Los días habían pasado entre mensajes, llamadas, y la dulce emoción de un amor naciente. Julián y Mateo compartían pequeños detalles de sus vidas, sus pasiones y sus sueños. El dibujo de Julián y la cocina de Mateo ya no eran sólo hobbies; se volvían maneras de pensar el mundo, de sentirlo, de interpretarlo el uno junto al otro.
Una tarde, después de un paseo por el Parque Panamericano de Pasto, Mateo tomó la decisión:
—¿Y si voy contigo a Tulcán? Quiero conocer tu casa, a tu familia... tu mundo.
Julián sonrió, con algo de nerviosismo. No porque no quisiera, sino porque sabía que ese mundo también tenía grietas.
—¿Estás seguro? —preguntó, mirando el cielo nublado que anunciaba una lluvia que no llegaría nunca.
—Sí. Quiero ver de dónde vienes.
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La llegada a Tulcán fue tranquila al inicio. Julián lo llevó por las calles que lo habían visto crecer: tiendas sencillas, fachadas desgastadas, voces conocidas. Mateo admiraba todo con curiosidad y respeto. La familia de Julián lo recibió con amabilidad y risas algo nerviosas.
Pero no todo era armonía.
Fernando, su primo mayor, de 32 años, apareció al día siguiente. Hombre robusto, de mirada dura, llevaba tiempo sospechando lo que ahora veía frente a él con ojos tensos: Julián estaba enamorado. De otro hombre.
Durante un almuerzo familiar, soltó la bomba con una sonrisa sarcástica.
—Así que este es el famoso Mateo… El que le quita el sueño a mi primo.
Hubo silencio. La madre de Julián bajó la mirada. Julián cerró los puños bajo la mesa. Mateo se mantuvo sereno.
—Yo no le quito el sueño —respondió con calma—. Le acompaño en él.
Fernando rió con desprecio.
—¿Y ya pensaste en lo que la gente dice? Hay rumores. En la calle se habla. No todos están tan encantados con su… novelería.
Fue Mateo quien se puso de pie.
—¿Y tú crees que un rumor puede romper lo que sentimos? ¿Crees que tu mirada puede cambiar lo que somos?
Fernando no respondió de inmediato. Julián se levantó a su lado.
—Yo te admiraba, Fercho —le dijo con una mezcla de tristeza y rabia—. Pero no voy a esconderme por vos ni por nadie.
El momento fue tenso, pero la decisión estaba tomada. Julián y Mateo salieron juntos de esa casa, caminando bajo una lluvia leve que apenas mojaba sus hombros.
—Gracias por estar aquí —susurró Julián, y Mateo, sin decir nada, entrelazó su mano con la suya.
A pesar de los juicios, de los chismes, de las miradas que empezaban a pesar… su amor comenzaba a afirmarse con fuerza.
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romance multigeneracional, lgbt+ con drama familiar, amor que desafía el tiempo
Editado: 27.07.2025