Isaac Thorne estaba acostumbrado a los desafíos de la física cuántica, pero nada lo había preparado para lo que estaba a punto de descubrir. En su laboratorio, ubicado en el sótano del Instituto de Investigación Cuántica de Cambridge, Isaac y su equipo trabajaban incansablemente en la creación de un agujero negro artificial controlado, una hazaña que prometía revolucionar nuestra comprensión del espacio y el tiempo.
Isaac era un hombre de mediana edad con el cabello desordenado y gafas gruesas que siempre parecían estar al borde de caerse. Había dedicado su vida a la física teórica, buscando respuestas a preguntas que la mayoría de la gente ni siquiera sabía que existían. Esa tarde, mientras revisaba los datos de su último experimento, algo llamó su atención.
En la pantalla de su ordenador, las lecturas del agujero negro mostraban una oscilación anómala, una fluctuación en la densidad que no podía explicarse con la física convencional. Isaac frunció el ceño y llamó a su asistente, Laura, una joven prodigio con una mente tan aguda como la de él. Juntos, analizaron los datos una y otra vez, pero no encontraron ninguna explicación razonable.
Decidido a investigar más a fondo, Isaac decidió realizar un experimento en tiempo real. Ajustaron el equipo y aumentaron la energía del acelerador de partículas, esperando obtener una lectura más clara de la anomalía. A medida que la energía aumentaba, el pequeño agujero negro en el centro de la sala comenzó a brillar con una luz azulada, algo que nunca antes habían observado.
De repente, el brillo se intensificó y el agujero negro empezó a expandirse. Laura gritó una advertencia, pero era demasiado tarde. La expansión fue rápida y violenta, arrastrando a Isaac hacia su interior antes de que pudiera reaccionar. En un abrir y cerrar de ojos, el laboratorio desapareció y Isaac se encontró flotando en un vacío negro, rodeado de estrellas distantes.
Isaac perdió la noción del tiempo mientras flotaba en la oscuridad. No sentía ni frío ni calor, solo un vacío infinito. De repente, una fuerza invisible lo empujó hacia adelante y, en un destello de luz cegadora, se encontró en un lugar completamente nuevo.
Despertó en un entorno familiar pero extrañamente diferente. Estaba en un laboratorio muy similar al suyo, pero con diferencias sutiles en el diseño y la tecnología. Isaac se puso de pie con dificultad y miró a su alrededor, tratando de entender dónde estaba. En una mesa cercana, vio una pila de documentos con su nombre, pero escritos con una caligrafía que no reconocía.
Antes de que pudiera investigar más, la puerta del laboratorio se abrió y una mujer entró apresuradamente. Era la Dra. Evelyn Harper, una brillante física de partículas conocida por sus teorías sobre el multiverso. Al ver a Isaac, se detuvo en seco y sus ojos se abrieron de par en par.
"Isaac Thorne", dijo con incredulidad. "¿Cómo es posible?"
Isaac, todavía desorientado, solo pudo responder con una pregunta: "¿Dónde estoy?"
Evelyn lo miró con seriedad y dijo: "Estás en una versión alternativa de tu propio mundo. Y parece que acabas de cruzar el umbral de los universos."