"Entre tus labios" [saga N°1]

CAPITULO 20 "Algunas despedidas no se dicen en voz alta"

El hospital olía a desinfectante y a miedo.
Ariana caminó por los pasillos con la garganta cerrada. Las luces frías hacían que todo pareciera más irreal.

Cuando por fin encontró la habitación, Elías estaba despierto, con la cabeza vendada y la mirada perdida en el techo.

Al verla, sonrió. Apenas. Pero fue suficiente para que ella se quebrara.

—Lo siento —dijo él, apenas con voz.

—No tienes que decir nada.

Ella se acercó, tomó su mano. Era cálida, como antes. Como siempre.

—Tu mamá me llamó. Me dijo que estuviste bien todo el camino aquí. Que preguntabas por mí.

—Siempre pregunto por ti —murmuró él—. Incluso cuando no lo digo en voz alta.

Ella sonrió. Y lloró.

—¿Por qué nunca aprendimos a amarnos bien?

Elías cerró los ojos por un momento.

—Porque nos dolía demasiado admitir que nos necesitábamos.

Se quedaron en silencio. Solo sus manos hablaban.

Más tarde, ya fuera del hospital, Ariana caminó por la costanera hasta la banca frente al faro. Allí la esperaba Gael, bajo la lluvia fina, sin paraguas, con la chaqueta empapada.

—Te vi salir corriendo. Te seguí —dijo él.

—Lo sé —respondió ella, sin mirarlo aún.

Él guardó silencio. No preguntó. Sabía que, si lo hacía, tal vez no le gustaría la respuesta.

Ariana lo miró por fin.

—Tú fuiste la luz en mitad del naufragio —le dijo con ternura—. Pero no puedo entregarte algo que todavía estoy reparando.

Gael no bajó la mirada. La sostuvo, como si entendiera que ella no estaba eligiendo entre ellos… sino entre versiones de sí misma.

—Entonces solo prométeme que vas a cuidarte —dijo él con suavidad—. Que no vas a volver a perderte por intentar salvar a alguien.

—Lo prometo.

Se abrazaron. Fuerte. Largo. Como si no fuera un adiós completo, pero sí una despedida de algo que pudo ser.

Esa noche, Ariana escribió en su cuaderno:

“A veces, para amar bien, hay que aprender a despedirse sin rencor.”
“No sé si esto es el final de algo... o el principio de otra cosa.”

Y cerró la libreta.
El viento entró por la ventana.
El mar rugía a lo lejos.




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