Cada año, en la primera quincena de septiembre, el colegio organizaba el Baile de Primavera, una tradición que servía para celebrar el inicio de una nueva estación… y también para observar quién bailaba con quién. A pesar de que no era obligatorio, todos sabían que era el evento del trimestre.
—¿Y vas a ir? —le preguntó Lucía a Ariana, mientras decoraban una cartulina con flores recortadas.
—No estoy segura. No soy muy fan de los bailes —dijo Ariana, aunque su mirada se desvió por la ventana, donde Elías caminaba con los audífonos puestos.
—Bueno, te aviso que Dante dijo que iría. Y ha preguntado por ti más de una vez…
Ariana se tensó.
—No estoy interesada en Dante.
—Lo sé. Pero créeme, hay algo raro en su regreso. Como si no solo viniera por reconciliación… sino por revancha.
Dos días después, Dante se le acercó durante el almuerzo.
—¿Bailarás conmigo en el Baile de Primavera?
Ariana se atragantó con su jugo.
—¿Qué?
—No lo tomes mal. Solo pensé que sería divertido. Quiero conocer mejor a la persona que logró lo que yo no pude: sacar a Elías de su cueva —dijo con una sonrisa encantadora, pero había algo en sus ojos… algo que no combinaba con sus palabras.
—Lo siento, pero ya tengo planes.
—¿Con Elías? —preguntó, sin perder la sonrisa.
—Sí.
Dante asintió lentamente.
—Entonces, nos veremos ahí. Será interesante.
Esa tarde, Ariana fue al muelle con la decisión tomada. Elías la esperaba sentado en la arena, dibujando sobre su cuaderno.
—¿Irás conmigo al baile?
Él la miró sorprendido.
—¿Qué? ¿En serio quieres eso?
—Quiero que estemos juntos. En público. Que todos lo sepan. Quiero gritarlo, si hace falta.
Elías la observó unos segundos, como si intentara medir el peso de su corazón.
—Entonces… sí. Iré contigo.
La noche del baile llegó con luces colgando entre los árboles del patio del colegio, música suave saliendo de los parlantes y muchos adolescentes vestidos con sus mejores ropas. Ariana llevaba un vestido corto color vino tinto y una chaqueta negra. Elías apareció con una camisa gris y su chaqueta habitual. A pesar de sus nervios, estaba ahí. Por ella.
—Estás hermosa —susurró Elías al verla.
—Tú tampoco estás nada mal —respondió ella, sonriendo.
Todo iba bien… hasta que Dante apareció.
Vestido con una camisa azul marino y una confianza que parecía desafiar al mundo, se acercó directamente a ellos.
—Vaya, qué pareja. ¿Quién lo diría? Elías, te ves… funcional —dijo con una sonrisa ladeada.
—¿Qué quieres, Dante? —preguntó Elías, endureciendo la mandíbula.
—Solo bailar con Ariana. Un solo baile. Por los viejos tiempos. ¿O tienes miedo de que la gente compare?
Ariana sintió cómo Elías se tensaba. Ella tomó su mano.
—No tienes que hacerlo —le dijo a Elías.
Pero él la soltó.
—Está bien —dijo con voz fría—. Si quieres bailar con él, hazlo. No soy tu dueño.
—Elías…
—Tú misma dijiste que no debía decidir por ti.
Y sin esperar más, se alejó.
Ariana lo vio caminar hacia la salida del colegio y sintió un dolor en el pecho. Dante, a su lado, suspiró.
—Siempre ha sido así. Corre antes de enfrentar lo que siente.
Ella lo miró, molesta.
—Y tú… no viniste por reconciliación. Viniste a desestabilizarlo.
—Yo vine por justicia —respondió Dante, serio—. Él no fue el único que perdió algo cuando Samuel murió.
Y por primera vez, Ariana sintió que lo que había entre ellos tres era más profundo y más oscuro de lo que imaginaba.
El baile continuó. Las luces seguían brillando. Pero para Ariana, ya nada era igual.
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Editado: 09.07.2025