La mañana siguiente me levanté, me bañe y me aliste para irme a la escuela. Al salir de mi habitación vi que Daniel no estaba; sospeché que se fue en la mañana. Agarré la manta que le presté y la llevé a la cesta de ropa sucia. Cuando fui a la cocina por un jugo y tal vez un pan, vi en la mesa 2 platos con comida que olían delicioso.
Juliana: Tú hiciste esto.
Daniel, quien estaba lavando los platos, me miró con una sonrisa y me dijo:
Daniel: Si te gusta el huevo frito, verdad es que no sabía qué hacerte y hice eso.
Juliana: vaya, es la primera vez hace años que alguien me prepara mi comida.
Daniel: Toma asiento.
Tomé asiento y Daniel también se sentó conmigo.
Juliana: Ayer no te pregunté, pero ¿por qué te peleaste con tu padre?
Daniel: Asi que eso me querías preguntar ayer; bueno, fue porque yo mandé a la comisaría a Adrián y, resuelto inocente, él me confesó que mandó a alguien a dispararle, haciendo que me enoje con él por mentirme, aunque eso no quita que Adrián sea un ladrón.
Fingi mi sonrisa.
Juliana: Está rico el desayuno.
Daniel: Y tú, ¿por qué dices que es la primera vez hace años que nadie te cocina?
Dijo éste con una sonrisa: Puse el tenedor en la mesa y tomé un sorbo de jugo.
Juliana: Mi madre se enfocó en trabajar y entonces después de que mi padre muriera yo me preparaba los desayunos, almuerzos y cenas. Todos los días tenía que ver tutoriales en Internet para cocinar.
Daniel: Vaya, espero un día probar tu deliciosa comida, pero te tengo otra pregunta; puedo hacértela.
Mientras no fueran los ruidos de anoche que me autocomplacía, estaba bien.
Juliana: Claro, puedes hacer cualquier pregunta, solo que no creo que te la responda, ok.
Daniel: Bueno, si no me la respondes hoy, deberías responderla algún día, ya que yo te respondí la tuya, ¿no crees?
Juliana: Claro, lo pensaré.
Daniel: ¿Por qué odias tanto a mi padre?
El pan que estaba comiendo en ese momento se atoró en mi garganta; agarré el jugo y le di unos sorbos, me levanté de la silla y le dije.
Juliana: Ya se está haciendo tarde; creo que es mejor que nos vayamos a la escuela, ¿no crees?
Daniel me miró con una sonrisa y dijo, claro, como tú quieras, sino me lo dices hoy, algún día me lo dirás. Lo veo en tus ojos.
Sonreí y salí de la casa y agarré camino a la escuela cuando Daniel gritó.
Daniel: En serio, piensas irte caminando teniendo un carro.
Juliana: No me gusta sacarlo para llevarlo a la escuela, además está cerca.
Daniel: Ven, súbete al mío, yo te llevo.
Editado: 18.03.2025