Entre tú & yo

Capítulo 32: Inesperado

- ¿Qué estás haciendo Sultan? ¿esperando a que se me caiga comida?

Desde el mesón de la cocina observo a Sultan a mis pies, con sus ojos fijos en los filetes de carne que tengo en la mano y moviendo su cola a tal velocidad que podría usarla para batir mi jugo.

Dejo las ollas a un lado y tomo un pan para compartirlo con mi perro. Un pedacito para él y otro para mí. Camino hacia la sala y subo el volumen del televisor, justo a la hora del almuerzo trasmiten una atrapante novela turka que no sabía que existía ya que pasaba en el trabajo a estas horas. Ahora que estoy de vacaciones he descubierto muchas cosas como, una de ellas es lo mucho que Sultan me extrañaba.

Me siento en el sofá e inmediatamente Sultán sube y se acuesta a mi lado. Apoya la cabeza en mi pierna y me observa. No es necesario que hable para saber que quiere más pan, esos ojos oscuros suyos son demasiados expresivos.

- Toma bebé – Río al verlo mover su cosa. No puedo resistirme, me inclino y lo abrazo -. Te amo ¿lo sabes? Te amo mucho.

¿Qué haré durante estas dos semanas de descanso? Seguiré trotando por las mañanas, eso es seguro, además le daré una segunda oportunidad a la cuerda para saltar.

De repente Sultán salta de mis piernas, interrumpiendo mis pensamientos, ladrando y corriendo hacia la entrada. Tres segundos después alguien tocó a la puerta.

- Ya, ya… - Dije mientras me ponía de pie y caminaba a abrir la puerta – Gracias Sultan Raven por la premonición.

- ¿Luisa? ¡Hola!

¡Oh mierda! ¡Era Andrea!

La había invitado a almorzar a mi departamento, pero no contaba con que llegaría una hora antes. Miré hacia abajo encontrándome con la mirada del pato Lucas impresa en mi camiseta. ¡No me había arreglado siquiera!

¿Quién en el planeta compra pijamas nuevos y no los usa? ¡Pues yo!

Abrí la puerta intentando hacer varias cosas a la vez: ocultar mi horrorosa ropa, evitar que mi perro saliera a la calle corriendo como un chivo loco e intentando sonreír a mi invitada.

- ¡Andrea! Ho-ola…

- ¡Hola! – Miró hacia mis pies - ¡Sultán, que grande estás!

- Pasa por favor.

¿Estoy peinada?

Me llevo las manos a la cabeza y lo descubro. No, no lo estoy.

- ¿Quieres tomar algo?

Andrea levanta la mirada hacia mí y veo cómo comienza a reírse. Sí, sí, ya sé, luzco como una puta adicta al crack recién levantada. Creo que incluso tengo maquillaje de la noche anterior aún en mi cara.

- Perdón por venir antes sin avisar.

Río.

- No hay problema – arreglo mi pijama y coloco mis manos en mi cintura -. Ya nos tenemos la suficiente confianza como para que me veas en mi estado natural, pero espérame aquí un momento. Voy a transformarme y regreso ¿sí?

- Claro.

Ducha, ducha, ducha…

¡Está fría!

Tengo frío, frío, frío…

Me puse desodorante, la crema para peinar en el nido que era mi cabello y otra crema para los brazos. Me vestí con un jean y con una camiseta simple. Salí peinándome de mi cuarto dejando gotas de agua por el camino.

Andrea y Sultán estaban jugando con el huesito nuevo que le compré. Mi bebé daña todos sus juguetes ¡No le duran ni un mes! Sin embargo, sabiendo lo destructor que es, sigo comprándole más y más juguetes.

Me encaminé a la cocina para revisar los fideos. Andrea me siguió y se ofreció a ayudarme a cocinar.

- ¿Qué prepararemos?

- Adivina.

- Hum… - miró las ollas, levantando tapas y oliendo - ¿Tallarines verde con carne frita?

- ¡Te ganaste un televisor!

Luego de media hora, el almuerzo estuvo listo. Ambas teníamos hambre así que nos sentamos a comer en cuanto apagamos las hornillas. Tomé el tenedor y le di vueltas en los fideos verdes mientras escuchaba a Andrea hablar sobre su reciente empleo en el negocio de su familia.

- Los fines de semana ayudo a mi padre.

- Estudiar y trabajar es pesado, yo lo sé.

- Sí lo es, además cada semestre se vuelve más desafiante. La buena noticia es que estoy de vacaciones ahora.

- ¡Yo también! - Le ofrezco más jugo a lo que Andrea acepta – Deberíamos ir de viaje.

- A la playa.

- ¡Sí!

- ¿Y tú cómo vas con las sesiones?

- Ya no veo a la psicóloga – Sonreí, sintiendo una pizca de orgullo -. Olivia me dio el alta, me dijo que ya no era necesario continuar con ella porque había superado mi… - No quería decir “problema” – Situación.

- ¿Cómo estás ahora? – Preguntó con cautela.

Sonreí ampliamente. Si antes me desagradaba que me hicieran esa pregunta, ahora era todo lo contrario.

- Muy bien – dije con total sinceridad -. No estuviera así de bien sin ti. Quiero agradecerte Andrea por ser una grandiosa amiga y por decirme las cosas que necesitaba escuchar.




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