El cielo de Pasto amaneció despejado, como si supiera que ese día iba a brillar más que nunca.
La casa de Laura, ahora adaptada para su reposo durante el embarazo, estaba adornada con flores blancas y amarillas. El jardín se transformó en un pequeño paraíso. Mateo y Julián no podían creer que después de todo lo vivido —la distancia, los prejuicios, incluso el enojo de Fercho— por fin estaban por vivir el día de su boda, y muy pronto, el nacimiento de su hijo Santiago.
Julián estaba vestido con un traje color crema con detalles bordados a mano por una artesana de Tulcán, mientras que Mateo optó por un traje azul oscuro, elegante pero con toques coloridos que representaban su alegría y raíces colombianas. Fercho, sorprendentemente elegante, los ayudó a ajustar los últimos detalles. Aunque aún tenía sus reservas con algunas cosas, su rostro mostraba una paz distinta. Ya no era el hombre enojado del pasado.
—¿Listos? —preguntó Fercho, respirando hondo—. Hoy empieza una nueva historia.
💍 La ceremonia
La boda fue al aire libre, en una finca cerca al lago Guamuez, con vista al volcán Galeras. Familiares de ambos lados estaban presentes. La madre de Julián lloraba emocionada. El papá de Mateo, aunque algo serio al principio, terminó estrechando la mano de su nuevo yerno con fuerza y respeto.
Mateo miró a Julián, tomándole las manos.
—Quiero que nuestro hijo nazca en un hogar donde el amor no tenga miedo. Que Santiago sepa que el amor de sus padres fue fuerte, real, y lleno de esperanza.
Julián lo miró con los ojos cristalinos.
—Te prometo que todos los días seré mejor por ti... y por él.
Intercambiaron anillos hechos por un joyero local con piedras traídas de Carchi y Nariño. La unión fue sellada con un beso largo y dulce mientras todos aplaudían emocionados, y un grupo de músicos locales tocaban una versión instrumental andina de “Color Esperanza”.
Fercho se acercó, los abrazó a ambos.
—No creí que estaría aquí celebrando esto... pero me alegra estar equivocado. Julián, Mateo... me siento orgulloso de ustedes.
Al final, cuando se dijeron “sí, acepto”, el aplauso fue espontáneo y poderoso. Incluso algunos curiosos que pasaban se unieron al momento, emocionados de presenciar algo tan auténtico.
Los besó el viento. Se besaron ellos.
Y así, bajo el sol ecuatoriano y a unos pasos de Colombia, Julián y Mateo se convirtieron en esposos.
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Esa noche, la celebración fue en una finca a las afueras de Tulcán. Hubo música de bambuco y sanjuanito, chicha de jora, empanadas de añejo, aguardiente, y risas infinitas.
Bailaron hasta el amanecer. Rieron con los suyos. Y en un momento de calma, Julián le dijo a Mateo mientras lo abrazaba en la pista:
—¿Te das cuenta? Esto no es el final... es apenas el comienzo.
—Sí... El comienzo de todo lo que viene: tú, yo… y lo que vendrá.
Y sin saberlo, ya hablaban de Santiago.
Pero esa… será otra historia.
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👶 El nacimiento de Santiago
Nueve meses después, Laura comenzó el trabajo de parto. Fue en un hospital de confianza en Pasto. Julián y Mateo no se separaron ni un instante de ella, dándole ánimos, tomándole la mano. Fercho esperó afuera con nervios en las piernas y lágrimas contenidas.
A las 4:13 de la mañana, entre llantos nuevos y lágrimas viejas, nació Santiago: un bebé fuerte, de mejillas rosadas, con la vida entera por delante y el amor de dos padres que darían todo por él.
Laura, cansada pero feliz, lo sostuvo brevemente y luego se lo entregó a Julián y Mateo.
—Es suyo... es nuestro pequeño milagro.
Julián no podía dejar de llorar. Mateo lo abrazó por detrás, apoyando su frente en su hombro.
—Nuestro hijo... Santiago...
Fercho entró a la habitación y al ver al bebé, no pudo evitar sonreír.
🌅 Epílogo del capítulo
En la última escena, se ve a Julián, Mateo y su hijo Santiago meses después, en su nuevo hogar en Pasto, una casa sencilla pero llena de amor. Fotos familiares adornan las paredes. En una de ellas, están Julián, Mateo y Fercho abrazados, y en otra más reciente, Mateo sostiene a Santiago mientras Julián le canta una canción de cuna ecuatoriana.
La cámara se aleja poco a poco mientras cae la tarde. En la entrada de la casa hay un pequeño letrero que dice:
“Aquí comienza un amor que no teme, no se esconde, y jamás se rinde.”
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romance multigeneracional, lgbt+ con drama familiar, amor que desafía el tiempo
Editado: 27.07.2025