Entre tus brazos

2. Matrimonio

Eliz estaba en el jardín, acomodando unas flores mientras los resplandecientes rayos del sol acariciaban su rostro, aunque el pequeño sombrero que llevaba la protegía un poco. Se sentía algo triste, pues Lord William no se había presentado en el baile de la noche anterior. Esperaba que, como siempre, se acercara a brindarle sus dulces palabras, pero no apareció por ningún lado. Qué decepción. Quizá lo haría la noche siguiente… tal vez para pedir su mano. No lo sabía, pero ansiaba que fuera pronto.

—Eliz.

—Madre —respondió, mientras Lady Anna la miraba con cierta curiosidad.

—Anoche no me diste oportunidad de preguntarte, pero ahora sí puedo hacerlo —dijo Lady Anna con una sonrisa que fue creciendo.

—¿Sobre qué?

—Sobre tus pretendientes —a Eliz, en ese momento, no le parecía un tema de mucha importancia.

—¿Hay alguno que te guste? —¿Debería contarle a su madre sobre William?— Porque tienes muchos, no podrías decir que no.

—Umm, tal vez haya uno —respondió, sin poder evitar sonreír. A su madre le brillaron los ojos; tenía una ligera sospecha de quién podría ser.

—¿Quién?

—Lord William, madre —Lady Anna perdió la sonrisa, mientras Eliz, por el contrario, se sonrojaba y comenzaba a relatar cómo era aquel caballero—. Si lo vieras... es tan dulce, siempre me dice cosas que me hacen sonrojar. Me trata con tanto respeto, y me habla de sus grandiosos viajes a los que podríamos ir si me casara con él.

Tomó las manos de su madre y la miró emocionada.

—¿Te imaginas, madre? Yo, condesa de Cavile.

—¿Él es el que te gusta? Pensé que me ibas a decir que era Lord Nicólas.

Eliz soltó las manos, indignada.

—¡Ese irrespetuoso!

—¿Por qué? ¿Te hizo o dijo algo indebido? —preguntó su madre, alarmada.

—Me dijo que tenía un cuerpo despampanante que lo dejaba sin aliento —al repetirlo, se sonrojó aún más.

—Ah, bueno, pensé que había sido otra cosa.

—¿No te parece mal?

—Hija, tal vez no sea lo más recatado para una dama, pero tampoco es una ofensa. Es un halago. Quizá con eso quiere dejar claro que no busca una esposa solo para exhibir.

—¿Cómo así? —frunció el ceño, confundida.

—Déjalo. Lo que quiero decir es que es un buen caballero, además de Duque. Y te mira de una manera tan hermosa que hasta yo me enamoro.

—¡Madre! ¡Qué cosas dices!

—¿No te gusta por eso?

—Es solo que ya me gusta William.

—Bueno… ¿Y desde cuándo tanta confianza que ya lo llamas por su nombre así nada más? —dijo su madre, cruzándose de brazos.

—Lo siento.

—Hija, está bien. Si a ti te gusta Lord William, no hay nada que hacer. Su posición es adecuada, así que no me opongo —Eliz le sonrió.

—Lady Eliz, su padre ha pedido que vaya a su estudio. También usted, señora —anunció una empleada antes de retirarse.

Ambas se miraron con desconcierto, pero sin decir nada, se dirigieron al estudio. Al entrar, su padre miró a Eliz con seriedad y le indicó que se sentara.

—¿Qué ocurre, Richard? —preguntó Lady Anna.

Él guardó silencio por un momento, hasta que finalmente miró a Eliz con una sonrisa.

—Alguien ha pedido tu mano.

—¿Qué? —exclamaron las dos al unísono.

—Y se la he concedido.

¿Podía ser William? Tenía sentido. Era con quien más tiempo había compartido. Le había insinuado que pronto haría la propuesta. ¿Quién más podría ser?

—¿Quién es, Richard? —preguntó Lady Anna, con evidente interés.

—Es Lord Nicólas.

El rostro iluminado de Eliz palideció de inmediato. Su madre, aunque sorprendida, no pudo ocultar su felicidad. Había notado las miradas de ese hombre: las de alguien cautivado por su hija.

Eliz no entendía. ¿Por qué él? ¿Dónde estaba William? Solo había bailado tres veces con Lord Nicólas. La miraba con intensidad, sí, pero no lograba conmoverla. ¿Iba a casarse con un hombre al que no amaba?

—Tenías más propuestas, pero la de Lord Nicólas es la mejor.

—¿De quiénes? —preguntó rápidamente. Su madre, que comprendía lo que su hija deseaba saber, intervino con una pregunta más concreta.

—¿Tal vez de algún vizconde? ¿Un conde? —dijo, mirando de reojo a Eliz.

—Vizcondes, generales... pero ningún conde.

La desilusión fue inmensa. ¡Ah! ¿Por qué no había hecho la propuesta? Tal vez tuvo asuntos urgentes. Se recordó que no había asistido al baile. Tal vez, si hablaba con su padre, él lo entendería.

—Me gusta alguien más —dijo de pronto. Su madre se tapó la boca, incrédula. Pero fue Richard quien se mostró más impactado, aunque su expresión seguía firme.

—¿Te gusta alguien? ¿Quién? ¿Acaso es uno de los que pidió tu mano?

—Es Lord William, el conde de Cavile. Hemos bailado y compartido desde hace tiempo...

—¿Hace cuánto que baila contigo?

—Desde mi primera temporada.

—¿Y lo hace cada noche?

—Sí.

—Anoche no lo vi.

—No vino —lo miró con esperanza—. No sé por qué, pero debe tener alguna razón.

—Mi hija es una de las más pretendidas. Llevas dos meses en la temporada, baila contigo cada noche… ¿por qué no ha pedido tu mano? Una dama tan solicitada corre el riesgo de ser comprometida con otro. ¿Por qué no se ha apresurado?

—No lo sé, padre. Solo te pido que me des tiempo. Si pudiera hablar con él…

—No. Una dama no debe ser quien le insinúe a un hombre que se case. Y aunque llegara a pedir tu mano, ya le di mi palabra a Lord Nicólas. Además, es un buen hombre, la mejor propuesta que tienes. También tengo alianzas con él, y no sería apropiado romperlas.

—¿Te importa más eso que la felicidad de tu hija?

Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de Eliz. Su madre la miraba con tristeza, comprendiendo su dolor, aunque también entendía los motivos de su esposo. En el fondo, ella también pensaba que Lord Nicólas era una mejor opción.

—No es que me importe más. Pero te gusta alguien que no ha hecho una propuesta. ¿Y crees correcto que tú tomes la iniciativa?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.