El tercer y último encuentro.
Tomó tiempo y esfuerzo reunirlas de tal forma que sus vidas estuvieran unidas, más allá de la unión que las almas generaban al encontrarse.
Una de las almas fue guiada hasta el hospital de una ciudad llamada Buenos Aires, situada en el país de Argentina, para unirse a un pequeño bebé varón al que llamaron Lucas, mientras que el otro alma fue guiada, un año más tarde, hasta el mismo hospital de la misma ciudad, para pegarse al cuerpo de una pequeña bebé que se llamó Sofia. Ambos bebés, eran hijos de dos madres cuya amistad había durado más de 30 años, ese fue mi seguro. Estaba más que segura que, de esa forma, ambas almas pasarían la vida juntas, sin separarse jamás.
Aun así, esta parte de su historia es, por mucho, la más larga, complicada y extraña.
A pesar de que las almas supieron desde un principio que se habían encontrado, ninguna reaccionó a la otra, fue como si algo les faltara, como si ya no fueran las mismas.
El sentimiento entre ellas aún existía, pero no se manifestaba con la misma intensidad. Crecieron juntas, vivieron en la misma ciudad y edificio, fueron a la misma escuela y compartieron amistades.
A mi parecer todo funcionaba bien, pues ellas estaban juntas. No fue hasta que los humanos alcanzaron la adolescencia que aquel amor intenso apareció, ardiendo como una fogata en el invierno, consumió el corazón de ambos jóvenes.
Se amaron con locura y pasión por años. Cada vez que Sofia veía los profundos ojos verdes de Lucas, sentía como su corazón se aceleraba y sus manos sudaban. Mientras que Lucas podía perderse en la preciosa sonrisa que Sofia siempre le regalaba.
Cuando Lucas cumplió dieciséis años decidió expresarle sus sentimientos a Sofia. Ella, sin dudas, le correspondió. Juraron amarse eternamente y, estoy segura, al menos una de esas almas lo cumplió.
Si uno de ellos hubiera muerto en ese momento, ambas almas habrían ganado el juego. Hubieran podido regresar sin problemas, si así lo hubieran querido.
Curiosamente, disfrutaban mucho haciendo deportes juntos. Salían a correr, iban a nadar, asistían juntos al gimnasio e incluso, practicaban boxeo.
Sofia sentía fascinación por tal deporte y era realmente buena en él. Aunque no le gustaban las competencias o concursos, simplemente lo hacía por amor al arte.
Lucas compartía el repudio de Sofia hacia las competencias, pero entrenaba para desarrollar su físico y tener una vida saludable, aunque no le gustaba hacer ejercicio.
Los años pasaban, ellos crecían, felices, unidos y enamorados, todo parecía marchar bien. Sin embargo, incluso el plan más pensado se puede enfrentar a algún imprevisto.
Puede que muchos no comprendan esto pero, a pesar de su profundo amor, la fidelidad no era algo que se exigieran. Tanto Sofia como Lucas, frecuentaban a otras personas.
Aunque siempre, siempre, al final del día, se elegían nuevamente. El poder de dominio que sus almas tenían, les hacia imposible mantenerse lejos. Empezaban a extrañarse, a desearse, a querer ver los ojos del otro.
Durante años, su relación funcionó perfectamente bien de esa manera. Al mirarse, sus almas sabían que no serían reemplazadas y ya nada más importaba. No había problema que no pudieran resolver juntos, o tristeza que no se curara en los brazos del otro. Cada enojo era pasajero pero la forma de amarse era única.
Ellos habían cambiado el significado del amor, para ellos no era posesión, no era restringir, prohibir o obligar. Para ellos, el amor era libertad, comprensión, aceptación. No les importaba que a la gente le pareciera raro, que hablaran a sus espaldas o que opinaran sin tratar de entender. Eran ellos, nada más importaba.
¿Existe algo más perfecto? ¿Algo más deseable? Yo no lo creo.
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Editado: 08.04.2025