El lunes siguiente, el colegio amaneció envuelto en murmullos. Alguien había empezado a esparcir un rumor: que Elías no solo sabía del tráfico ilegal de su hermano… sino que también había estado involucrado.
—Dicen que Elías recibía parte del dinero para callar —le dijo Lucía en voz baja a Ariana—. Y que Dante tiene pruebas.
Ariana sintió un nudo en el estómago. ¿Pruebas? ¿Ahora?
Elías no se presentó a clases ese día.
En la tarde, Dante se acercó a Ariana en la biblioteca. Estaba tranquilo. Demasiado tranquilo.
—¿Ya te enteraste?
—¿Tú lo empezaste?
—No. Solo respondí preguntas. A veces, el silencio también miente.
Ariana lo miró, con ira.
—¿Qué ganas con todo esto?
—Justicia —respondió Dante, bajando el libro que sostenía—. Y que la verdad salga a la luz.
—¿O quieres destruirlo porque todavía te duele perderlo?
Por un segundo, algo se quebró en su mirada.
—Samuel era mi hermano tanto como el suyo. Ver cómo Elías lo protegió, cómo encubrió todo... y luego siguió como si nada… ¿Crees que eso no me parte por dentro?
—No estás buscando justicia. Estás buscando venganza. Y estás dispuesto a usarme para eso.
Dante se acercó lentamente.
—¿Y tú no usaste a Elías para tapar tu propia tristeza?
—No. Yo lo elegí. Con sus heridas. No a pesar de ellas.
Dante no dijo más. Solo se marchó.
Esa noche, Ariana fue a casa de Elías. Él abrió con los ojos hundidos, la respiración pesada.
—Te juro que no recibí ni un sol —dijo de inmediato, sin que ella preguntara—. Nunca. Solo supe del tráfico. Me callé. Eso fue todo.
—Lo sé —dijo ella, sin necesidad de pruebas—. Pero ahora todos creen lo contrario.
—Dante tiene acceso al correo de Samuel. Tal vez encontró algo… o falsificó algo. No lo sé.
Ariana respiró hondo. Había algo más. Algo que no cuadraba. Y lo descubrió al día siguiente.
En la oficina del director, Ariana, por casualidad, vio una carpeta abierta. La reconoció por el logo: era de la antigua investigación policial sobre la muerte de Samuel.
El director no estaba, pero alguien había dejado una copia del informe encima del escritorio.
Y allí, entre los nombres y fechas, leyó algo que la dejó sin aliento:
“El denunciante inicial del posible tráfico fue Dante Z. G.”
“Mencionó a Samuel Rivero como responsable… y a su hermano Elías como cómplice.”
Elías no lo sabía. Pero Dante fue quien lo denunció.
La traición no había empezado ahora.
Estaba escrita desde el principio.
Ariana salió corriendo de la oficina, el corazón acelerado.
La batalla entre Elías y Dante no era reciente.
Era una guerra vieja.
Y ella estaba justo en el medio.
La bomba esta fuerte.....Pobre Elias y Ariana
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Editado: 09.07.2025