"Entre tus labios" [saga N°1]

CAPITULO 12"Ruido entre nosotros"

Los días siguientes fueron fríos. No por el clima, sino por las palabras no dichas.

Ariana y Elías seguían cruzándose en los pasillos del colegio, pero ya no se buscaban con la mirada. Ya no se sonreían. Ya no existía el “nosotros”. Solo un hilo invisible, tenso y silencioso, que amenazaba con romperse en cualquier momento.

Lucía lo notó primero.

—¿Peleaste con Elías?

Ariana solo asintió.

—¿Por Dante?

—Por la verdad —respondió ella—. Por todo lo que no me dijo.

Dante, como si hubiera estado esperando ese momento, se acercó a Ariana más de lo habitual. La encontró sentada en las gradas, sola, con los audífonos puestos pero sin música.

—Te dije que Elías no era lo que parecía.

Ariana lo miró con cansancio.

—No estoy para que me digas “te lo advertí”.

—No vine a eso. Vine a decirte que… entiendo cómo te sientes. Él hizo lo mismo conmigo. Me apartó. Me mintió. Por eso me fui.

—Pero tú volviste —dijo ella.

—Porque alguien tiene que contar toda la historia. Porque mereces saber con quién estás jugando.

Ariana lo observó. Dante hablaba con convicción, pero había algo detrás de su mirada… algo más que “justicia”.

—¿Y si lo que quieres no es protegerme, sino vengarte?

Dante no respondió de inmediato.

—Tal vez son lo mismo.

Mientras tanto, Elías caminaba por el borde del muelle, con los nudillos hinchados de tanto apretar los puños.

Había querido ir a verla. Había querido explicarlo todo mejor. Pedir perdón de la manera correcta. Pero su orgullo, su miedo, su culpa… lo ataban como grilletes invisibles.

Hasta que lo vio.

Dante. Sentado con Ariana. Riéndose. Tocándole el hombro.

Algo dentro de Elías explotó.

Esa misma tarde, Ariana encontró una nota en su casillero.

“Esta noche. El faro. Solo tú y yo. Por favor. —Elías”

Ella dudó. Pero fue.

El faro estaba desierto, iluminado solo por la luna y el mar golpeando las rocas. Elías estaba ahí, de pie, con el rostro cubierto de sombras.

—Gracias por venir —dijo con voz temblorosa.

—No lo hagas más difícil, Elías.

—Solo escúchame —rogó él—. No estoy bien. Lo sé. No he hecho las cosas bien. Pero no puedo dejarte ir sin luchar. No otra vez.

—No quiero promesas que no puedes cumplir.

—No quiero hacer promesas. Quiero mostrarte que sí puedo cambiar. Pero necesito tiempo. Y te necesito a ti.

Ariana lo miró. Su voz sonaba sincera. Su cuerpo temblaba, no por el frío, sino por el miedo de perderla del todo.

—¿Y si ya es tarde?

—Entonces… solo déjame abrazarte una vez más. Aunque sea la última.

Ella dio un paso. Y él la abrazó como quien abraza la vida misma. Lloraron. Juntos. Como antes. Como nunca.

Pero lo que ninguno sabía… era que no estaban solos.

Desde el acantilado, Dante los observaba.

Y en su rostro no había tristeza.

Solo rabia contenida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.