"Entre tus labios" [saga N°1]

CAPITULO 3"Una conversación inesperada"

El lunes por la mañana, Ariana se miró al espejo con una mezcla de nerviosismo y resignación. Su primer día en un colegio nuevo. Otra vez la “chica nueva”. Respiró hondo, tomó su mochila y caminó hasta la escuela. El edificio era pequeño, con murales coloridos y un patio donde ya se oían risas y gritos.

Todos parecían conocerse. Todos, menos ella.

—Tú debes ser Ariana —dijo una voz femenina detrás de ella. Una chica con el cabello rizado, gafas y sonrisa amistosa le tendía la mano—. Soy Lucía. La profesora de literatura me pidió que te muestre el aula.

Ariana sonrió, aliviada. Al menos ya no estaba completamente sola.

—Gracias, Lucía. Eso me ayuda mucho.

Mientras caminaban hacia el aula, escuchó un murmullo detrás suyo. Un grupo de chicos hablaba en voz baja. Ariana no les prestó mucha atención, hasta que uno de ellos mencionó un nombre que le hizo girar la cabeza.

—… ese es el chico del muelle. Elías. Sigue sin venir desde lo de su hermano.

Su corazón dio un vuelco. ¿Hermano? ¿Qué había pasado?

En el aula, las clases pasaron sin mucho sobresalto. Algunos la miraban con curiosidad, pero nadie le hablaba más de lo necesario. A la hora del recreo, Ariana se escapó al muelle. Necesitaba un respiro. Y, quizás, volver a ver a Elías.

Y allí estaba.

Sentado en el borde, con los pies colgando sobre el agua, dibujando algo en una libreta. Esta vez, Ariana se sentó a su lado sin pedir permiso.

—¿Otra vez sin dormir? —dijo con una sonrisa suave.

Elías no se sorprendió. Solo cerró su cuaderno y lo guardó.

—Parece que este es tu lugar también.

—Digamos que me estoy apropiando de él poco a poco —bromeó—. ¿Dibujas?

Él dudó un instante.

—A veces.

—¿Puedo ver?

—No.

Ariana lo miró con una ceja levantada.

—¿Siempre tan encantador con las chicas que solo quieren ser amables?

Elías soltó una risa breve, casi como si no supiera cómo sonreír del todo.

—No lo sé. Hace mucho que nadie intenta ser amable conmigo.

Hubo una pausa. Ariana bajó la mirada, entendiendo que detrás de esa dureza había algo más frágil. Algo roto.

—Escuché a unos chicos hablando de ti en el colegio —dijo con cuidado—. Mencionaron a tu hermano.

Elías se tensó. Se quedó en silencio unos segundos antes de hablar.

—Mi hermano murió hace seis meses. Accidente en el mar. Íbamos juntos en la lancha. Yo salí… él no.

Ariana sintió un nudo en el estómago.

—Lo siento. No debí preguntar.

—Está bien —respondió él, con los ojos fijos en el agua—. Nadie me pregunta nada. Todos prefieren no decir su nombre. Como si ignorarlo hiciera que doliera menos.

—¿Y duele?

Elías la miró por primera vez desde que llegó.

—Cada maldita mañana.

Ariana no supo qué decir. Así que no dijo nada. Solo se quedó ahí, a su lado, en silencio. Y por alguna razón, eso fue suficiente.

—No me caes mal, Ariana —dijo él de pronto.

—Gracias, creo.

—Lo digo en serio. Eres… distinta. No tratas de arreglarme.

Ella sonrió, esta vez con tristeza.

—Quizás porque yo también estoy un poco rota.

Elías la miró. Por primera vez, como si pudiera verla de verdad. Como si entendiera algo de ella sin que lo dijera.

—Entonces… bienvenida a Bahía Serena —dijo, levantándose—. Te mostraré el lugar. Pero sin preguntas.

—Trato hecho —respondió ella, poniéndose de pie.

Y así, con un pacto silencioso y muchas palabras no dichas, comenzó una amistad inesperada… que muy pronto se convertiría en algo más.




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