Entre tú & yo

Capítulo 42: Luna de algodón de azúcar

Gritos y aplausos se alzaron en cuanto Max y yo nos giramos, tomados de la mano, para enfrentar a nuestros invitados. Todos se levantaron de sus sillas para acercarse a nosotros, rodeándonos como si fuéramos Megan y Harry.

La primera persona que me abrazó fue Kitana. Me enterneció sus lágrimas, la encontré sonriendo auténticamente feliz por mí. Luego pasó a abrazar a Max y a dedicarle palabras amables que no pude espiar porque en seguida fui apretujada por la segunda persona. El padrino de la boda, Alfredo.

- Felicidades Luisa – susurró palmeando tímidamente mi espalda.

Creo que esta era la primera vez que Alfredo me abrazaba y, como toda primera experiencia, no sabía cómo actuar así que me quedé quietecita.

- Les deseo a ti y a Max mucha felicidad en su matrimonio.

- Muchas gracias Alfredo. Gracias por venir – contesté a la vez que le devolvía el gesto con más familiaridad.

Alfredo se había mudado a Estados Unidos para conseguir un puesto en la CIA. Sin embargo, venía de visita repetidas veces y había coordinado su viaje para que coincidiera con el día de la boda.

- No me lo hubiera perdido por nada.

Sonrió. La ternura y la sincera felicidad que hallé en sus ojos hizo que los míos quisieran derramar más lágrimas.

- Y yo nunca te lo hubiera perdonado si te lo perdías – intervino Max a mi lado -. Me alegra tanto verte aquí.

- Tienes un pezón que tatuarte – dijo Alfredo mientras soltaba una carcajada.

Quise hacerme a un lado para que pudieran abrazarse, pero mi mano estaba aferrada por la de Max. Luego fui abrazada por Gabriela quien usaba un hermoso vestido de tirantes color ciruela. Me besó las mejillas y se limpió las suyas. Me reconfortaba saber que no había sido la única llorona en la fiesta.

Fui pasando de brazos en brazos a medida que caminábamos por el pasillo. Viviana me abrazó seguida de Marcus, luego apreté el cuello de Jason cuando éste se abrió paso para felicitarme y detrás de él estaban Steven, Carlos y Daniela; haciendo una fila para poder darme sus mejores deseos. Ah, viejo Ramón había venido. Lo invité por pura cortesía, ya que al fin y al cabo; era mi jefe.

Vino el turno de Diana, mi amiga que vestía un diseño de colores azul y plateado con sus características uñas negras.

- ¡Ven acá! – gritó mientras me estrangulaba con su abrazo – No me gustan las bodas, me conoces. La mejor parte siempre son las despedidas de soltera, pero mierda ¡esta ha sido hermosa!

- ¿Diana estás llorando? – pregunté sin creérmelo.

Diana era de las que no lloraba, ni siquiera lo hizo cuando perdió su iphone en el centro comercial. Pero esa rojez en sus párpados y su voz nasal eran indicativos de que mi amiga tenía un corazoncito sensible.

- ¿Qué? No – se apresuró a decir -. Yo no lloro, ni siquiera tengo glándulas lagrimales.

Miré hacia Max y lo encontré rodeado de hombres igualmente altos que él, llevando trajes del mismo color. Max dijo algo, que no escuché debido a la música que había empezado a sonar en el salón, y me señaló. En seguida sus amigos agentes me rodearon a mí y comenzaron a felicitarme y a abrazarme por cortos segundos. Reconocí a Stephan, el padre de Allison, y a Rick.

Rebeca, la organizadora de eventos y enemiga recientemente declarada de Kitana, llevó a los invitados al salón. Mientras tanto Elena nos retuvo a Max y a mí junto a Alfredo y a Kitana para tomar unas cuantas fotos.

- Espero que esa mujer siente a los invitados según como lo organizamos tú y yo.

Aunque Kitana refunfuñara en contra de la organizadora, mantenía su atención en mí. Arreglaba mi cola, peinaba mi cabello, pasaba sus manos por la falda de mi vestido mientras continuaba con sus quejas.

- Rebeca lo hará bien – contesté -. Relájate Kitana.

- No puedo relajarme ¡Tu boda tiene que salir perfecta en todo!

- Ya lo es.

- ¡Luisa! – era Elena, haciéndome gestos con su mano - ¡Acércate! Tengo que hacerte unas fotos con tu esposo.

- ¿Escuchaste eso? ¡Mi esposo! – grité.

Hice reír a todos con mi explosión de felicidad, incluido a Max quien además se sonrojó. Parecía que levitaba de la dicha cuando me acerqué medio bailando hacia el arco de flores y luces en donde Max, mi es-po-so, y Elena me esperaban.

- ¿Usted señor es mi esposo? – dije en cuanto llegué a su lado y enrosqué mi brazo con el suyo.

- Así lo dice el acta que firmé – contestó sonriendo para luego darme un beso.

- ¡Eso! – decía Elena mientras disparaba con la cámara - ¡Muéstrenme su amor!

- ¡Dejen algo para la luna de miel! – gritó Alfredo.

Aunque la mayoría de las fotos era sólo de nosotros dos, también hubo algunas en donde salimos con Alfredo y Kitana. Quise hacer unas fotos sólo con mi dama de honor. Comenzamos posando bien, como todas unas señoritas decentes y bellas, pero luego nos poseyó la locura y comenzamos a jugar. En una foto salía abrazada a Kitana, en otra yo estaba trepada en su espalda y en la última tenía una pierna de Kitana en mi cadera.




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