Enya: En busca del destino | Serie: Destino Sobrenatural.

Capítulo 1.

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El destino me tenía planeado algo diferente, si hubiera sabido lo que estaba por venir, a lo que me iba a enfrentar y todo lo que iba a sufrir…créanme, lo hubiera pensado dos veces y hubiera mandado muy lejitos a todos hace tiempo, en vez de pasarme dos décadas de mi vida aguantando para que me acepten en vez de pasarla bien. Gracias a los partícipes en mi creación y traerme a este mundo, la vida de mierda que ofrecieron me sirvió como entrenamiento para lo trazado y el carácter altivo que tuve que forjar para los casos necesarios…realmente me sirvió.

 

Desde pequeña siempre quise ver a mi madre feliz, que no tenga preocupaciones, que se sienta orgullosa, solo pedía que ella me mirara, como miraba a mis hermanas. «A veces me pregunto, si no me quisiste para que me tuviste».

 

Tengo cuatro hermanas mayores son del primer compromiso de mi madre, cuando tenía como ocho años, dos de ellas vinieron a vivir con nosotros, madre estaba feliz, sus hijas habían vuelto a ella. Pero así como vienen los hijos, también viene la aceptación, el reconocer que tienen una nueva hermana, que no es hija de su padre, no por mi parte, pero tristemente si por la de ellas. «Fue cuando mi burbuja de fantasía y unicornios cambió y mi camuflaje empezó a crearse».

 

Quise encajar en su relación de hermanas, conocerlas, pero nunca fue fácil. Ellas hicieron amigos en el pueblo, y como una niña en ese tiempo me mandaban a acompañarlas, y como cenicienta que era, no cabía en su unión de ser nombrada su hermana, solo media, media y media. «Sonará normal ahora, pero en ese tiempo y con la edad que tenía, dolía». Me hacía sentir mal, pues mi madre decía que todas eran hijas de ella, por lo tanto el lazo es igual, ni más ni menos. «Aunque con el tiempo, ella también lo olvido».

 

Al pasar los años, mis días de felicidad, se acortaron, mi madre solía trabajar hasta pasado el mediodía, y mi papá trabajada desde la mañana hasta las diez u once, prácticamente solo lo veía los fines de semana, y no, no era para compartir en familia, pues, él así como trabajaba de lunes a viernes duramente, los fines de semana se dedicaba a compartir y embriagarse con sus amigos. Lo veía sí, pero siempre ebrio. «Ni contar con él se podía».

 

Aunque un tiempo atrás, quise estar cerca de él, anhelaba esa relación de padre e hija que tanto veía en las películas y libros, pero eso no pasaba, él solo me utilizaba para poder escapar de casa y divertirse lejos de la vista de mi madre. En días festivos él viajaba a visitar a unos parientes fuera del pueblo, y yo lo acompañaba. No quería dejar a mi madre, pero sabía que no me necesitaba, tenía a sus hijas, y ellas al ser mayores que yo, tenían plenamente su atención.

 

Esos días fuera del pueblo, no solo era el escape de papá, sino también el mío. «La forma en que crecí, me hizo anhelar mucho la libertad y tener como sea independencia». Pero en ese entonces era la manera de escapar de las palizas, las fuertes palizas que me daban.

 

“El miedo y la tortura crearon en mi esa sed de libertad y el hambre de enfrentarme al destino”.

 

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