El cielo de Tulcán parecía llorar con ellos. No era una tormenta furiosa, sino una lluvia mansa, de esas que mojan despacio, que no duelen… pero calan.
Julián y Mateo caminaron en silencio por un par de cuadras hasta llegar a una pequeña casa abandonada donde Julián solía refugiarse de niño cuando quería estar solo. Entraron. El techo, aunque algo dañado, resistía. Había un colchón viejo, libros polvorientos, y dibujos de años atrás colgados en la pared con tachuelas oxidadas.
—Aquí me escondía —dijo Julián con una sonrisa triste—. Cuando tenía miedo, cuando me sentía fuera de lugar… cuando empecé a entender que me gustaban los hombres.
Mateo lo miró con ternura.
—Gracias por traerme aquí.
Se sentaron sobre el colchón. Julián temblaba, aunque no de frío. Había algo en el ambiente: esa mezcla de vulnerabilidad y necesidad de consuelo, de afirmación, de refugio mutuo.
—¿Sabes? A veces me cuesta creer que esto sea real —confesó Julián—. Que estés aquí… conmigo.
Mateo se acercó despacio. Le tomó la cara con ambas manos, acariciando su mejilla con los pulgares. Lo miró a los ojos, sin prisas, sin miedo.
—Yo también lo soñé —dijo con voz baja—. Pero ya no quiero soñar más. Quiero vivir esto. Contigo. A donde sea que nos lleve.
Se besaron entonces. Fue un beso suave, cálido, de esos que no buscan desatar pasiones desbordadas sino sostener el alma. Se abrazaron fuerte, muy fuerte, como si el mundo allá afuera pudiera esperar, como si el tiempo pudiera detenerse para ellos.
Más tarde, Julián recostó su cabeza sobre el pecho de Mateo, escuchando su corazón. Se sentían seguros.
—Vamos a enfrentar todo —susurró Julián—. Ya no me voy a esconder.
—Ni yo —respondió Mateo—. Y si te atacan, yo estaré ahí. Vamos a caminar derecho, aunque hablen. Aunque nos miren. Hasta que no puedan ignorar que lo nuestro es amor.
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Los días siguientes fueron distintos. La gente en Tulcán empezó a verlos juntos por las calles: caminando de la mano, riendo, compartiendo un pan de yuca en la esquina, ayudando a una anciana a cargar su mercado.
Algunos los miraban con desprecio. Otros con curiosidad. Pero unos cuantos empezaron a ver algo más allá del prejuicio.
Fernando, desde la distancia, los espiaba. Algo dentro de él, aunque no lo reconociera aún, empezaba a cambiar.
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romance multigeneracional, lgbt+ con drama familiar, amor que desafía el tiempo
Editado: 27.07.2025