"Entre tus labios" [saga N°1]

CAPITULO 7" Las huellas del pasado"

La lluvia había dejado su rastro en cada rincón de Bahía Serena. Las hojas mojadas cubrían las veredas, y el cielo seguía gris, como si se negara a soltar el peso de lo que estaba por venir.

Ariana no podía dejar de pensar en el beso. En cómo había sentido que, por fin, algo encajaba dentro de ella. Como si Elías y ella fueran dos piezas rotas que, juntas, formaban algo entero. Por primera vez en semanas, durmió sin escuchar discusiones de sus padres en su cabeza. Y al despertar, lo primero que hizo fue sonreír.

Esa mañana, él la esperó fuera del colegio, recostado contra la bicicleta. Cuando la vio, su mirada se iluminó, como si con solo verla, el mundo se volviera un poco más soportable.

—¿Quieres que te lleve a casa después de clases? —preguntó Elías.

—Solo si prometes no desaparecer a mitad del camino.

Él sonrió, esa sonrisa suya que era como un parpadeo de luz entre tanta sombra.

Todo iba bien. Hasta que, en el recreo, alguien nuevo apareció en el patio del colegio.

Alto, de cabello castaño claro y sonrisa segura, el chico se movía como si conociera el lugar... y a todos. Varias chicas lo miraban curiosas. Algunos chicos le estrechaban la mano. Incluso Lucía abrió los ojos sorprendida.

—¿¡Dante!? —exclamó ella—. Pensé que te habías mudado a Lima para siempre.

—Casi —respondió el chico, sonriendo—. Pero aquí estoy. De vuelta por un tiempo.

Ariana lo miró con atención. Había algo en él que no cuadraba. No por su actitud, sino por la reacción de todos a su alrededor.

—¿Quién es? —le preguntó a Lucía en voz baja.

—Dante. Era uno de los más populares aquí... hasta que desapareció hace un año. Elías y él eran inseparables. Como hermanos.

Ariana sintió cómo su estómago se apretaba. ¿Elías y él? ¿Mejores amigos?

Y como si el destino la estuviera poniendo a prueba, Dante caminó directo hacia ella.

—Tú debes ser Ariana. La nueva.

—Sí —respondió, sin saber bien cómo actuar—. ¿Y tú...?

—Dante. Me fui hace un tiempo, pero parece que me perdí de muchas cosas en el camino —dijo con una sonrisa ladeada, y miró hacia el fondo del patio.

Ariana siguió su mirada. Allí estaba Elías, observándolos desde lejos. Su expresión había cambiado. Ya no era la suavidad de los últimos días, sino algo más oscuro. Más contenido.

Esa tarde, Elías no apareció a la salida.

Ariana caminó sola hasta el muelle. Lo encontró sentado, con los codos apoyados en las rodillas y el ceño fruncido.

—¿No ibas a esperarme hoy? —preguntó, acercándose.

—Lo vi —dijo él, sin mirarla—. A Dante. ¿Te habló?

—Sí. Fue amable. Lucía me dijo que eran amigos…

—Éramos.

—¿Qué pasó?

Elías apretó los puños. Su voz se volvió más áspera.

—Después de que mi hermano murió, él desapareció. No me llamó, no vino al funeral, no me escribió. Nada. Simplemente… se fue.

—Quizás no supo cómo enfrentarlo.

—¿Y eso justifica dejarme solo?

Ariana se agachó frente a él.

—No estoy defendiéndolo. Solo digo que a veces el dolor hace que la gente se aleje… incluso de quienes más aman.

Elías la miró, herido.

—¿Y si ahora vuelve a meterse en mi vida como si nada? ¿Y si se mete… contigo?

Ariana lo miró fijo, sin apartar los ojos.

—Tú no eres el único con miedo, Elías. Pero no voy a dejar que alguien más decida por mí. Estoy contigo porque quiero. Porque tú me importas. No él.

Elías cerró los ojos un momento. Asintió en silencio.

Pero muy en el fondo, ambos sabían que el regreso de Dante no sería tan simple.

Las huellas del pasado estaban de vuelta… y estaban listas para pisar fuerte.




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