asiento de atrás – Pase, pase.

Tuve que vigilar mis pasos porque en el suelo del auto estaban regadas algunas piezas de lego y algunos otros juguetes que supe eran de Layla su hija.

- ¿Cómo les fue en el trabajo?

Pensaba que le hablaba a su esposa, pero me topé con su mirada de cejas abundantes reflejándose en el retrovisor.

- Bien.

- Cansado – Contradice Daniela, girándose en el asiento delantero para poder observarnos -. Y el almuerzo no estuvo tan rico, ese pescado tenía un sabor raro ¿Verdad Luisa?

- ¿Estás con hambre mi vida?

Manuel estira la mano y le pellizca un rollito del vientre de Daniela, ésta le propina un leve manotazo sin perder el buen humor.




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