Entre versos y piel

Capítulo 1

Capítulo 1 – La Resaca
El sol se posaba en el rostro de aquel hombre angustiado, Gabriel, entraban los rayos de sol débiles por las cortinas beige del cuarto. Gabriel abrió los ojos con dificultad, sintiendo una punzada punzante en las sienes y una acidez en la garganta que le recordaban el exceso de la noche anterior.
Estaba desnudo. Solo. Envuelto en una sábana que no le pertenecía. El olor a vino viejo y perfume de mujer lo envolvía como un susurro que no quería recordar, pero que su cuerpo no podía ignorar. Giró la cabeza con lentitud, y ahí estaba ella: Sara. Dormía de lado, la espalda descubierta y el cabello despeinado sobre la almohada. Parecía en paz. Como si lo ocurrido no la afectara. Como si no hubiese cruzado una línea invisible que ninguno de los dos debería haber tocado.
Gabriel se sentó en el borde de la cama y se cubrió el rostro con ambas manos. “¿Qué hice?”, se preguntó con una mezcla de arrepentimiento, confusión… y una punzada de deseo que aún no desaparecía del todo. Era su profesora. Una figura inalcanzable a la que ahora había tocado como se toca a alguien que se ama o se olvida.
El silencio de la habitación se rompió con la voz de Sara, ronca por el alcohol y el sueño.
—¿Te vas a quedar ahí parado o vas a desayunar algo?
Gabriel tragó saliva. No sabía cómo responder. No sabía siquiera cómo mirarla. Ella, en cambio, se sentó con naturalidad, tomó una camiseta vieja del suelo y se la puso, sin el más mínimo rastro de culpa en el rostro.
—No... sé qué decir —murmuró él.
—Entonces no digas nada. Fue una noche. No lo pienses tanto.
Pero él ya lo estaba pensando todo. Cada gesto, cada caricia, cada palabra, cada trago compartido. Lo que para ella había sido una noche impulsiva, para Gabriel se sentía como parte de algo que nunca pensó que le pasaría. O el fin de algo que jamás debió empezar.
Se vistió en silencio, recogió sus cosas y se detuvo en la puerta. Sara se quedó sentada a la mesa, tomando café, sin mirarlo.
—¿Nos veremos en clase? —preguntó él, casi con esperanza.
Sara no respondió de inmediato. Solo dio un sorbo a su taza y, sin mirarlo, dijo:
—Claro. A las dos, como siempre. Espero que no seas imprudente y comentes esta situación con las personas, simplemente olvídalo— se levantó de la mesa —
Pero sin embargo Gabriel prefirió irse a buscar sus cosas en el edificio anterior donde las había guardado.
Y así, Gabriel salió al mundo real, cargando la culpa, la confusión y un amor imposible que acababa de nacer...



#4754 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amorimposible

Editado: 22.12.2025

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