—Nunca pensé ver a mi hijo tardar más tiempo en arreglarse que yo —entró a la habitación de su hijo, mirándolo con alegría.
—No me estoy tardando —intentó negarlo.
—Ujum, claro —el sarcasmo fue claro.
—Es que deseo verme bien para ella —comentó mientras terminaba de arreglar su cabello.
—Mi hijo es lo suficientemente guapo como para que cierta dama no lo note.
Nicólas rió pensando en ella. Esperaba que fuera así, que hubiera al menos algo de él que a ella le gustará.
Cuándo llegaron al baile organizado por los Condes de Vizen aún era temprano, por lo que se imaginó que ella no habría llegado, y lo comprobó cuando la buscó por el salón de baile y no la encontró.
Esa mañana le había enviado nuevamente flores, con otra carta, esperando despertar sentimientos en ella. Aquel día que pudo tocar sus manos, le parecieron que eran del tamaño perfecto, tan suaves que sintió que tocaba seda. ¿Cómo sería el resto de ella? ¡No! Sería mejor que no pensara en eso, no allí, con tanta gente.
Entonces la vio entrar acompañada de su familia, con un hermoso vestido que moldeaba sus hermosas curvas. No pudo evitar sentirse aturdido al verla. ¿Por qué tenía que provocarle algo tan fuerte?
Con su madre al lado, se acercó para hacer las presentaciones correctas. Después de todo se iban a casar.
—Buenas noches —realizó los saludos correspondientes, y ellos devolvieron el saludo.
—Les presento a mi madre, Lady Johanna.
La madre de Eliz, fue la primera en saludarla, seguida por los demás. Pero cuando Eliz la saludó, Nicólas se sintió feliz. En un futuro ver a las dos mujeres que más quería juntas le alegraba el alma.
Antes de que empezaron los bailes, su madre estuvo hablando con ella muy amenamente, pero le cansó no haber hablado con ella durante ese momento. En cambio, estuvo hablando con su padre que, aunque no era desagradable, él deseaba la compañía de su hija y no la de él.
Eliz, noto que a su padre le caía muy bien Lord Nicólas, lo cual era una desventaja para ella. A todos les agradaba él: a sus dos hermanos y hermana, menos a ella. ¿Realmente era tan encantador? ¿Y dónde estaba William? No lo veía por ningún lado.
Lord Nicólas, la sacó de sus pensamientos.
—Usted, cada vez más linda, mi Lady —ella se sonrojó y no le dió tiempo de responder, porque él hablo nuevamente.
—Lady Eliz, no he podido preguntarle. ¿Cómo se encuentra esta noche?
—Me encuentro bien, gracias a Dios. ¿Y usted, mi Lord?
—Cuando la veo, muy bien —ella soltó una leve risita y a él le encantó eso.
—Yo quisiera, que me concediera la mayoría de sus bailes está noche, si usted lo desea —quería pasar la mayor parte del tiempo con ella y que todos los vieran juntos. Así se harían una idea antes de que el compromiso fuera anunciado.
Ella quería negarse, pero no sé merecía un rechazo después de lo bien que se había comportado.
—Sí, mi Lord —sonrió mientras el tomó su mano para dar inicio al baile.
El tiempo transcurría y él no se habia separado de ella en ningún momento.
Fue cuando le dió un poco de respiro que entonces escuchó una voz conocida.
—Lady Eliz —se sorprendió, pues ya no sabía si lo vería está noche.
—Lord William —sonrió emocionada.
—¿Me concedería este baile?
—Por supuesto —empezaron a bailar.
—¿Por qué no ha venido las otras noches? —lanzó la pregunta sim esperar más.
—Tuve unos inconvenientes con algunos negocios, pero no es importante.
—Entiendo...
—¿Me extraño?
Ella se sonrojó y asintió.
—Eliz, es usted muy dulce.
Al otro lado del salón, Nicólas los observaba con atención. ¿Alguna vez había sonreído ella así con él? No. No pienses en eso, probablemente solo esté siendo amable.
¿Pero por qué el sentimiento era tan amargo? Ojalá la boda fuera pronto. Se aseguraría de que así fuera.
A la mañana siguiente, Eliz ya estaba de mejor ánimo. Hablar con Lord William le había devuelto las esperanzas referente a su futuro como casada.
Estaba en su habitación cuando su madre entró.
—Hija, ponte un mejor vestido —abrió su armario en busca de uno.
—¿Por qué?, el que tengo es muy lindo —preguntó, concentrada en sus dibujos.
—Lord Nicólas está aquí —sacó un vestido rosado suave, mucho más ceñido, y se lo dió.
—¿Otra vez? —protestó mientras miraba el vestido.
—¡Hija!, yo sé que te gusta otro, pero él no es desagradable. Además es muy parecido.
—Sí, pero está siento un poco intenso.
—Es porque le gustas mucho... Bueno, yo diría que más que eso. Ahora ponte el vestido, que te está esperando.
Cuándo él la vio bajar por las escaleras, podría haberse quedado sin aliento. Aunque llevaba un vestido menos formal, eso le permitió apreciar más de sus atributos: sus brazos descubiertos y el pequeño escote que lo alteraba. Pero debía ser decente, debía ignorar esto para no perder los estribos. Además, no estaba bien pensar de esa manera sobre una dama decente, como ella lo era.
—Lord Nicólas, buenos días —él tomó su mano ayudándola a bajar las escaleras.
—Muy buenos, mi Lady —ella sonrió.
—Su madre me dijo que podíamos pasear por los jardines traseros, ¿está de acuerdo?
Empezaron a caminar, con ella sosteniendo su brazo. Tener pequeños acercamientos con ella cada vez más, lo sentía como un logro, especialmente hoy que la veía de mejor ánimo.
—Claro, mi Lord.
La doncella los acompañaba nuevamente a cierta distancia. Ya estando en los jardines conversaban de diferentes temas, descubriendo que a Eliz le gustaba pintar, y ella, que él tenía varios estudios, entre ellos matemáticas, por lo cual entendió lo bien que le iba en los negocios y la gran cantidad de asociaciones que tenía.
—Le noto hoy más feliz, ¿puedo preguntar por qué? —él se detuvo y la miró con la intensidad que lo caracterizaba, poniéndola nerviosa una vez más.
—Solo... solo que hoy es un muy bonito día.