Aaah los maravillosos años 60. Única época humana en la que el amor le declaró la guerra al odio. Con su apogeo en los Estados Unidos de América, el movimiento pacifista de aquel tiempo hizo temblar la tierra.
Con sus colores brillantes y su moda extravagante, llegaron los, más tarde llamados, hippies. Con sus mensajes de amor y paz, hicieron que el mundo empezara a pensar: ¿lo estamos haciendo mal?
Honestamente, no fue tan así. Pero aquellos que recordamos, aun sonreímos al pensar que la humanidad estuvo muy cerca de entender que estaban mal.
Mas allá de esto, si bien esta época fue preciosa en muchos sentidos, hubo algo que, en mi opinión, la hizo exquisita. Aunque, claro esta, solo es una diminuta cosa en un mar de sucesos.
Estoy hablando del festival de Woodstock, 1969. Por sí mismo fue un hecho histórico para los humanos, y no sorprende que así sea, pero para nosotros fue un pequeño parque de diversiones.
Por favor, no nos mal interpreten, solemos aburrirnos mucho donde estamos y molestar a las almas que bajan a la tierra era un hobby que algunos teníamos.
Mi hobby en ese tiempo, y el de un gran grupo también, era molestar a las dos almas que habían viajado a la tierra en busca de nuevas emociones y diversión. Es por eso que nos las ingeniamos para lograr que se encuentren en aquella legendaria congregación de paz y música.
Mientras el mítico Jimmy Hendrix tocaba el himno estadounidense con una guitarra eléctrica, las almas chocaron.
En medio de miles de personas, a metros uno del otro, sus ojos hicieron contacto.
Como si el mundo se hubiera detenido a su alrededor, como si ya no existiera nada más, sonriendo con sus corazones acelerados, ellas caminaron hasta estar frente a frente.
No hubo palabras, no hubo razón, no hubo nada más que dos almas uniendo a dos humanos.
Sin pensarlo un segundo se besaron apasionadamente. Alisa y Evie pensaron que era amor a primera vista. Ni tan erradas, ni tan certeras.
-¿Dónde estuviste toda mi vida?- preguntó Alisa.
-Buscándote- le respondió Evie.
Ambas almas rebosaron de alegría por haberse reencontrado. Ardieron en el interior de sus humanas, con tanta fuerza que temieron ser descubiertas.
Admito que fue grato ver esto, después de tanto tiempo manteniéndolas lejos, sentí una empatía que creía perdida. Deseé tener lo que ellas tenían, sentí el peso de la envidia.
No me enorgullezco de lo que paso después, pero, en mi defensa, el universo es quien tiene la última palabra. Si él lo quiere, sucede, de lo contrario no.
Estas dos jóvenes, embriagadas por el deseo de unión de sus almas, se mantuvieron juntas día y noche. Disfrutando de cada placer que Woodstock les pudo ofrecer. Sin embargo, como todo lo bueno de la vida, llegó a su fin.
Cuando eso pasó, cada persona que había asistido se retiró, incluyendo a estas dos jóvenes. Ellas pensaban marcharse juntas, caminar de la mano por el resto de sus vidas, pero eso no es lo que nosotros queríamos. Si ellas pasaban juntas el resto de sus vidas, felices, unidas, amándose siempre y por siempre, el juego terminaba. Las almas regresaban y nosotros ya no disfrutaríamos de sus desventuras.
Nos parecía realmente divertido verlas buscarse por el mundo, hacerlas pasar una vida preguntándose si habían elegido a los humanos correctos, solo para que llegaran a su final sabiendo que la respuesta era no.
Por esta razón tan absurda, que contribuí a formar, el universo conspiró para separarlas.
Al tercer día del festival, cuando todos se marchaban, Alisa perdió a Evie entre la multitud y nunca la volvió a encontrar.
El universo fue cruel, yo fui cruel. Me alcanzó con ver el dolor de esas dos pobres almas desdichadas para notar mi error. Desde ese día hasta su muerte, esas dos humanas vivieron obsesionadas con el recuerdo de la joven que una vez conocieron, vagaron por todo el país tratando de volver a coincidir. Al final de sus días, pude sentir la pena de esas dos almas, sentí el sufrimiento de una vida de lamentos. Entonces me pregunté qué clase de ser provoca dolor solo por diversión. Lo que había en mi, no era yo, y lo que yo era, no era lo que deseaba ser.
Juré enmendar mi error, hacer que esas alamas volvieran juntas y felices a nuestro mundo. Aunque, a veces, no importa cuanto desees algo, no lo tendrás.
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Editado: 08.04.2025