KENRICK FAO
“Aquel calor y juicio nublado fue pasajero, cuando la escarlata tiñó la tierra, volvió el vacío, la soledad y la frialdad. El amor que saboreé fue un pestañeo, y surgió el arrepentimiento… aquel que siempre me atormentará”.
***
—Mantén vigías cerca de las fronteras. Quiero informes cada dos horas. Si un solo chupasangre se atreve a cruzar, lo sabré. —Mi voz retumbó, grave y resonante, no por autoridad, sino por el agotamiento que sentía en mis huesos.
—Sí, Alpha. —respondió Ludovic, mi beta. Leal, constante, como siempre. Desde que Lucían había regresado, los engendros, proles dementes y sin alma, se habían multiplicado. No podemos darnos el lujo de bajar la guardia. La ira se acumulaba en mi pecho como brasas que ardían sin aire.
Ludovic bufó, su frustración palpable. —Esos engendros… Un completo fastidio. Apreté la mandíbula. —Más que un fastidio, son una plaga que no razona, no se detiene —mi voz se hizo más profunda, más cargada con el peso de los siglos—. Se mueven en jaurías. Diez, veinte, infectando lo que tocan.
—Y pensar que los crearon por amor o ambición —agregó mi beta, sacudiendo la cabeza—. Humanos convertidos por vampiros sin linaje, sin el vínculo verdadero. Un error repetido una y otra vez —la desaprobación en su tono era evidente.
—Mi padre me dijo que antiguamente los creaban como ejércitos o por sentimientos que no debían ser. Pero sin destino, sin la bendición de la sangre, el veneno vampiro consume, enloquece, deshace el alma. —suspiro pesadamente. —Que nadie salga de las zonas seguras. Ni mujeres, ni niños. Y a los imprudentes que crean que explorar es un juego, los quiero en las mazmorras. No podemos permitir errores. —Mi tono no dejó espacio para réplica.
—Entendido. ¿Algún otro mandato?
—Sí… —gruñí, el cansancio acumulado de días y noches sin descanso pesando sobre mí—. ¿Por qué demonios sigues preguntándome por Trisha? Ludovic me mira con una resignación que solo un beta podía tener.
—Porque ella cree que será la futura Luna de la manada. Ya actúa como tal. Ordena, decide… y los miembros empiezan a confundirse.
—Mierda…—Mascullo, la palabra es un veneno amargo en la garganta—. Hablaré con ella. —El enojo hizo que mis puños se cerraran, pero en el fondo sabía que sería inútil.
«El puesto de Luna era solo para mi nodum. Esa verdad vivía dentro de mí como un eco interminable. Y por mucho que intentara ignorarlo, no podía». Pensé que Trisha lo entendía, pero, al parecer, me equivoqué.
—Hablar no basta. Tienes que cerrar ese capítulo, Alpha. Tu nodum puede aparecer en cualquier momento, y esto… esto se convertirá en un obstáculo.
«Hasta que alguien dice algo sensato.» resonó la voz de Lucas, mi lobo interior, rompiendo un silencio que me había estado volviendo loco. El calor que sentía por su presencia era como un ancla en una tormenta.
«Ahora sí decides hablar.»
«Yo hablo cuando vale la pena, y ella lo vale. Nuestra nodum. ¿Qué esperas? Sabes que sin ella, no seremos completos. Ni tú, ni yo.»
«¿Crees que no lo sé? Yo también la necesito. Su ausencia me consume cada día.»
«Entonces déjala. Deja a Trisha y sal a buscarla. Ludovic puede encargarse. ¡Sal al mundo! ¡Al humano si es necesario! ¡Encuéntrala!»
«No sé…»
«—¡Imbécil! —grita Lucas antes de romper el vínculo—. ¡No me busques! ¡No mereces mi fuerza si no vas tras ella!»
Y el vínculo se partió como el sonido de un hueso rompiéndose. Fue un dolor agudo y repentino, como si una grieta se abriera en el centro de mi alma. Fue una fuerza que me empujó, una pared de hielo que se levantó entre nosotros. El calor se desvaneció, reemplazado por un frío cortante y una soledad que me hizo sentir incompleto. Lucas se había ido. No había quebrado el vínculo por completo, pero la conexión era distante, un fantasma. La furia de Lucas ardía en mi pecho como brasas que se ahogaban sin aire. Me quedé con un vacío que me robó el aliento. Ya no había un rugido furioso dentro de mí, solo la sensación de una traición irreparable.
—Déjame solo —le dije a Ludovic, con la voz ahogada.
—Espero que no te arrepientas. —dijo mi beta, su voz con un tono que no había escuchado antes, uno que sonaba a tristeza—. Nos vemos luego, Kenrick… Tienes compañía.
La puerta se abrió. Trisha entró sonriendo. Ignoraba la tormenta que se había desatado en mi interior. Y por primera vez, me di cuenta de la distancia real entre nosotros, ella, nunca haría vibrar mi alma como lo haría mi nodum.
“Aquel calor y juicio nublado fue pasajero, cuando la escarlata tiño la tierra, volvió el vacío, la soledad y la frialdad, el amor que saboreé, fue un pestañeo, y surgió el arrepentimiento…aquel que siempre me atormentará”.
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Editado: 06.09.2025