"Y cuando la luz me abrazó, me sentí por un instante merecedora del cielo... antes de que la realidad me devolviera a la tierra."
***
Han pasado cuatro meses desde que Ivanov partió, y en su ausencia, mis días en la universidad se tornaron pesados. Perdí el primer puesto y descendí al segundo lugar. Me dolió, no lo voy a negar. Nunca me había pasado antes. Como escuché una vez, siempre habrá alguien mejor que tú. Vaya consuelo, ¿no?
Aun así, mis rutinas se limitaron a la universidad, la biblioteca y, finalmente, el refugio del departamento. Por las tardes viene Leah, el chico que me superó. Sí, Leah, el del primer puesto. Aunque su nombre puede sonar femenino, en realidad es un chico. También me sorprendió, lo admito. En América, los nombres suelen marcar bien el género. Qué estereotipados podemos llegar a ser…
No voy a mentir: al principio, lo vi como mi competencia directa. Pero eso se desvaneció. Leah fue tan amable, tan increíble, que poco a poco fue robando algo más que mi atención: se llevó mi corazón. No sé cómo ocurrió, Solo sé que empecé a pensar demasiado en él, a sonreír al verlo, a esperar cada encuentro como si el tiempo no existiera mientras hablábamos.
Compartimos tantas cosas… aunque omití, por ahora, el detalle vampírico. Aún no era el momento.
Lizzie, por su parte, también ha hecho amigos. Muchos. Incluso sale con alguien de la universidad. Es un buen tipo, y sobre todo… muy pelirrojo. Esta noche iremos todos al BoomDay, será una doble cita.
Después de ordenar la sala y preparar unos aperitivos, suena el timbre. Ya está aquí.
—Hola, ricitos —dice Leah, sonriendo con ese brillo pícaro en los ojos.
—Leah… mi estilero favorito, bienvenido —le respondo, haciendo un ademán para que entre. Él se acerca y roza mis labios con un beso breve pero lleno de promesas. Mientras entra, observa todo a su alrededor. Yo me recuesto contra la puerta, divertida.
—¿Qué tanto ves? —pregunto, sonriendo.
—Es la primera vez que conozco tu departamento. Las otras veces fueron bibliotecas, cafeterías, el cine… creo que puedo seguir enumerando—dice, entre divertido y curioso.
—Me gusta tomar las cosas con calma, cariño. Solo eso. ¿Y te gusta el lugar?
—Nada mal. La universidad se lució con esto. —Responde, acercándose a mí con ese paso seductor tan suyo. Leah es el tipo de chico que parece traer consigo un pedacito de paz. Tiene esa luz que hace que todo parezca estar en su sitio. Rubio como el sol, ojos verdes como los bosques antiguos, pestañas interminables, cuerpo de escultura y un maldito buen gusto para vestir. Perfecto. Y yo, me siento perfecta a su lado. Hasta poeta me vuelvo al tenerlo cerca. Apoya una mano en la puerta y con la otra acaricia mi mejilla. Sus dedos son suaves, su mirada, intensa.
—Mi mundo sólo brilla por ti, Aislinn —susurra, y sus labios se apoderan de los míos. Me aferro a su torso, él me aprieta contra la puerta, mordisquea mi labio inferior, y su boca se desliza hacia mi cuello. Sus besos y pequeños mordiscos desatan calor en mi abdomen, mi cuerpo se arquea involuntariamente. Su respiración se mezcla con la mía, sus manos exploran mi cintura y mis pechos. El deseo se vuelve palpable, urgente, y nuestros labios vuelven a encontrarse, esta vez con mayor intensidad.
—¿Así que querías tomarte las cosas con calma? —dice, jadeante.
—Solo cállate y sigue besándome —le ordeno, casi sin aliento.
—Sigo tus órdenes —responde, y sonríe antes de besarme con más fuerza. Carga mi cuerpo como si fuera liviano y me sienta en su regazo en el sofá. Me fundo en él. Su mirada se vuelve más oscura, el verde de sus ojos arde como esmeraldas al sol. Me desnuda con cuidado, como quien abre un regalo que desea y respeta. Yo hago lo mismo. Mi mirada se posa en el centro de su pecho: ahí, en tinta blanca, está tatuado mi nombre.
—Mi nombre… —susurro, con un nudo en la garganta. Mis dedos recorren cada letra blanca marcada sobre su piel, como una promesa grabada.
—Mi alma te pertenece, todo mi ser es tuyo —responde, con una devoción que me desarma. —Levanta mi rostro y me mira con fuego en la mirada.
—Te amo, Leah Lux. Yo delirio de amor por ti —respondo, y nuestras bocas se encuentran otra vez. Los besos se hacen intensos, nuestras manos se exploran, nuestros cuerpos se sienten. Leah me coloca debajo de él con delicadeza. Sus labios bajan a mi pecho y yo me abandono al momento, a sus caricias, a sus besos que parecen querer besarme el alma. Me mira en silencio, buscando permiso. Asiento. Él entiende. Con cada beso, con cada caricia, siento que el mundo se desvanece. Sólo él y yo. Sólo el ahora.
—No… no vayamos tan lejos, ¿ok? —digo, rozando su mejilla con mis dedos, recuperando algo de razón entre los suspiros. Leah me besa con ternura.
—Yo sólo camino a tu ritmo, amor… no te preocupes. Pero ahora… permíteme besarte el alma. Y lo hace. Con manos temblorosas de deseo contenido, con besos como oraciones, con un amor que no se grita, pero que se siente.
“Mi alma siempre sufrirá, siempre lamentará no ser aquella que encaje a tu lado. Serás eternamente mi silencio y mi sueño, aquel que nunca… nos llevaremos marcado.”
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Editado: 22.08.2025