Enya: En busca del destino | Serie: Destino Sobrenatural.

Capítulo 9.

***

Al llegar, vemos seguridad en la puerta, dos hombres muy fortachones pidiendo identificación. Nos acercamos, y mostramos nuestra identificación, los hombres se miran y dicen al unísono «americanas », Liz y yo ponemos los ojos en blanco. Nos adentramos por un largo pasillo, giramos a la derecha y ahí está la acción. Luces de colores por todos lados son los únicos campos de visión del lugar, por las esquinas hay módulos con pequeñas mesas, en el centro los chicos y chicas bailan, no sé qué mierda de música es, no entiendo el idioma, pero tiene ritmo.

 

Liz y yo nos miramos y sonreímos, nos dirigimos a la barra de bebidas a ordenar. Solo pido vino tinto, no sé de bebidas y las cervezas no me gustan, Liz pide cerveza que lleva un nombre raro: BrewDog, estamos bebiendo, una copas, dos. Salimos a bailar, aunque no entendemos el idioma de la música, solo nos movemos al ritmo, no sé cuánto tiempo estamos así, bailando, hasta que Liz se dirige al baño y yo voy de nuevo a la barra a por más vino.

 

—Eres americana. —escucho a mi lado, me giro y veo a  un chico a mi lado sonriéndome. Yo solo asiento.

 

— ¿Quieres bailar? —pregunta. —No, estoy esperando a una amiga, lo siento. El chico me vuelve a mirar, y sujeta mi brazo, —Ven vamos, baila conmigo, dice tratando de tirar de mi brazo. —No, enserio, no es que sea grosera, pero estoy esperando a una amiga. El tipo presiona el agarre haciéndome doler el brazo, tratando de tirar de mí. —oye, enserio, no quiero bailar contigo, ¡deja mi brazo! —digo, esto último casi en un grito.

 

— ¡Qué te calles joder y vengas conmigo! —masculle entre dientes. — ¿¡qué demonios te pasa, imbécil!? ¡Que dejes mi maldito brazo! ¡Estás sordo! El chico, esta vez sujeta mis hombros, presionándolos, y diciéndome, — ¡si estás aquí, es solo porque esperas una cosa, no te hagas la estúpida! Voy a ser bueno contigo, ahora muévete.

 

Mi cara esta de póker, este imbécil, quien se cree. — ¡No sé qué mierda crees que quiero, solo te diré que me sueltes o lo lamentaras! —grito, enfadada.

 

— ¡Así, que vas hacer! A nadie le interesa lo que hagas. 

 

—Esto haré, imbécil. —digo con rabia, pateándolo en la entrepierna. Me acerco a él —tienes razón, a nadie le interesa lo que haga.

 

Me giro hacia la barra y mi amiga me queda mirando, — ¿qué pasó? —dice, sorprendida. Señalo al imbécil que se retuerce en el suelo, —el idiota se quiso pasar de listo y casi arruina mi cumpleaños.

 

— ¿¡qué!? — exclama, sorprendida acercándose al tipo y también dándole una patada. —Eso es por imbécil y por casi arruinar su cumpleaños. Se gira en mi dirección y empezamos a reír.

 

Vuelvo a pedir vino, igual mi amiga.

 

—Eso fue increíble. —dicen, a mi costado. Me giro para saber quién habla, ya no estoy de humor para que alguien más arruine esta noche, volteo en su dirección y veo a un chico rubio, de tez muy pálida y ojos miel sonriéndome. Debe tener unos veinticinco años. Muy guapo en realidad, se acomoda girando su vista en mi dirección, puedo ver lo pequeña que me hace sentir, es muy alto, mi mirada cae en su pecho, porque hasta ahí llego.

 

— ¿Disculpa? —respondo.

 

—Te disculpo, aunque no sé de qué. Pero lo que hiciste, tú y tu amiga hace un momento, fue increíble. —dice, asentando su cabeza en modo de saludo. Mi amiga, le sonríe, y me da esa mirada, de “sigue hablando con él” y se gira con la vista en otra dirección.

 

—Viste lo que paso.

 

—Cada uno de tus movimientos. —dice, sonriendo y baja su mirada en dirección a mi hombro o a mi cuello.

 

—Uhm ya veo, aunque un caballero no se queda viendo, sino actúa. Supongo que eso es algo escaso por aquí. —Le sonrío con suficiencia.

 

—Soy un caballero. —dice firme. Y su mirada se intensifica, si no fuera por las luces creería que oscurecieron a un negro total.

 

—Está bien, lo que tú digas. —le respondo con media sonrisa.

 

—Lo soy. —reafirma. —Y como todo un buen caballero te concedo un deseo, por tu cumpleaños.

 

—Oh también escuchaste eso, ya veo. ¿Y qué clase de deseo se supone que me concederás? —le pregunto, mirándolo a los ojos.

 

—Lo que tú quieras, es tu deseo de mí para ti. Aprovecha que hoy me siento bueno.

 

—Oh, sea que tu deseo no tiene límites, me refiero a que puedo pedir lo que quiero, incluso si es algo descabellado.

 

—Tú lo has dicho. Lo que quieras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.